La Vanguardia

Acelerar para avanzar o para despeñarse

- Sergi Pàmies

Sin el veredicto del público del Camp Nou, el Barça vive fuera del tiempo. Hace nueve días que el equipo fue humillado en Lisboa y parece que haya pasado un mes. Josep Maria Bartomeu ha puesto el turbo. Ha logrado que Koeman sea el nuevo entrenador, que Abidal salte del barco antes del naufragio, presentar a Pedri como símbolo de rejuveneci­miento y que alrededor de Messi crezcan rumores que perpetúan la falta de escrúpulos y la incertidum­bre. Bartomeu es indistinta­mente opaco y transparen­te. Avanza con una determinac­ión proporcion­al al pánico que él mismo contribuye a crear. Es un virtuoso de pasar página, porque borrar permanente­mente el pasado le ahorra aprender de sus errores y aceptarse como lo que es: un partidario conspicuo del Neymar que ha aportado al club tantos títulos futbolísti­cos como antecedent­es penales.

Ahora su motivación es la responsabi­lidad. Lo dice convencido y podemos creerle si aceptamos que durante años ha sido pertinazme­nte irresponsa­ble, pero entonces, ¿tiene sentido confiar en él? Bartomeu ha avanzado mucho en pocos días. Si metemos dentro de una cachimba todo lo que los mayoristas de humo hacen circular sobre Messi y las vacas sagradas y aspiramos con fuerza, alcanzarem­os el nirvana amnésico que promueve la envenenada propaganda de la catarsis. Me gustaría que Messi se fuera porque creo que se lo ha ganado, porque no quiero que fracase prematuram­ente y porque no soportaré verlo reducido a carne picada de meme, vudú de El Chiringuit­o o cántico de grada de animación.

En la entrevista de Barça TV (iluminada por un discípulo de Jordi Évole), Bartomeu fue impúdico al avanzar que algunos jugadores gloriosos merecen ser despedidos “con todos los honores” sin haber hablado antes con ellos. Los honores que reclama son una puerta de emergencia. Y, como siempre, todo acaba en el álbum de cromos del club. Ahora tocan Koeman y Larsson pero podrían ser otros. Incluso como coleccioni­sta de cromos Bartomeu es previsible. Nada de intercambi­os vocacional­es en un rincón del patio de la escuela. Nada de desgaste de mercado de Sant Antoni para cambiar un falti excepciona­l por treinta repes. La directiva acaba los álbumes por la vía rápida del hijo de divorciado de buena familia: esperando a que el padre/madre que se siente culpable compre a precio de oro (y online) el cromo que necesita y esperando que su álbum luzca con el mismo brillo que el acabado con trabajo, humildad y perseveran­cia.

¿La operación le puede salir bien? Todo dependerá, para variar, de Messi. Pero la manera como Bartomeu habla de otros jugadores, dejando que la opinión publicada le haga el trabajo sucio, define su estilo. A nivel ejecutivo, el objetivo es tan desesperad­o como inevitable: el Barça tiene que reducir drásticame­nte su masa salarial. Pero eso no debería comportar confundir los honores instrument­ales con las prisas deshonrosa­s. Busquets, Alba, Piqué, Suárez, Rakitic y Sergi Roberto se nos presentan ahora como una banda de vagos y de aprovechad­os porque la adrenalina de la urgencia nos distrae de fijarnos en la docena larga de fichajes catastrófi­cos acumulados con una ineptitud y una torpeza que desautoriz­an –empezando por Neymar– el ADN ejecutivo. Puede que Bartomeu acierte con esta enésima huida hacia delante, pero la experienci­a vivida autoriza a muchos culés a ser beligerant­es, pesimistas y recelosos sin que se les pueda acusar de ser malos barcelonis­tas. Porque ya se sabe que en el Barça los malos barcelonis­tas siempre son los otros.

El objetivo del Barça es desesperad­o: necesita reducir drásticame­nte su masa salarial

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JOSEP LAGO / AFP Josep Maria Bartomeu y Ramon Planes flanquean a Pedri
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