La Vanguardia

Cruzando el río

Durante siglos, el Pas de Barca fue la forma más común de atravesar el Ebro; en Miravet se conserva todavía este sistema de transporte sin motor para coches y personas

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Cada mañana, antes de las ocho, Vicent Benaiges ya tiene un pie en el transborda­dor. Es uno de los pocos barquers que quedan en el Ebro. El encargado de mover a gente y vehículos de un lado al otro de la orilla. Sin motor. Aprovechan­do la fuerza del agua y haciendo gala de su habilidad. La tecnología no ha cambiado demasiado desde hace 850 años, el paisaje tampoco. Para evitar que la corriente no se lleve la embarcació­n río abajo, está sujeta a un cable metálico, enlazado a otro cable más grueso que atraviesa el río a cierta altura. Eso es todo. Y esa es la forma de cruzar el Ebro saboreándo­lo unos minutos. Como se hizo siempre. La mejor forma y la más eficiente de llegar a Miravet para quienes vienen del este o del sur.

“En verano tenemos mucho más trabajo, aunque este año está siendo un poco raro...”, confiesa Izan Benaiges, el hijo del barquer oficial. A veces ayuda a su padre. Sobre todo los días que intuyen más intensos, normalment­e los fines de semana y en agosto, cuando trabajan desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde. No hay horarios. La barcaza cruza el río en función de los vehículos que van llegando (a 3 euros el coche; 2,50 la moto grande y el quad; 2 euros las motos pequeñas; 1,5 las bicicletas y un euro para senderista­s).

Llega un coche, se sube. Es apagar el motor y salir todos sus ocupantes. El trayecto, no por corto pierde su magia. Durante unos minutos, la corriente impone su ritmo y la luz imprime el marco sobre el agua dulce. La plataforma del transborda­dor –antes de madera y ahora metálica– con capacidad para dos coches descansa sobre dos llaguts que se construyer­on en Tortosa y que tienen nombre y apellido: Narcís Monturiol e Isaac Peral... “Los dos científico­s que inventaron submarinos”, dice Izan, acostumbra­do a la pregunta.

Lo Pas de Barca es también el punto de salida de las excursione­s en kayak que, desde Miravet, y a golpe de remo, recorren doce kilómetros de agua hasta llegar a Benifallet. Salen en grupos de veinte o más canoas. Por un instante, y hasta que el meandro los engulle, ocupan el Ebro.

La noche del 24 al 25 de julio de 1938, con las tropas nacionales establecid­as en Miravet, por este

El trayecto, no por corto pierde su magia; durante unos minutos, la corriente impone su ritmo

tramo del río cruzaron los soldados republican­os. Miravet fue junto a Ascó, Flix, Móra d’ebre y Benissanet, escenario del inicio de la sangrienta batalla. Los soldados franquista­s se atrinchera­ron en el castillo, en lo alto del pueblo hasta que, durante el mediodía del 25 de julio, los republican­os forzaron su retirada. Miravet pagó en forma de destrucció­n el choque entre los dos ejércitos y los bombardeos de la aviación. Por las calles del núcleo histórico y en la iglesia Vella todavía se ven los impactos que dejaron las balas y la metralla.

El Pas de Barca, una infraestru­ctura estratégic­a y esencial para el pueblo, también fue, evidenteme­nte, bombardead­o en 1938. Años después del fin de la guerra, ya en 1946, fue reconstrui­do en su ubicación actual. Desde entonces funciona a diario –Vicent e Izan solo descansan los días de Navidad y Sant Esteve, el primer día del año y el día de Reyes– siempre que las condicione­s meteorológ­icas o el cabal del río lo permiten.

De este pueblo, Artur Bladé escribió en su Visió de l’ebre català que “bajando, o subiendo, por el río en llagut o en mula, lo primero que se ve de Miravet es el castillo, de aspecto todavía hoy, imponente, de piedras doradas, con la silueta recortada contra un fondo verde de montañas o del azul del cielo”. Y así sigue siendo. Este castillo, que fue musulmán, luego templario y más tarde de la Orden Hospitalar­ia, ha sido escenario de buena parte de los conflictos bélicos que han sacudido Catalunya.

Terra Enllà, la empresa de rutas guiadas orientada en poner en valor los paisajes de la Guerra Civil, sitúa en Miravet el inicio de una de sus clásicas propuestas: Un día en la batalla del Ebro, que recorre los principale­s escenarios de las comarcas de la Ribera d’ebre y la Terra Alta. La ruta comienza en la plaza del Arenal y el núcleo histórico de Miravet para relatar el inicio de la ofensiva republican­a y sigue por el Poble Vell de Corbera d’ebre (en ruinas tras los bombardeos aéreos franquista­s) y la visita al Centre d’interpreta­ció 115 Dies de Corbera d’ebre. Otros escenarios imprescind­ibles: la Cota 705 de la Serra de Pàndols, el mirador del Coll de Moro o Vilalba dels Arcs.

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XAVI JURIO
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Sara Sans

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