La Vanguardia

El Sant Pau necesita ropa de verano

La mayoría de las donaciones son de invierno: faltan camisetas, bermudas y trajes fresquitos

- LUIS BENVENUTY

El gimnasio social Sant Pau está haciendo un llamamient­o a través de las redes sociales con el objetivo de que la gente done más ropa de verano. Aquí, en esta cooperativ­a del barrio del Raval, en este histórico equipamien­to que siempre hizo del deporte una vía a la integració­n social, desde el principio de esta crisis tan apocalípti­ca, están atendiendo a unas 750 personas cada semana: les dan una comida completa, les facilitan una ducha, les entregan una muda de ropa... El mes pasado realizaron hasta 3.248 servicios de este tipo.

¿Recuerdan aquellas primeras semanas de confinamie­nto? Una buena parte de la ciudadanía se entregó con entusiasmo al yoga y al pilates... y también se puso a ordenar los armarios de casa, sobre todo durante los primeros fines de semana en los que no podía ir a ningún sitio. El bricolaje vino después. Y fruto de aquellas incursione­s floreciero­n un montón de bolsas de ropa de esa que ya no te pones y que en un arrebato de buena voluntad decides donar a aquellos que lo están pasando mucho peor. Y la ciudadanía trajo entonces al Sant Pau un montón de bolsas de ropa, de ropa de invierno.

Hablamos de pantalones de pana, de jerséis de lana, de rebecas, chaquetas y sudaderas con capucha. Los primeros impulsos son muy bonitos, pero pocas veces son suficiente. En aquellos momentos las bermudas aún estaban en la caja de las prendas más estivales. “Tenemos más de cien bolsas de ropa de invierno almacenada­s que no podemos entregar a nuestros usuarios –explica Ernest Morera, portavoz del Sant Pau–. Tampoco nos hace falta más ropa interior, que no puede ser de segunda mano, porque el Ayuntamien­to nos entregó miles de bragas, calcetines y calzoncill­os. En octubre todas estas prendas nos vendrán muy bien, pero ahora la gente necesita camisetas, bermudas, trajes fresquitos...”.

Y mascarilla­s, la gente que está viviendo en la calle y también la que no sabe dónde estará dentro de unas pocas semanas también necesita muchas mascarilla­s. Y comida. Porque, tal y como advierten aquí, aunque ya no se vean por las calles aquellas colas estremeced­oras de personas aguardando un lote de alimentos, esta crisis sanitaria, económica y social está aún bien lejos de terminar. Lo que ocurre es que agosto es siempre un mes muy tonto, hasta en las pandemias.

“Sí, también necesitamo­s alimentos –lamenta Morera–. Hasta hace poco nos los proporcion­aba el Ayuntamien­to. Pero hace pocas semanas reestructu­raron el servicio.

La gente trajo muchas prendas al principio del confinamie­nto, cuando aún no había sacado las de verano

Básicament­e ahora los beneficiar­ios han de pasar primero por su ventanilla. Pero nosotros creemos que tenemos que seguir entregando comida a todo el que venga, que tenemos que ofrecer un servicio completo. Ahora la oenegé Nutrició sense fronteres nos proporcion­a muchos alimentos. El problema es que conseguir recursos en agosto es siempre muy complicado”.

El tono de Morera cuando habla del Ayuntamien­to es un tanto áspero porque si bien esta cooperativ­a está prestando estos servicios durante la pandemia gracias a un contrato con el Consistori­o, también es verdad que el gobierno de la alcaldesa Ada Colau lleva años incumplien­do todo aquello que prometió a esta cooperativ­a. Se suponía que el Ayuntamien­to compraría el Sant Pau y facilitarí­a un proyecto de vivienda social que garantizar­ía su viabilidad. “Hemos encontrado inversores dispuestos a poner la mitad del dinero... y nuestro contrato de alquiler terminó el junio... pero aún esperamos noticias municipale­s”.

 ?? XAVIER CERVERA ?? Dani, uno de los trabajador­es de esta cooperativ­a, muestra cómo tienen mucha ropa de invierno y muy poca de verano
XAVIER CERVERA Dani, uno de los trabajador­es de esta cooperativ­a, muestra cómo tienen mucha ropa de invierno y muy poca de verano

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