El Leipzig corta las alas al Atlético
El equipo de Simeone cae con un gol de rebote en el 88 después de que João Félix revolucionase el duelo
Aquí todos creen que tienen la Champions a tiro de piedra. Lo piensa el PSG, lo cree el Barça, que se anima, se sienten favoritos el Bayern y el City y hasta el Atlético tenía el pálpito de que era su año. Pero eso no garantiza nada. Después a la hora de la verdad hay que ganárselo con méritos en el campo. Y si hay un equipo valiente que no regala nada y que no tiene nada que perder es el Leipzig, que cortó las alas al Atlético, al Cholo Simeone y a João Félix.
Aviso para navegantes. Sufrió el PSG y cayeron los colchoneros, los dos teóricos cocos de un lado del cuadro, ante rivales de menos nombre y con muchos menos apellidos en sus plantillas.
Nagelsmann ya le dio una lección de modernidad a Mourinho en octavos de final y en el Jose Alvalade se plantó con ese fútbol eléctrico e intenso, lleno de vatios, tan propio de la Bundesliga que durante minutos y minutos fue indescifrable para Simeone. Justo cuando los rojiblancos controlaron e igualaron el partido, un gol de rebote de Adams les hundió.
Combinaba a un ritmo altísimo el Leipzig. Presionaba alto el Atlético. Estiraba Herrera. Le seguían Llorente, Costa y Koke. Pero el conjunto alemán sacaba el balón desde atrás con grandes automatismos y con el descaro de Upamecano en el eje de la zaga. El central francés es un gran mariscal.
Y en cuanto perdían el balón, la consigna era no permitir ninguna contra de los madrileños. Falta y todos a su sitio. En ataque, en el Atlético solo un animoso Carrasco se salía del guion, pues Costa y Llorente estaban desconectados.
Así las cosas, las mejores ocasiones de la primera parte llevaron la firma de los centrales. Por un lado, Savic, que recibió un coscorrón espectacular y un vendaje en la ceja, remató dos faltas enroscadas por Lodi.
Por otro, Halstenberg chutó a las nubes desde cerca y Upamecano cabeceó centrado a las manos de Oblak en otras dos jugadas a balón parado.
El gol nada más salir del descanso fue el premio justo para el Leipzig y un compendio de sus virtudes. Tocaron y tocaron con mucha intención. Poulsen retrasó, Kampl distribuyó, Laimer abrió a la banda derecha donde Sabitzer puso el centro y Dani Olmo, al más puro estilo Werner (la anterior estrella del equipo, vendido al Chelsea y que ya no está en esta Champions), apareció para meter la cabeza antes que cualquier defensa. El catalán fue un dolor de cabeza constante.
Rápidamente, en cuanto se vio por debajo, Simeone recurrió a João Félix. Era un movimiento cantado pero por ese motivo aún tiene más mérito lo que hizo la perla portuguesa. Todos le esperaban y el chaval revolucionó el partido. Fue profeta en su tierra. El impacto en el partido del delantero fue instantáneo. Su presencia viró el encuentro. Por su obra y gracia, el Atlético empezó a crear peligro ante Gulasci. Pidió la pelota, cayó a la banda, encaró y vio espacios. Estaba en todas las jugadas. Hasta que Klostermann tuvo que hacerle penalti cuando se había metido en el área y ya se disponía a chutar.
Con solo 20 años, João Félix se quedó el lanzamiento, aunque Costa y Saúl estaban en el campo. Y no falló e igualó con una seguridad pasmosa. El Atlético creyó estar en Anfield y se vio capaz de otra gesta. Se descuidó una vez y fue su adiós. Adams, con la ayuda involuntaria de Savic, cortó las alas a un equipo al que no le sienta bien Lisboa.