Maestro del siglo XX
JULIAN ALEXANDER BREAM (1933-2020) Guitarrista
Los oídos del pequeño Julian, hijo de un músico amateur, estaban despiertos en aquel Londres en medio de la penumbra de la guerra. Y la impresión que causó en él la guitarra de Django Reinhardt y sus primeras “fusiones”, dicen –él mismo lo ha confirmado en ocasiones- fue fundamental. La búsqueda de una formación académica para el joven talento no fue fácil, hasta que finalmente accede a tiempo completo en el Royal College of Music, a lo que siguen pequeñas giras de consagración.
Hay que señalar que en aquellos años la guitarra no era considerada aún un instrumento de los “serios” como el piano o el violoncelo, por los que transitó en su primera formación y actividad musical, aunque su gran afición por la guitarra hizo que insistiese –a veces sin maestros de referencia– él mismo en perfeccionar su técnica a veces como autodidacta. Su biografía muestra las dificultades que el joven guitarrista y su padre tuvieron para llegar personalmente hasta Segovia, lo que logran después de poder pagar la entrada y asistir a un concierto del maestro hacia finales de 1947.
Fue él quien abrió los oídos a una generación de las músicas melancólicas isabelinas de John Dowland y que la guitarra, antigua heredera del laúd, hizo gala de su herencia hasta que el mismo Bream asumió los orígenes y recuperó este antiguo instrumento de forma magistral. Eran los tiempos de las grandes búsquedas; en los años del entorno de la Segunda
Guerra Mundial nuevas músicas pasaron al primer plano.
En aquellos primeros años su padre le había regalado una guitarra española de Ramírez, aunque tiempo después puede el propio Julian adquirir una de Panormo de mediados del siglo XIX con la que amplía las posibilidades sonoras del instrumento.
Siempre fue muy estrecha su relación con la tradición guitarrística de España, y naturalmente esa gran figura de la guitarra de entonces, Andrés Segovia, influyó mucho en su formación. Pero no quedó allí el interés de Bream, ya que fue a los orígenes de esa tradición renovada, para llegar al admirado Francesc Tárrega. Junto a la sorpresa musical de Reinhardt, hay que consignar el entusiasmo del joven músico cuando escuchó en 1945 en un disco que le regaló también su padre (aún en 78 rpm) de una versión de Recuerdos de la Alhambra de Tárrega interpretada por Segovia.
En lo estrictamente musical nos queda su técnica y su definición tímbrica, el uso de los contrastes y el color, además de su versatilidad, que le hizo recuperar desde las dichas músicas isabelinas hasta piezas de Bach u obras de grandes autores contemporáneos como su éxito con el Nocturno de Benjamin Britten (a quien conoció junto al tenor Peter Peers, con quien grabó música isabelina) o piezas diversas de Hans Weerner Henze, Toru Takemitsu, Michael Tippet, William Walton y otros. Con relación a la música española sus aportaciones fueron también muy significativas, pues coincidió con el gran renacimiento de la guitarra a que había contribuido Miquel Llobet, discípulo de Tárrega, y amplió al mundo Segovia, con el impulso que llegó después con el Concierto de Aranjuez.
Después de sufrir un grave accidente en 1984 que podía haber acabado con su carrera, su recuperación se vio recompensada con nuevos éxitos. Otro de los compositores guitarristas con quien mantuvo estrecha relación fue con el cubano Leo Brower, quien le dedicó varias obras, y en una gira por Oriente cuando celebraba sus 60 años, Bream estrenó una versión –muy poco conocida ahora– de los arreglos para guitarra y orquesta de números de la suite Iberia de Albéniz. La estrecha relación con la música española que nutrió gran parte de su repertorio queda en evidencia en su producción ¡Guitarra! A musical journey through Spain, que recorre desde el Siglo de Oro, el clasicismo, las grandes músicas de Granados, Albéniz, Falla y otros que escribieron para el instrumento en los años veinte y treinta, hasta Joaquín Rodrigo.
Un gran maestro del siglo XX .