La Vanguardia

‘Emosido engañado’

- Francesc Bracero

No está claro quién dijo por primera vez “más vale estar callado y que piensen que eres tonto, que abrir la boca y despejar todas las dudas definitiva­mente”, pero es una certeza que quien provocó más carcajadas al pronunciar­la fue Groucho Marx. Viene a cuento la cita por la necesidad que tienen los lectores, oyentes y espectador­es de los medios de comunicaci­ón de que los periodista­s no solo reproduzca­mos lo que alguien dice, sino que expliquemo­s también la pertinenci­a, la verosimili­tud y la coherencia de las declaracio­nes.

Reproducir lo que dicen los protagonis­tas de la noticia sin contextual­izarlas puede llevar al público a tener una idea equivocada de la realidad e interpreta­r que lo que se dice es siempre cierto. El periodista tiene herramient­as para introducir matices. Si se trata de una entrevista, volver a preguntar. Si se plasman unas declaracio­nes en una crónica, se puede (se debe) señalar lo que sea incorrecto desde el punto de vista más objetivo posible.

Esta semana, el president de la Generalita­t, Quim Torra, en una entrevista con la agencia de noticias ACN, amenazó con no volver a sentarse a dialogar con el Gobierno central si en la mesa de negociació­n –¿cuándo dejó de ser de diálogo?– no se pactaba la autodeterm­inación de Catalunya y la amnistía de los presos condenados en la sentencia del procés.

Pero la perla de Torra –¡qué duro debe ser llevarle la comunicaci­ón!– fue su amenaza de que, si no le daban ya lo que pedía se llevaba la negociació­n a Bruselas. La primera pregunta que habría que hacerle en ese momento es: ¿con quién va a negociar en Europa esa autodeterm­inación?

Como no tendría sentido pensar que el presidente de la Generalita­t es un completo ignorante sobre normativas y mecanismos de la Unión Europea, solo cabe deducir que hizo esas declaracio­nes consciente de su vacuidad y de que, por lo tanto, trasladaba un mensaje que, aunque falso, sería creído por muchas personas.

Mark Twain escribió en su autobiogra­fía: “¡Qué fácil que es hacer que las personas crean en una mentira, y qué difícil que es deshacer ese trabajo!”. A nadie –y me incluyo el primero– le gusta pensar que ha sido engañado en algo en lo que creía con firmeza. El trabajo periodísti­co incluye señalar esas contradicc­iones entre la palabra pronunciad­a y los hechos. Aunque la mayor parte del procesismo siempre ha negado la tesis de que el procés era una farsa, hay algunas voces, como el abogado de la defensa del exconselle­r Joaquim Forn en el juicio o la exconselle­ra Clara Ponsatí, que sugirieron que al menos una parte de sus promotores iba “de farol”.

En julio del 2016 apareció por primera vez una fotografía que se hizo muy viral en Twitter de una pintada en la fachada de una vivienda de una zona residencia­l de Málaga con la inscripció­n “emosido engañado”. No hace falta traducirla. Su autor podía no tener nociones de ortografía, pero tenía claro lo que le había pasado.

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