La Vanguardia

Quinientos años de camino

La cueva de San Ignacio en Manresa acoge el final del camino Ignaciano, una ruta de peregrinaj­e que resigue la senda que recorrió Ignacio de Loyola hace casi cinco siglos

- Xavier Ribera

La capital del Bages, Manresa, se engalana para celebrar en el 2022 los 500 años del camino Ignaciano. Un sendero que parte de tierras vascas y pasa por La Rioja, Navarra y Aragón, hasta adentrarse en Catalunya con final en Manresa. De Inaziortar Bidea, pasando por Camino Ignaciano hasta Camí Ignasià, tres idiomas distintos en un recorrido de 27 etapas y 650 kilómetros. Nos centraremo­s en su tramo final, que transcurre por tierras catalanas.

Antes, una previa. El camino resigue los pasos que el caballero Ignacio de Loyola anduvo en 1522 desde su casa natal en Azpeitia (País Vasco) hasta lo que se conoce como la Cova de San Ignacio, en la ciudad de Manresa. Un recorrido crucial en la iluminació­n del hasta entonces militar. Después de caer herido en batalla, leyó en su convalecen­cia libros religiosos que alejaron al guerrero, hijo de una familia de nobles, del campo de batalla, para acercarlo a la fe católica. En esta conversión, peregrinó hasta Jerusalén, pero antes se detuvo en Manresa, donde comenzó a desarrolla­r sus Ejercicios espiritual­es, base de su espiritual­idad. Una experienci­a reveladora que marcó su vida y lo llevó a fundar la Compañía de Jesús. Por eso, Manresa es considerad­a ciudad cuna de la orden jesuita.

Salvando las distancias, primo hermano del de Santiago, el camino Ignaciano parte de la iniciativa e impulso de la Compañía de Jesús y de un grupo de laicos. El camino se ofrece a todos los públicos, para aquellos que, como Loyola, persiguen una experienci­a espiritual, o para los que quieren vivir simplement­e la aventura del peregrinaj­e, descubrien­do rincones extraordin­arios a lo largo de la ruta. En vísperas de cumplir 500 años, Manresa se ha volcado en los actos de conmemorac­ión del camino. Su Proyecto Manresa 2022 fue presentado al papa Francisco, que, en su primera audiencia después de la pandemia, acogió con agrado la iniciativa e incluso manifestó que le gustaría visitar la capital del Bages coincidien­do con el aniversari­o.

Entrando en ruta, los peregrinos se adentran en tierras catalanas justo después de dejar el río Cinca y la ciudad de Fraga a sus espaldas. Pronto se encuentran con la majestuosi­dad del Pla de Lleida, disfrutand­o luego de los paisajes y los aromas que ofrecen los viñedos de merlot de la DO Costers del Segre, para gozar al rato de las panorámica­s del aceite de las Garrigues, pasando por la histórica Cervera o la emblemátic­a Montserrat, hasta concluir en el llamado corazón de Catalunya, Manresa. Total, 183 kilómetros repartidos en siete tramos que unen Fraga, Lleida, Palau d’anglesola, Verdú, Cervera, Igualada, Montserrat y Manresa.

Nos entretenem­os en el tramo final del camino. El 25 de marzo de 1522, Ignacio de Loyola bajó de Montserrat a Manresa, donde se instaló y vivió durante once meses. Su estancia, que duró más de lo programado inicialmen­te, conserva una gran relevancia en su biografía. Decía que los meses de vida en la ciudad habían sido para él una especie de noviciado en las cosas del espíritu. Por ello, la expresión “ir a Manresa” significa para los jesuitas una peregrinac­ión a las fuentes de su historia.

De aquellas experienci­as, Manresa cataloga 22 espacios ignacianos. Entre ellos, destaca la cueva de San Ignacio. Un santuario declarado patrimonio de interés local, que incluye la capilla de la cueva, una iglesia barroca y un edificio de estilo neoclásico. Fue creado para rememorar la cueva donde se recluyó para rezar y ayunar, después de su peregrinaj­e desde Montserrat, y donde escribió sus Ejercicios espiritual­es.

En 1603 se construyó la capilla dedicada a san Ignacio al lado de la cueva; en el siglo XVII, una iglesia como vestíbulo de la cueva; en 1894-96, el convento de jesuitas y casa de espiritual­idad, y en 1915-18, se reformó con abundante decoración artística la nave que forma el pasadizo entre la iglesia y la cueva. Actualment­e, habilitada como capilla, reúne un retablo de alabastro de la segunda mitad del siglo XVII y varios relieves que representa­n diferentes escenas de la vida de san Ignacio.

También son notables unas cruces marcadas sobre la piedra donde rezaba, atribuidas al mismo santo. Por todo ello, la cueva que fue lugar de oración y recogimien­to para san Ignacio se ha convertido en un preciado colofón para un camino que cada año reúne a más peregrinos.

Ignacio de Loyola bajó en marzo de 1522 de Montserrat a Manresa, donde vivió durante once meses

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CHRISTIAN ENDER / GETTY
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