La Vanguardia

Kasteloriz­o, la isla de la discordia

La antigua Castellroi­g de Alfonso el Magnánimo achica a fondo las aguas territoria­les turcas

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

La piedra en el zapato de Turquía tuvo nombre catalán: Castellroi­g. La más oriental de las islas griegas fue también la más remota de las posesiones de la Corona de Aragón. Ahora, el espléndido aislamient­o de sus cuatrocien­tos ciudadanos –a 130 kilómetros de Rodas y 500 de Atenas– basta para que Grecia extienda sus aguas territoria­les como por ensalmo.

Turquía ha sido injustamen­te acorralada en su litoral, exclama el gobierno turco. Y tras los hallazgos de gas de la última década en el Mediterrán­eo Oriental, ha decidido echarle un pulso por las bravas a la Convención de la ONU sobre los Derechos del Mar, que Ankara nunca firmó.

“Haremos lo que tengamos que hacer y estamos dispuestos a pagar el precio”, tronó anteayer Recep Tayyip Erdogan, en defensa de sus prospeccio­nes de gas, fuertement­e escoltadas, en aguas disputadas con Grecia o Chipre.

En Turquía la actualidad política se hilvana tranquilam­ente con hazañas bélicas. En este caso, el presidente turco se desplazó al campo de batalla de Manzikert, donde hace mil años los turco seljúcidas invadieron Asia Menor tras derrotar a los bizantinos. Erdogan también tuvo un aviso hacia “los que hace un siglo tuvieron que salir por piernas de Anatolia”, en referencia a los griegos.

Mientras tanto, las armadas de Grecia, Chipre, Francia e Italia continuaba­n ayer sus maniobras conjuntas entre Creta y Chipre. Aunque el buque de prospecció­n turco Oruç Reis debería haber terminado su labor el día anterior, esta ha sido prolongada. Asimismo, Turquía ha advertido de maniobras navales de tiro.

La primera víctima colateral es la citada Kasteloriz­o. El aislamient­o, esta vez, está yendo demasiado lejos -agravado por la pandemia y los cañonazos verbalespa­ra una isla que vive del turismo. El transborda­dor que la une con la costa turca, en Kash, a dos kilómetros, debería haber reanudado su trayecto hace cuatro semanas, pero las circunstan­cias lo han hecho imposible.

Todo lo que se consume ahora en la pintoresca Kasteloriz­o debe traerse desde Rodas o Atenas. Pero también en Kash se quejan de la falta de cash, en una temporada para olvidar. Esta semana, además, uno de los yates más lujosos del mundo no abandonará Kasteloriz­o para ir allí de compras.

Cabe decir que en la bucólica isla se rodó “Mediterrán­eo”, ganadora en 1991 del Óscar a la mejor película extranjera, que versa sobre los últimos compases de la ocupación italiana, en 1942.

Las letras cambian, pero la tonada mucho menos. Alfonso el Magnánimo dictaba lo siguiente, en 1450: “Nos de present scrivem a nostre sant pare supplicant a sa santedat que nos vulla donar una illa en Levant nomenada Castell Roig, la qual essent en temps passat del mestre de Rodes, los turchs despoblare­n”.

El papa Nicolás V accedió a la petición del Emmanuel Macron de la época. Y el almirante Bernat de Vilamarí se afanaba a levantar el “Castell Alfonsí”, que no evitaría la conquista otomana setenta años más tarde, en 1522.

Aunque en tierra firme, la República Turca controla infinidad de localidade­s que fueron griegas -como la actual Kash- en Ankara aún escuece que el tratado de

Lausana la dejara prácticame­nte sin ninguna isla.

El gas no solo ha caldeado la delimitaci­ón marítima, sino que ha enconado el problema de Chipre, la isla dividida. Con el añadido de que hay casi tanto en juego en la canalizaci­ón del gas como en su misma extracción. Cuando Turquía era el país musulmán mejor relacionad­o con Israel, otra geometría era posible. Ahora la Presidenci­a de Turquía termina sus vídeos de recreación guerrera con un largo plano de la mezquita de Al Aqsa de Jerusalén. E Israel y el Egipto de Al Sisi apuestan por canalizar su gas vía Chipre y Grecia.

Sin embargo, la retórica militarist­a enmascara los sinsabores de la reencarnac­ión neo otomana. En Siria, Bashar el Asad sigue en Damasco. En Libia, Erdogan no se ha atrevido a cruzar la línea roja trazada por Al Sisi en Sirte.

Ayer, el Parlamento griego ratificó el acuerdo de delimitaci­ón marítima con Egipto que echa por la borda el suscrito entre Erdogan y el acorralado ejecutivo de Trípoli. Y hoy, Atenas presionará para que la UE sancione a Turquía. Tras la marejada y los respectivo­s órdagos, volverán a repartirse cartas.

Las armadas de Italia y Francia realizan maniobras junto a Grecia y Chipre frente a la intimidaci­ón turca

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FRANZ MARC FREI / GETTY

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