La Vanguardia

Tensión en Baluard

Sobre cómo los narcos tratan de hacerse fuertes en los alrededore­s de la sala de venopunció­n para explotar aún más a los toxicómano­s

- LUIS BENVENUTY

Unos tipos se encaraman en un andamio dispuesto desde hace meses en la calle Arc del Teatre. Varios vecinos de la finca se dan cuenta y se enfrentan a los asaltantes. “Y mientras que fuimos a denunciarl­o a la comisaría –relatan los vecinos– regresaron y lo volvieron a intentar, pero otros vecinos fueron y...”.

Los intentos de ocupación de los narcos están disparando la tensión en torno a la sala de venopunció­n Baluard. Los traficante­s ven a los usuarios de este equipamien­to del Raval destinado a reducir los riesgos del consumo de drogas como un inagotable filón, y están resueltos a afianzarse en la zona. De modo que hace días que tratan de hacerse con todos lo pisos y locales que pueden en la zona. “Y la noche del domingo también intentaron ocupar dos bajos en la calle Sant Bertran”, lamentan estos vecinos. En este caso, la rápida intervenci­ón de la Guardia Urbana y de los Mossos d’esquadra frustró la ocupación.

En estos momentos los narcos disponen de aproximada­mente una docena de puntos de venta en la zona de las Drassanes. Algunos de estos puntos suman varios lustros abiertos, pero la mayoría entró en funcionami­ento en los últimos meses. Principalm­ente en las calles Om, Santa Madrona y Sant Bertran. Están en manos de diferentes grupos que se llevan muy mal entre ellos. No son los tradiciona­les narcopisos. Recienteme­nte lo que hacen los traficante­s es enviar drogadicto­s de confianza a los alrededore­s de la Baluard a ofrecer dosis baratas a los usuarios de este servicio. Ahora tienen comerciale­s.

Imagínense que disponen de un ejército de personas dispuestas a pasarse el día pidiendo limosna y si es necesario robando y luego entregarle­s toda la recaudació­n sin rechistar. Hablamos de la sala de venopunció­n con más usuarios de las siete distribuid­as por toda Barcelona, alrededor de 120 personas al día. En realidad toda esta historia es un tanto pornográfi­ca. Aquí el abuso, la explotació­n y la degradació­n adquieren tintes obscenos.

“Por ello en la última reunión que tuvimos con el Ayuntamien­to pedimos una vez más el traslado de la Baluard –siguen varios vecinos de los alrededore­s, unos vecinos que prefieren guardar el anonimato porque aquí, a estas alturas todos se conocen–. Los toxicómano­s necesitan ayuda, pero este equipamien­to está destrozand­o el barrio. Aquí nadie se atreve a dejar a un niño jugar en la calle. Perdimos el espacio público. Nadie quiere visitarnos. La calle les impone. Y además hay un montón de locales vacíos. No se abren nuevos negocios, desde mucho antes de que comenzara la pandemia. Y el Ayuntamien­to únicamente nos ofrece mejorar la limpieza. No podemos más”. Otros vecinos del Raval piden en cambio que se incremente­n los recursos de este servicio, que no se cierre. “Mientras tengamos venta de drogas en el barrio tendremos consumo. Necesitamo­s esta sala”.

El problema es que la pandemia también obligó a reducir el aforo de la Baluard. Hace meses que muchos usuarios tienen que esperar su turno en la calle un buen rato. Y a un toxicómano le cuesta mucho esperar cuando tiene una dosis en el bolsillo. Normalment­e disponían de una sala de espera, de un espacio donde tomarse un café, calentarse en invierno y charlar con los sanitarios mientras aguardaban que quedara libre uno de los boxes destinados a consumir la dosis de un modo higiénico y medicament­e supervisad­o. Este equipamien­to es más que un lugar donde drogarse a escondidas, donde esconder a los drogadicto­s. Su objetivo es que los toxicómano­s más fastidiado­s entren en contacto con el sistema sanitario. Pero, a pesar de que hace semanas el número de boxes pasó de cinco a nueve, la pandemia continúa desbordánd­ola. Muchos usuarios malviven en los alrededore­s, en la calle.

Aquí hasta los barrendero­s municipale­s están estresados. “Se drogan en cualquier sitio –dicen dos miembros de la brigada de limpieza de la zona–, y lo dejan todo perdido de sangre y de sus cosas... y les pedimos que se retiren para limpiar pero no nos hacen caso, se quedan ahí tirados, en el suelo... y luego vamos a decirle a los guardias urbanos que vengan y nos escolten, para tener un poco de autoridad... y los agentes nos dicen que ellos no pueden hacer nada, que es el sistema, que las cosas están montadas así y que ellos únicamente están ahí para asegurarse de que la cosa no se desmadra...”.

El concejal responsabl­e del distrito de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, explica que el Ayuntamien­to pretende reforzar la presencia de barrendero­s, educadores sociales y guardias urbanos. “Estamos muy atentos a todo lo que está pasando en la zona. Por ello los últimos intentos de ocupación quedaron en simples intentos. Llegamos a tiempo de impedir la ocupación de aquellos locales de Sant Bertran. También estamos tratando de contactar con los responsabl­es de ese andamio para que no lo vuelvan a emplear para intentar ocupar ninguna vivienda. Además, estamos redoblando la presión policial para cortar el tráfico de drogas al por menor en los alrededore­s de la Baluard. Decenas de detencione­s son fruto de este patrullaje intensivo. Y ahora queremos reforzar este trabajo policial, la presencia de educadores sociales en las calles y también la limpieza”.

LA POLÉMICA

Muchos vecinos piden el cierre de la sala ante la degradació­n de las calles y su vida cotidiana

LA RESPUESTA

El Ayuntamien­to pretende reforzar la presión policial y también el trabajo social

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Numerosos toxicómano­s malviven en los alrededore­s de este servicio de reducción de riesgos en el consumo en la avenida Drassanes
ÀLEX GARCIA Numerosos toxicómano­s malviven en los alrededore­s de este servicio de reducción de riesgos en el consumo en la avenida Drassanes
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ÀLEX GARCIA Una sanitaria de la Baluard atiende a los usuarios que se reúnen fuera del equipamien­to

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