PROHIBIDO FUMAR SIN DISTANCIA
Se impone la prohibición del tabaco en la vía pública para frenar la Covid-19
La prohibición de fumar en la calle cuando no se puede guardar la distancia social –desde ayer, en vigor en casi toda España– fue seguida de forma desigual por los ciudadanos (en la imagen, un hombre fuma en una terraza del mercado de la Boqueria, en
Barcelona). En Catalunya, las autoridades están preocupadas por un nuevo brote de Covid-19 en Tarragona.
Este martes se acabó el mundo. Las trompetas de Jericó, el Apocalipsis, el Armagedón, el fin de los tiempos. De los mismos productores de Policía de balcón y
Policía de mascarilla, llega Policía de cigarrillo. Ayer entraron en vigor las restricciones a los fumadores en la vía pública –incluidas las terrazas de los bares– de Catalunya, las Baleares, Extremadura, Navarra y la Comunidad Valenciana. Estas medidas, que ya se aplicaban en Galicia, Canarias, Cantabria, Andalucía, Castilla y León, Murcia y La Rioja, serán pronto habituales en todo el país.
Fumar no se prohíbe, pero sí a menos de los dos metros de distancia de seguridad. El Diari Oficial de la Generalitat también impone el cierre a la 1 de la madrugada de la hostelería y recuerda la conveniencia de limitar las reuniones familiares a menos de diez personas. No se puede consumir alcohol en la calle, pero no se prohíben los botellones porque ya estaban prohibidos, al menos en Catalunya, aunque en Andalucía hubo incluso botellódromos municipales.
“Estoy de acuerdo con las medidas y no creo que afecten a las ventas”, explica Oliver García, del estanco de rambla Guipúscoa, 109. “Entren de uno en uno”, dice un cartel bilingüe en la puerta (“Only one person inside”). “Pero si nos ponemos serios, pongámonos serios de verdad. ¿Qué me dice de los corredores urbanos que sortean a los peatones y crean con sus exhalaciones una burbuja a su alrededor, contaminada o no?”, añade este estanquero.
Otros colegas opinan lo mismo, como si el sector hubiera recibido los argumentarios que los partidos reparten cuando hay que cerrar filas (“Seguimos contando con Cayetana”). Esto no es una lucha de estanqueros contra runners, sino de “todos contra la pandemia”, sostiene Jessica Romero, cajera de un súper, que ha dejado a sus compañeros en el bar y ha aligerado su desayuno para irse a fumar a un banco solitario.
Por el humo se sabe donde está el fuego. Descartados los estancos por demasiado obvios, el cronista sopesa el bar Please Plats, cerca de la Mar Bella, donde cada mañana se reúne un nutrido grupo de oficinistas fumadores. Pero es agosto. Please Plats podría competir con la frutería De Fruta Madre, la lencería Love Store o la bacaladería Va Calado. La opción del hospital Clínic tampoco está mal. A las 10 de la mañana, la cola para el Centre de Diagnòstic per la Imatge llega hasta la esquina de Villarroel. Nadie fuma. Lógico. ¿Lógico?
De las 10 a las 12 horas, mientras el cronista ejerció de policía
de cigarrillo, una cohorte de sanitarios salió a la plaza del doctor Ferrer i Cajigal para fumar o vaporear, aunque también los cigarrillos electrónicos –como las pipas de agua y las cachimbas– se ven afectados por los nuevos vetos. A las 10.23 eran un total de 15, y no todos guardaban la distancia.
Todo pasa junto a un letrero con una orquídea blanca y esta leyenda: “Hospital lliure de fum, no està permès fumar ni als edificis ni als espais exteriors”. Nihil obstat. Nadie incumple técnicamente la prohibición, aunque...
La verdad es que ni una legión de fumadores con bata blanca empañaría la imagen del Clínic, un baluarte contra la Covid-19. Para borrar la fumata blanca: habemus pupa, qué mejor lugar que el banco de sangre. Las donaciones no pueden decaer en verano. Ayer fue un buen día y hubo momentos en que hasta ocho personas tuvieron que esperar para entrar. Entre las donantes, dos mamás que llegaron casi a la vez para regalar un producto tan insustituible como la sangre: su leche .“Ets imprescindible”, decían las bolsas de tela que ayer recibieron como regalo. “Ha habido jornadas más flojas, pero hoy está bien”, explicaba una de las coordinadoras asistenciales, que se ha reservado unos días de vacaciones para septiembre porque no ve muy claro “lo de la vuelta al cole”.
Esas prevenciones, como la exigencia de ir a todas partes con mascarillas y las prohibiciones que entraron ayer en vigor, recuerdan que la batalla aún no ha terminado. La canción de Saritísima Montiel sería hoy Fumando
desespero. No todo el mundo está de acuerdo. La Federació Catalana de Locals d’oci Nocturn impugnará la resolución ante los tribunales, aunque con la mirada puesta en las restricciones de horarios de bares y restaurantes. La botella está medio llena o medio vacía, según quién hable. “Ojalá se pongan más duros contra el tabaco. Si lo prohíben, no se hundirá el mundo. Yo quiero dejarlo”, dice Xavi, un sanitario del Clínic.
La reserva lakota (o sioux) de Pine Ridge, que los indios llaman
Los estanqueros creen que no bajarán las ventas y el sector del ocio nocturno anuncia que impugnará el veto
Oglala, está en Dakota del Sur, junto a Nebraska. Estas 2.000 hectáreas parecen más propias de un rincón del Tercer Mundo que de una superpotencia. La marca de cigarrillos más consumida aquí es Natural American Spirit, propiedad de una multinacional y que de indio únicamente tiene el logotipo de las cajetillas.
La tasa de paro, casi inexistente en el resto del país, afecta al 70% de sus 20.000 habitantes. La expectativa de vida es de 55 años para los hombres y de 60 para las mujeres, entre 20 y 25 menos que en cualquier otro estado. Los suicidios, el alcoholismo, la malnutrición, la obesidad, la diabetes y la mortalidad infantil encabezan las estadísticas nacionales.
Cuando los pocos turistas blancos que van a la reserva (o, mejor dicho, a su casino) se compadecen de tales condiciones de vida, los lakotas acostumbran a contestar con una ironía: “¡Oh, no os preocupéis! Llevamos años vengándonos. Os hicimos un regalo envenenado”. El tabaco.