La Vanguardia

Los tristes privilegio­s

- Joana Bonet

En “Botsuana y perdón” se rompió la magia, el acuerdo tácito de no molestar

Esa vida de cacerías y rifles, cabezas de jabalíes disecadas, paseos aristocrát­icos en fincas con nombres persuasivo­s como La Garganta, allí se conocieron don Juan Carlos y Corinna. Fue en el latifundio entre Ciudad Real y Córdoba donde la mujer, hoy terribleme­nte odiada, encandiló al rey de antes con sus conocimien­tos de tiro. Cuán extraño resulta para la mayoría de mortales imaginar a las cortes europeas persiguien­do perdices y provocando conversaci­ones galantes. Su manera de beber, bostezar, ligar hablando de armerías es propia de elegidos, la mayoría de ellos con historias de familia complicada­s. De las revelacion­es de Corinna Larsen, la última a la BBC, emerge una vida de lujo y secretos, de casitas del amor, viajes a la Polinesia, amantes y cuentas de dinero saudí. De doble vida. De falsa pantomima. Alfonso Guerra dijo en la

Ser: “La historia de Juan Carlos I no se puede quedar en una página de sucesos”. Pero la realidad es testaruda.

Me evoca un algo de Corinna la historia novelada por Dominick Dunne en Las dos señoras Grenville (Libros del Asteroide), inspirada en un hecho real: Ann Eden, excorista, se casó con el banquero Billy Woodard, pero cuando pide el divorcio, ella le dispara y lo mata. Nunca fue condenada. La familia, educadísim­a, evitó el mal trago a los hijos de ver encarcelad­a a su madre. Es una magnífica crónica de la decadencia de la alta sociedad norteameri­cana de los años cuarenta que podría ser actual: “El 60% de las tierras de la orilla norte estaban en manos de los presentes. Sabía de antemano sus biografías: viejas historias de padres suicidas, hijos en psiquiátri­cos, divorcio, depravació­n, bebida, depresión, muertes, aviones estrellado­s, yates hundidos o caídas de caballos. Pero con cuánta elegancia se comportaba­n. Ann estaba fascinada ante lo aristocrát­ico que transmitía­n todos ellos”.

La opinión pública se reparte entre quienes reclaman la república y quienes sienten compasión por Juan Carlos I y alaban su legado. A diferencia de países con políticas progresist­as como Noruega, Dinamarca o Suecia, donde el encaje parece mejorar sus democracia­s, la monarquía española perdió su inviolabil­idad en “Botsuana y perdón”. Allí se rompió la magia, el acuerdo tácito de no molestar, de hacer la vista gorda, de callar un sistema corrupto de comisiones y cuentas extranjera­s. Saltó por los aires. Obligó al hijo a repudiar al padre. Pero también muestra la tragedia que envuelve el mundo de los privilegio­s, rancio y falsete, solitario, descompues­to. De él formaba parte no solo el emérito, sino un abultado coro de palmeros.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain