La Vanguardia

La Covid-19 impulsa un nuevo perfil de usuario de refugios de montaña

Familias y ciudadanos que nunca han subido cimas buscan este tipo alojamient­o sedientos de naturaleza

- ROSA M. BOSCH

No solo excursioni­stas, guías y alpinistas pernoctan este verano en los refugios de los Pirineos, que han tenido que reducir su capacidad a la mitad para garantizar la distancia de seguridad impuesta por la Covid-19. Familias con niños y ciudadanos que nunca antes habían pisado una cima han pasado, por primera vez en su vida, alguna noche en este tipo de alojamient­o en busca de espacios abiertos y aire puro. Tras tantas semanas de encierro, la montaña es un preciado espacio de libertad. Agua de mayo ante un otoño demasiado incierto.

La creciente demanda durante agosto ha hecho que hayan colgado el cartel de completo y lamentan no poder atender numerosas peticiones. “Si tuviéramos el doble de plazas también las llenaríamo­s, cada día tenemos que decir no a mucha gente”, lamenta Gerard Garreta, guarda del refugio de Colomina, en la Vall Fosca.

La terraza del Colomina o la del Ventosa i Calvell, ambos en la ruta del popular Carros de Foc, son un fiel termómetro del hambre de naturaleza. A mediodía, gente más o menos avezada en moverse por el monte llega al Ventosa i Calvell desde el pantano de Cavallers, en la Vall de Boí, uno de los puntos de entrada al

13 El número de refugios con guarda de la FEEC

parque nacional de Aigüestort­es i Estany de Sant Maurici. Los más rápidos salvan el recorrido en menos de dos horas, los no tan veloces pueden demorarse hasta tres. Pero no han sido pocos los días de julio y agosto que a las 10 de la mañana el parque natural ya había cerrado los accesos a Cavallers a causa de la saturación de los parkings, por lo que el itinerario a pie empieza en Caldes de Boí y se alarga unos 45 minutos más.

Los meses de julio y agosto los guardas han detectado que, además de los clientes que pernoctan y que suelen hacer travesías, también reciben personas que hacen una excursión más corta, un pequeño chute de aire libre que culmina con una cerveza o un tentempié en la terraza de un refugio. La

LA AFLUENCIA SE DISPARA Tras tantas semanas de encierro, la montaña es un preciado espacio de libertad

razón de ser de estas construcci­ones, propiedad la mayoría de la Federació d’entitats Excursioni­stes de Catalunya (FEEC) y del Centre Excursioni­sta de Catalunya (CEC), es dar cobijo, informar y ayudar al montañero. Pero este verano también han funcionado más que nunca como bar, lo que en cierta manera y en algunos casos, ha servido para compensar un poco el descenso de ingresos por la reducción de camas y por haber abierto más tarde debido al virus.

“Esto es una locura. Hemos montado una segunda mesa en el exterior para la gente que viene al mediodía, unos piden comida para llevar, otros refrescos... Todo lo servimos por ventanilla, no deja

TERRAZAS EN LOS PIRINEOS La reducción de plazas en los refugios se ha compensado en parte con el servicio de bar

mos entrar a nadie dentro por seguridad, excepto a los que vienen a dormir, y a partir de la tarde”, explica Gerard Garreta. “Este agosto –añade– vemos a gente de todo tipo, algunos es la primera vez que duermen en un refugio y están desubicado­s, llegan con el chip de hotel, fuera de horarios... Se lo debemos explicar todo. En un refugio se cena a las siete y se apagan las luces a las diez”.

Precisamen­te, la gran afluencia de ciudadanos a espacios naturales se ha traducido en un incremento de los servicios por parte de los Bombers de Catalunya. Hasta el pasado día 15 ejecutaron 898 salidas (805, en el 2019), de las cuales 558 fueron rescates en la montaña, 46 más que durante el mismo periodo del año anterior. Este aumento es más relevante teniendo en cuenta los meses de parón del 2020.

Este fin de semana los bomberos han culminado 16 salvamento­s, la mayoría por lesiones leves, en el monte, una cifra similar a los 15 de los mismos días de hace un año.

Lo más triste es que solo en verano se han registrado 21 víctimas mortales, siete de ellas mientras realizaban actividade­s en la montaña y las restantes, en otros enclaves, como lagos, ríos, barrancos, cuevas, pozos o en el mar.

Miquel Sánchez, guarda en el Ventosa i Calvell, al igual que sus compañeros ha tenido que reducir la capacidad a la mitad, a cerca de 40 camas. Cuando es necesario, y si el tiempo lo permite, reparte las cenas entre la terraza y el comedor. Sánchez corrobora la confluenci­a de diferentes perfiles de cliente y la tensión que crean algunos, la minoría, los que no están acostumbra­dos a alojarse en este tipo de establecim­iento, en los que obviamente no pueden esperar las mismas comodidade­s que en un hotel. Pero algunos parece que obvian este detalle. Hace unos días, un hombre marchó sin pagar, lo contactaro­n por teléfono y su respuesta fue que lo había hecho adrede pues no le habían permitido conectarse a la red wifi. “Hay gente que no sabe dónde está, los hay que llegan a las nueve y media de la noche cuando a las diez se pide silencio. Y esto lo llevamos bien, lo peor es la intransige­ncia de unos pocos”, comenta Sánchez, quien durante sus 38 años en el Ventosa i Calvell ha visto de todo.

Una sensación muy similar tiene Esther González-conejero, copropieta­ria del refugio de Bujaruelo, en Torla (Huesca). “La gente te llama y te pregunta absolutame­nte de todo, qué medidas tomamos, la distancia entre literas, cuántas veces se limpian los baños... No es el típico excursioni­sta que sale a las 6 de la mañana y regresa por la tarde, es un perfil nuevo, con muchas familias que no saben cómo funciona un refugio, no saben que no pueden estar entrando y saliendo constantem­ente de las habitacion­es, no conocen los horarios... Y esto nos afecta a nivel de organizaci­ón”. En Bujaruelo, igual que en Catalunya, el visitante extranjero ha caído en picado y el que ha subido, y mucho, es el turista de proximidad.

También Genni Archetti, que regenta el de Estanys de la Pera, en la Cerdanya, constata que “desde finales de julio hay más gente que otros años, mucho turismo familiar y catalán, y más gente que normalment­e no hace montaña y que no sabe qué es un refugio”. El viernes por la mañana, Archetti preparaba algunas de sus especialid­ades, fricandó con ceps, pollo guisado y quiché de ricota y pesto para una veintena de comensales. Su terraza está muy solicitada, igual que la del Fornet, en Alós d’isil (Pallars Sobirà), donde Tatiana Jankejová no da el abasto; este es el mejor agosto desde que reabrieron el refugio en el 2014.

Desde la FEEC, su portavoz, Quim Casadesús, ratifica que este es el verano de la montaña, lo que queda bien demostrado en el hecho de que los partes por lesión de los federados casi se han multiplica­do por tres.

La FEEC tiene trece refugios con guarda y seis de emergencia, que solo deben utilizarse en caso de necesidad. Ahora que tantos ciudadano descubren el monte es un buen momento para hacer pedagogía con el objetivo de evitar imprudenci­as y comportami­entos incívicos.

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ROSA M. BOSCH Descanso.excursioni­stas en la terraza del refugio Ventosa i Calvell, con vistas al Estany Negre, en el parque nacional de Aigüestort­es i Estany de Sant Maurici
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ROSA M. BOSCH
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Aigüestort­es y abajo, la terraza habilitada en el refugio de Estanys de la Pera este verano
GENNI ARCHETTI De la Vall de Boí a la Cerdanya. En la foto superior, excursioni­stas en el parque nacional de Aigüestort­es y abajo, la terraza habilitada en el refugio de Estanys de la Pera este verano

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