‘Il Duro’ de la industria italiana
CESARE ROMITI (1923-2020) Expresidente del grupo Fiat
Apunto de cumplir un siglo murió ayer Cesare Romiti, durante 24 años el hombre fuerte del grupo automovilístico Fiat como mano derecha de Giovanni Agnelli, al que luego sucedió.
Romiti había sido consejero delegado de dos empresas públicas, Alitalia e Italsat, antes de incorporarse a la Fiat en 1974, un grupo que pasaba por muchas dificultades por el efecto de la crisis del petróleo. Cumplidos ya los 50, llegaba como hombre de confianza de Mediobanca para ocupar la dirección financiera y equilibrar las cuentas, una tarea en la que tuvo que imponerse a Umberto Agnelli y a Carlo De Benedetti, que había entrado como accionista de Fiat al venderle una de sus empresas y que no ocultaba su ambición de dirigir el grupo. Romiti le cerró el paso, como también al hermano del Avvocato, de quien se ganó la confianza hasta el punto de nombrarle, en lugar de a su hermano, como sucesor.
Su primer reto al frente de Fiat fue la búsqueda de nuevos accionistas que inyectaran liquidez al grupo, y en 1976 logró incorporar al accionariado a Lafico, el holding inversor de Libia que entonces presidía Muamar el Gadafi. Romiti logró vencer las reticencias del gobierno, la opinión pública, Estados Unidos y Lafico, que se mantuvo en el capital del grupo hasta 1986.
En 1980, ya como único consejero delegado, afronta el mayor reto de su gestión al enfrentarse a los sindicatos para poder realizar la reconversión industrial de Fiat, que incluía el despido de 14.000 trabajadores. La CGIL, la confederación metalúrgica italiana apoyada por el PCI, paralizó las plantas del grupo durante varias semanas para evitar el cierre. En las negociaciones, Romiti se ganó el apelativo de il Duro por negarse a retirar el ajuste. Y finalmente organizó la llamada “Marcha de los 40.000” que convocó a miles de directivos y administrativos de Fiat en Turín reclamando su derecho a poder entrar en la empresa, bloqueada por los piquetes. Romiti denunció que los sindicatos contaban con el apoyo de las Brigadas Rojas y que la organización terrorista había atacado a 60 directivos del grupo, asesinado a uno e incluso habían intentado secuestrarlo a él mismo.
En los años siguientes la firma cerró su histórica fábrica Lingotto en Turín, compró Alfa Romeo y renovó la gama de la firma para competir con las marcas extranjeras que redujeron su cuota de mercado por debajo del 40%.
Romiti tuvo que afrontar las investigaciones de Mani Puliti en Turín y en Milán por corrupción, en un caso en el que uno de los directivos del grupo, Francesco Paolo Mattioli, fue condenado por sobornos. Romiti siempre aseguró que desconocía lo que hacían sus subordinados pero fue condenado por falsear las cuentas, financiación ilegal de partidos y fraude fiscal, y absuelto finalmente de la falsedad contable cuando ya había dejado el grupo.
John Elkann, actual presidente de Fiat Chrysler, destacó ayer en un comunicado que “en los muchos años que pasó junto a mi abuelo (Giovanni Agnelli), Cesare Romiti pasó momento difíciles con valor y per eso merece un sitio de honor en la historia de Fiat”.
Romiti dejó la presidencia de la firma en 1998, a los 75 años, a Umberto Agnelli, que nunca había olvidado su vieja rivalidad. Se le conocía ya entonces como il Grande Vecchio del capitalismo italiano, pero perdió parte de su aura de gran ejecutivo cuando intentó convertirse en empresario. Con el apoyo de sus hijos Maurizio y Piergiogio, y la indemnización que obtuvo tras la salida de Fiat, entró como accionista en Gemina, un holding que controla RCS, la firma editora del Corriere della Sera y la constructora e ingeniería Impregilo. Romiti llegó a presidir estas firmas, pero posteriormente tanto él como sus hijos han sido apartados de la gestión.
Romiti se avanzó a su tiempo al detectar la pujanza económica de China: en el 2003 creó la Italychina Foundation y en el 2006 recibió la ciudadanía honoraria china por sus esfuerzos por fortalecer los lazos entre los dos países.