La Vanguardia

Las nuevas barreras del miedo

- Lluís Foix

Son escasos los coches con matrícula extranjera que circulan por nuestras carreteras. He viajado en dos ocasiones desde la terminal 1 del aeropuerto de El Prat desde el fin del estado de alarma y la sensación de andar por una zona abandonada era grande. Tiendas cerradas, cafeterías semivacías, largas caminatas por las avenidas que hace un año transitaba­n ríos de viajeros.

Las estadístic­as hablan de caídas que alcanzan el 80 por ciento de los años en los que se llegó a crear un cierto ambiente de hostilidad hacia el turista que traqueteab­a con sus maletas por las aceras de las ciudades.

Fueron los gobiernos los que empezaron a sugerir restriccio­nes ante la repentina aparición del coronaviru­s a principios de marzo. Se cortó en seco la movilidad de sociedades enteras. Una de las primeras recomendac­iones del nuevo primer ministro de Francia, Jean Castex, fue señalar Catalunya como lugar poco recomendab­le para visitar.

Otros gobiernos selecciona­ron también Aragón y Navarra. Desde los Países Bajos se recomienda no visitar Madrid, y la cancillerí­a de Angela Merkel advierte a los cuarenta mil alemanes que se encuentran de vacaciones en las islas Baleares que lo mejor que pueden hacer es volver a casa cuanto antes. El espacio Schengen, uno de los logros más importante­s en generacion­es para facilitar el libre tránsito de personas por los veintiséis países que lo firmaron, en la pequeña localidad luxemburgu­esa que lleva el nombre del tratado, está vigente aunque se levanten fronteras oficiales o imaginaria­s entre muchos de sus estados.

No ha sido una guerra, ni unas elecciones, ni un cambio del tratado. Es el miedo a la reproducci­ón masiva del virus el que ha quebrado la confianza con que cualquier europeo se movía como en su casa en Berlín, Lisboa, Marsella, Nápoles, Varsovia, Praga o Budapest. Recuerdo los pasaportes cosidos a sellos nacionales de los países occidental­es o del este de Europa cada vez que cruzabas una frontera.

Pensábamos que habíamos recuperado lo que Josep Maria de Sagarra menciona en sus espléndida­s Memòries, el libro en catalán del siglo pasado mejor apreciado por el voraz lector Néstor Luján, al decir que puso punto final a sus recuerdos biográfico­s el año 1914, que comportó, de hecho, la instauraci­ón de los pasaportes en la Europa que creó varios estados sobre los imperios derrotados. Se podía viajar de Barcelona a Moscú, menciona Sagarra, con unas cuantas onzas de oro y nadie te preguntaba de dónde venías o adónde ibas.

Los conflictos exigen la identidad de los adversario­s o de los sospechoso­s. La expresión cordón sanitario tiene su origen en la barrera levantada para evitar la expansión de una enfermedad infecciosa. Hace unos dos meses el Gobierno de Boris Johnson decretó la cuarentena para todos aquellos que llegaran a Inglaterra procedente­s de

España y ahora ha hecho extensiva la medida a todos los que procedan de Francia y Bélgica. Jamás me habría podido imaginar que un día los norteameri­canos no podrían entrar en mi país por una decisión gubernamen­tal basada en recomendac­iones sanitarias.

Las medidas para restringir y controlar a los que llegan a cualquier Estado europeo son de difícil cumplimien­to porque las presiones internas para evitar el hundimient­o de la industria turística son muy grandes. Pero también para no detener la actividad económica, que en muchos estados occidental­es ha descendido alrededor de un diez por ciento del PIB en el segundo trimestre.

No se trata solamente de proteger el turismo del que se benefician en grado diferente la gran mayoría de los países. Es cuestión también de fomentar el comercio, la cultura y el respeto entre los pueblos europeos que pensábamos que la libre movilidad cruzando fronteras que habían permanecid­o cerradas durante generacion­es era el mejor antídoto para evitar los conflictos y las guerras que de manera casi ritual se habían venido incubando en Europa.

Es evidente que las recomendac­iones sanitarias que anuncian los gobiernos son de obligado cumplimien­to para el bien de todos mientras no se disponga de una vacuna que nos quite el miedo que muchos llevamos en el cuerpo.

Pero este confinamie­nto nacional tiene connotacio­nes que van más allá del aislamient­o que se nos pide. Están creando barreras de miedo, reales o imaginaria­s, que van en contra del progreso, la libertad y la paz entre los pueblos de los distintos estados que convivimos en Europa y de tantos millones de ciudadanos que han llegado de otras latitudes para construir sus propios horizontes vitales.

Quiero pensar que de esta crisis que tiene su origen o su pretexto en el coronavinu­s saldremos reforzados. Nos hará más realistas y más interdepen­dientes, más solidarios y más respetuoso­s con las necesidade­s y la seguridad de los otros. •

El frenazo a la movilidad internacio­nal no puede detener el comercio, la cultura y el respeto a todos

 ?? XAVIER CERVERA ??
XAVIER CERVERA
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain