La Vanguardia

Coman, el bávaro

El francés, salido de la cantera parisina, ajusticia al PSG

- ROBERTO RODRÍGUEZ

Entre el ramillete de estrellas destinado a inscribir su nombre en ese glorioso olimpo que es una final de Champions, en pocas quinielas entraba Coman, a la postre elegido hombre del partido por la UEFA. De hecho, ni para Flick había sido titular en los partidos previos en Lisboa. Lo fue en la final y de ello puede estar orgulloso el técnico alemán, pues este francés de la escuela del PSG resultó el verdugo ideal de su exequipo. Un encarador de naturaleza atrevida que mandó al manicomio al joven e inexperto Kehrer e hizo imposible el milagro qatarí. El parisino, desde hoy rebautizad­o a bávaro ilustre, es de ese tipo de regateador­es, como el propio Neymar, capaz de desequilib­rar cualquier escenario, por muy grande que sea. Anoche triunfó Coman y penó Neymar, que no brilló como se esperaba y acabó llorando.

Antes de que el parisino apareciese con acierto en el segundo tiempo, la final dio opciones a casi todos los ilustres de ambos equipos. Entre ellos Neymar, el futbolista más sofisticad­o de cuantos pisaron el césped de Da Luz y al que Lisboa negó de manera dramática el gol. Falló el jugador más caro del mundo en una de esas oportunida­des que no se olvidan cuando una final se pierde. Su envergadur­a mediática necesitaba triunfar en esta ocasión para redimirse definitiva­mente de las irracional­es decisiones que ha tomado a lo largo de su carrera. Debía dirigir al imperio qatarí hacia su primer título de la Champions. Pero Neuer le negó la gloria en un mano a mano que pudo abrir la final en el primer tiempo. Sin duda fue el mejor de su equipo, el que más lo intentó, pero su falta de acierto le condenó. Tuvo la final en sus botas y la dejó a escapar. La imagen del brasileño, desconsola­do y entre lágrimas al final del partido, fue el síntoma más explícito de lo que significab­a la final para él.

Pero en la noche lisboeta la insistenci­a alemana superó al vértigo francés, y quien más percutió fue Coman, curiosamen­te el jugador más joven en debutar con la camiseta del PSG en toda su historia. Su asociación con el prodigio Alphonso Davies por la izquierda fue la llave que usó Flick para amenazar a Navas a lo largo de todo el partido.

Ya en la segunda parte, cuando la final no terminaba de romperse y ambos equipos vivían cómodos en un equilibrio incluso peligroso, apareció Coman para romper el encuentro. Kimmich puso un centro delicioso al segundo palo y por allí apareció el protagonis­ta de la noche para rematar de cabeza con toda la intención. El gol le otorgó todavía mayor impulso al francés, que se elevó sobre el partido con una enorme determinac­ión. Dos minutos después superaba a su marcador para regalar un gol a Lewandoski que Kimpembe evitó de forma milagrosa.

Flick decidió sacarlo del campo muy pronto. Fue rara la decisión. Pero la final ya estaba ganada por el mejor regateador de la noche: no era Neymar, sino Coman, el bávaro.

HOMBRE DEL PARTIDO

El extremo desequilib­ró el partido con su velocidad; Neymar, que debía hacerlo, acabó llorando

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MANU FERNANDEZ / AP Neymar, desolado, acaricia el trofeo que anoche se le escapó

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