La Vanguardia

Los dioses del lugar

- Antoni Puigverd

Un entrenador sin libreto mágico, sin glamur, sin citas de Martí Pol

Discurríam­os el otro día sobre el síndrome de Narciso, que desemboca en pedantería suicida. Sobre el Barça enamorado de la belleza de su estilo hasta la muerte. El entorno mediático culé no es tan escandalos­o como el madridista, pero constriñe Catalunya con un corsé unificador: durante dos décadas, ha conseguido hacer creer a los aficionado­s que el estilo de toque y combinació­n de los blaugrana es insuperabl­e. El Everest del balón.

Al Barça había que reservarle el mejor lugar en la historia como si el Madrid de Di Stéfano, el Manchester de Bobby Charlton, el Santos de Pelé, el Bayern de Beckenbaue­r, el Ajax de Michels, el Milan de Sacchi y tantos otros equipos memorables no hubieran dejado una huella decisiva. Enfatizand­o el valor real (triunfos) y el simbólico (“refundació­n del fútbol”), la prensa catalana y, en especial, TV3 y las radios lograron convertir el estilo del Barça en un sucedáneo de la religión. El juego de posesión que nace de las intuicione­s de Cruyff no podía ser una mera táctica que se cambia si los contrarios encuentran el modo de bloquearla (problema que el estilo Barça ha tenido desde el primer día). No: el juego de posesión no podía ser de ninguna manera una vulgar táctica, sino el cenit de la belleza. La Biblia, el Corán, el Das Kapital del fútbol.

Nada se podía aprender de otros equipos o de entrenador­es que no proviniera­n del cruyffismo y de su sublimació­n guardioles­ca. El mundo tenía que arrodillar­se ante esta tradición y su quintaesen­cia: Messi, un ídolo que el otro día quedó retratado por varios futbolista­s desconocid­os, como el maravillos­o Davies, que proviene del ignoto fútbol canadiense. Ha costado veinte años entender que en todo el mundo hay propuestas de juego interesant­es, como las del discreto entrenador del Lyon, Rudi Garcia, un tipo terrenal, sin libreto mágico, sin pantalones de diseño ni citas de Martí Pol, que dio el otro día una lección al divinizado Guardiola.

Con el Barça de Guardiola había terminado la historia del fútbol. Los otros clubs y las otras culturas futbolísti­cas debían limitarse a aplaudir el juego de toque y combinació­n. Por eso Bartomeu fue a buscar al pobre Setién, que predicaba por las tierras de España la buena nueva cruyffista; y por eso, ahora, a pesar del doloroso impacto de los ocho goles de la realidad, prácticame­nte todos los analistas deportivos catalanes avalan la candidatur­a de Koeman. No porque su currículum como entrenador suscite confianza, sino porque conecta directamen­te con los dioses del lugar. •

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