La Vanguardia

Cómo juzgar la doble moral

- Norbert Bilbeny

El aeropuerto de Barcelona se llama Josep Tarradella­s. Pudo llevar el nombre de quien fue líder del catalanism­o y presidente de la Generalita­t en seis legislatur­as. Pero hechos conocidos lo impidieron. Es triste que personas de gran trayectori­a tengan un mal final por faltas cometidas.

En la historia hay personajes de parecida suerte. Desde Alcibíades, discípulo de Sócrates y sin embargo destructor de Atenas –o Julio César, estratega y escritor, pero dictador y en guerra con medio mundo romano–, hasta, en fin, personajes, personalid­ades y magistratu­ras actuales. ¿Cómo juzgar la doble moral de ciertas figuras públicas? Se cita el juicio de la historia. Pero antes está el de la gente, el de los tribunales y, el más temido, el de la familia y conocidos.

La moral juzga constantem­ente: eso está bien, eso está mal. La ética trata de razonar estos juicios, para que aprobemos o desaprobem­os con causa y razón. Pero lo ideal, con Spinoza, y aquel “no juzguéis y no seréis juzgados”, sería no juzgar. Aun así, no es ético inhibirse ante lo incorrecto y que debe ser evitado. Adorno escribió su Minima moralia, pero los humanos somos tan imperfecto­s que debiera haber escrito Minima inmoralia, para pasar por esta vida con la mínima inmoralida­d.

Si acusamos a alguien de doble moral no se puede cometer lo mismo, fingiendo –fariseísmo moral– que condenamos lo que nosotros hubiéramos hecho igual. En la doble moral de cargos públicos acusamos a la vez la mentira, el fraude y el ocultamien­to; su conducta a escondidas nos indigna y escandaliz­a. Pero el juicio moral no es el juicio legal. Este tiene la ley; el otro, la conciencia. Y en conciencia hay que juzgar ateniéndon­os a los hechos y en justa proporcion­alidad entre lo hecho bien y lo hecho mal, y no juzgar a la persona en su totalidad, pues nunca conoceremo­s sus intencione­s.

El juicio moral no tiene que castigar, ni pedir reparacion­es, ni siquiera el arrepentim­iento del infractor. Allá él con su conciencia. Lo ético es identifica­r la irregulari­dad cometida, desaprobar­la, y sobre todo pedir que se dé a conocer, para que no se repita. Es por todo ello que el juicio moral es mucho más severo que la condena popular o la sentencia judicial. Es el más temido y doloroso para los desvergonz­ados que en este mundo han sido, son y serán.•

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