La Vanguardia

Carlos Marques-marcet

Cineasta

- FERNANDO GARCÍA

El director barcelonés fue ayer reconocido con el premio Talent en el Festival de Málaga, donde hoy presenta La mort de Guillem :un sólido filme sobre el asesinato de un joven antifascis­ta a manos de un grupo neonazi en 1993.

La película duele. A muchos les conmoverá y a una minoría les dará escozor. La mort de Guillem, de Carlos Marques-marcet, se presenta hoy en el Festival de Málaga y –por lo sucedido entre los periodista­s que ya pudimos visionarla– es seguro que dejará clavados en la butaca a casi todos cuantos la vean. Se trata de un relato potente y emotivo que, desde una confesa subjetivid­ad pero sin ánimo de panfleto, hace memoria del asesinato del joven antifascis­ta Guillem Agulló a manos de un grupo de neonazis, hace 27 años en la localidad castellone­nse de Montanejos.

La historia se focaliza en la lucha de los padres, Guillem y Carme, por dar a conocer la realidad del crimen “político” durante y después de un procedimie­nto judicial que, con juicio paralelo en los medios, orilló ese aspecto. El tribunal solo condenó al autor material, Pedro Cuevas, como responsabl­e de un delito de homicidio casi accidental durante una pelea entre bandas. La pena se limitó a 14 años de cárcel de los que Cuevas cumplió cuatro. El reo sería detenido 12 años después como integrante de banda criminal neonazi.

Cuando Marques-marcet recibió la propuesta de sus productore­s, él recordaba superficia­lmente la historia de Guillem, nos explica. Pero pronto se vio atrapado por ella y por el terrible “periplo humano” de los padres y las dos hermanas del chico, Betlem y Carmina. El realizador se propuso entender y transmitir lo que significa perder a un hijo en circunstan­cias como aquéllas. “Quería que la gente sintiera esa experienci­a”, dice a La Vanguardia. La película es militante “en cuanto a la decisión misma de contar la historia y en la elección de un determinad­o punto de vista, el de la familia”, indica Marques-marcet.

Hay dos escenas especialme­nte impactante­s, ambas en plano fijo, que el cineasta confirma como las más importante­s para él. La primera correspond­e al momento en que los padres vuelven de ver el cadáver de Guillem (Jany Collado), y se meten en el coche con las hijas, que no saben qué ha pasado. En la segunda, hacia el final, la madre se sienta en el suelo de la cocina y allí, tras una discusión con su marido, deja que la rabia dé paso al llanto. Ambas secuencias son lentas y con poco diálogo. “Estuvimos explorando e improvisan­do esos momentos cruciales con los padres reales y con los actores (Pablo Molinero, Gloria March y, como hermanas, Mar Linares y Bárbara Calatayud). Y al final entendimos que lo que más pesaba era el silencio, que refleja el brusco cambio en la manera de relacionar­se entre los padres y las hijas”.

La filmación del momento en que la madre “se suelta y deja ir lo que tiene ahí agarrado aunque nunca vaya a soltarlo del todo” ocupó una hora y dio lugar a un plano de 25 minutos que hubo que cortar hasta dejarlo en menos de dos.

Las circunstan­cias y el contexto son otro gran personaje del relato, aun a costa de la explicació­n precisa de los hechos. A través del solvente trabajo de Molinero y March, los padres nos hacen saber que su hijo murió asesinado con premeditac­ión pese a que los jueces se decanten por la versión del homicidio que la defensa esgrime a la par que criminaliz­a a la víctima. Pero el espectador no llega a ver el instante de la muerte de Guillem. “Llegamos a rodar la escena pero comprendí que era un error y la quité. Porque con una reconstruc­ción de los hechos habría traicionad­o el punto de vista de la familia”, dice el director.

La oportunida­d política de La mort de Guillem es obvia en este momento de resurgir de la ultraderec­ha. Marques-marcet no rehúye esa lectura pero define la película como “un viaje de lo político a lo íntimo”. Y pide que “no se vacíen” los términos ultraderec­ha o fascismo, ni se incurra en simplismo. “El problema es complejo”, señala. “En un momento en que la sociedad liberal ha vaciado el significad­o de la democracia, viene alguien y ofrece un sentido de pertenenci­a, con cierto éxito. Pues bien. No hay que limitarse a culpar a los dirigentes de esos movimiento­s. Hay que recordar el pasado y reivindica­r lo que importa, pero debemos analizar el fracaso de la izquierda; pensar por qué pasa esto y hallar soluciones”.

Marques-marcet, ganador de múltiples premios en Málaga que incluyen la Biznaga de Oro de la última edición por Els dies que vindran, recibió ayer el Málaga Talent en reconocimi­ento a su carrera.

El director, premiado con el Málaga Talent, rechaza el simplismo y vincula el ascenso ultra al fallo de la izquierda

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CARLOS LAULLÓN Gloria March, en primer plano, en una escena de reunión familiar en pleno duelo por la muerte de Guillem

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