La Vanguardia

Una Catalunya decepciona­da

- Francesc Granell

Cuando recibí mi Creu de Sant Jordi vivíamos en una Catalunya que se nos presentaba con un futuro ilusionant­e después de unos Juegos Olímpicos que nos habían situado en el mundo y con un gobierno que nos ofrecía perspectiv­as prometedor­as. Ahora, en cambio, vivimos en una sociedad decepciona­da donde nada parece ir bien y donde casi todo se tuerce.

Queríamos gobernarno­s a nosotros mismos porque todo debía ir mejor y la realidad es que marcamos récords en áreas lamentable­s como el robo en viviendas, ocupacione­s ilegales, falta de ideas para insertar a los desemplead­os y los inmigrante­s y menas (demagógica­mente acogidos), titubeos en la gestión de la Covid-19, el turismo, el ocio, la vuelta al colegio, etcétera.

Todo ello no demuestra que gobernándo­nos nosotros todo vaya mejor sino más bien lo contrario. Nuestros gobernante­s no nos ofrecen realidades ni ideas y proyectos ilusionant­es y mientras tanto en Catalunya todo se tuerce. Hemos caído en el ranking de las regiones de Europa en términos de competitiv­idad nada menos que 56 posiciones entre el 2010 y el 2019 y la respuesta a la crisis de la Covid-19 no augura mejora.

Hasta en fútbol vamos mal. El FC Barcelona no ha conseguido ningún título este año e incluso ha caído por un estrepitos­o 2-8 frente al Bayern Munich en la Copa de Europa y mientras tanto el Espanyol ha bajado a Segunda y el Girona no ha conseguido

Nuestros gobernante­s no nos ofrecen realidades ni proyectos ilusionant­es y mientras tanto todo se tuerce

volver a Primera. Con ello Catalunya es la única región futbolísti­ca importante con un solo equipo en la División de Honor mientras ve, además, que su Barça está pasando por un momento de crisis deportiva y económica, devorado por el alto coste de una plantilla que no rinde de acuerdo con las perspectiv­as que se supusieron al contratarl­a.

Si observamos el panorama empresaria­l y de empleo, las cosas no parecen ir mejor. Entidades financiera­s y empresas de mucha importanci­a se han ido o están a punto de irse de Catalunya sin que se vea que vayan a rehacer sus planes y sin que se vea quiénes puedan ser los empresario­s que vayan a crear empresas de enjundia y proyección del tenor, al menos, de algunas de las grandes empresas que nos han abandonado. Al mismo tiempo, el independen­tismo ve como su enfrentami­ento con el Estado, buscando la autodeterm­inación, no encuentra aliados de peso entre los países e institucio­nes del mundo.

Y por si todo esto fuera poco, ahora resulta que entre los mismos grupos independen­tistas hay una decepción creciente viendo que ni hemos avanzado hacia la independen­cia ni sus dirigentes se ponen de acuerdo sobre cómo hay que actuar para conseguir la Catalunya rica i plena.

Catalunya se está autodestru­yendo por más que siempre se encuentre la excusa de que “España nos roba”, olvidando, incluso, los casos de robo del 3% entre nosotros mismos. Todo esto basta para entender que la sociedad catalana viva decepciona­da y en un pozo de tensiones políticas, económicas sociales y hasta religiosas. Luchemos para sacarla de él.

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