La Vanguardia

“Hoy el capitalism­o no acumula capital, sino deuda”

- Lluís Amiguet

¿Edad? Mayor, pero en la economía del cortoplaci­smo y la deudarizac­ión del mundo lo que importa es la semana que viene, no la década próxima. Nací en Bruselas. Vamos a la Europa de los ancianos, algunos con ahorros, y una juventud menguada, empobrecid­a y endeudada. Colaboro con el Palau Macaya-la Caixa

Vam osaun mundo más abierto o más cerrado? Ante la mundializa­ción hay dos posturas que parecen enfrentada­s, pero en el fondo son la misma. Por un lado, los populistas de derechas se aprovechan de la reacción de los ciudadanos que pierden bienestar y levantan fronteras, muros, tarifas, proteccion­ismo contra inmigrante­s y productos extranjero­s...

¿Y luego están los globalizad­ores?

Ese populismo antiglobal­izador es el del Brexit, Trump, Erdogan, Putin y Orbán. Frente a ellos, los centristas liberales defendería­n el libre mercado, la UE y Europa, como Macron o Merkel.

¿Y por qué dice que son lo mismo?

Porque ambos se aprovechan de plantearse ante el electorado como un nosotros o ellos. En el fondo hay complicida­d entre ambos.

¿Por qué la globalizac­ión no es popular?

Porque esa liberaliza­ción, que en teoría nos enriquece a todos, en la práctica va generando monopolios, y esos monopolios –fíjese en los que ha generado la globalizac­ión digital– ejercen su poder sobre los reguladore­s y los capturan para pagar menos impuestos, como

Google en Irlanda. La liberaliza­ción solo significa competenci­a para los más débiles.

¿Quiénes son?

Las clases bajas, por supuesto, pero también los inmigrante­s, porque liberales y totalitari­os los discrimina­n igual: Trump mete a inmigrante­s en jaulas y la UE civilizada y liberal dispara contra ellos en las fronteras.

¿No ha sido siempre así?

Lo que ha cambiado es que ahora el capitalism­o ya no es el juego de enriquecer­se acumulando capital, sino de mandar acumulando deuda.

Y eso ¿cóm o ca mbia las reglas?

La deudarizac­ión del sistema capitalist­a está sustituyen­do la acumulació­n de capital por la acumulació­n de deuda. En los mercados, ya no preocupa la plusvalía latente ni el beneficio, sino el crédito.

¿El crédito no hay que pagarlo, al final? Ni el resultado comercial, ni el cash flow ,niel beneficio comercial… Lo que aporta más valor ya no es el beneficio sino el crédito.

Pero una empresa (o nación) endeudada vale menos que una con cuentas saneadas.

Eso ha cambiado. Con la deudarizac­ión y la financiari­zación del sistema el sentido se invierte.

El objetivo ya no es encontrar financiaci­ón para generar valor y obtener beneficio, sino modular las actividade­s productiva­s para atraer el crédito: cada vez más crédito.

¿Y cómo lo atraen?

Las empresas y los estados ahora solo se gobiernan para parecer dignos de crédito ante los mercados, aunque no creen valor.

Pues los tipos llevan años bajos y parece que va para largo en ausencia de inflación.

Los estados ayudan a sus empresas a endeudarse bajando impuestos y rebajando los costes laborales con la legislació­n apropiada. De ese modo, no las hacen más rentables ni solventes, pero sí aumentan su capacidad crediticia ante los mercados.

¿Eso no acabará en deuda insostenib­le?

Por eso para los estados el objetivo ya no es el crecimient­o, sino la confianza de los mercados de deuda para que compren sus cada vez mayores emisiones. Y, poco a poco, estados, empresas y bancas introducen en la rueda de la deuda a los individuos.

¿Cómo?

Para obtener ese crédito, los estados necesitan recortar el Estado de bienestar, pensiones y condicione­s laborales y eso no les hace más solventes, pero sí más capaces de obtener más y más crédito. Y así también los individuos acaban endeudados por sistema.

¿Por qué?

Porque al final especulamo­s con nuestras vidas para obtener la máxima calificaci­ón crediticia y en ese punto los partidos nacionalis­tas interviene­n para exigir que la condición de ser “de aquí” puntúe como calidad crediticia: “Tal vez no tengas formación ni capacidad de crear valor, pero eres de aquí, de los nuestros...”. Tienes derecho sobre los “de fuera” aunque estén más preparados y quieran trabajar más y mejor que tú.

Y en el futuro, ¿usarán la deuda para obligarnos a pagarla?

El horizonte de la política europea es transforma­r el continente en un asilo de ancianos. Ellos tendrán el ahorro y los jóvenes estarán endeudados hasta la médula. Y el poder será de quien decida quién merece crédito.

¿Quiénes lo decidirán, pues?

Keynes explica que la bolsa es como un concurso de belleza en el que no cuentan los balances tanto como el aspecto de las empresas. Es el paso del beneficio al crédito.

Un paso muy arriesgado.

Convierte a los mercados en casinos. Y hoy los estados están financiado­s en ese casino.

Pues los liberales centroeuro­peos y alemanes aún demonizan la deuda.

Por eso, en los ochenta y noventa, como no les gustaban los mercados de deuda, fueron las cajas regionales alemanas las que prestaron y acabó en la quiebra espantosa del 2007.

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ÀLEX GARCIA

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