La Vanguardia

Montañismo en el patio de casa

Con el alpinista y guía de alta montaña Oriol Baró cerramos la serie sobre cumbres olvidadas en Aigüestort­es, al lado de su casa. El destino elegido es el Bony Blanc

- Rosa M. Bosch Vall de Boí

Oriol Baró se ha curtido como alpinista en las cimas del parque nacional de Aigüestort­es i Estany de Sant Maurici, al lado de su casa, en Taüll, uno de los pueblos de postal de la Vall de Boí. Cuando era un niño a sus padres no les entraba en la cabeza que su hijo saliera al monte por placer, para jugarse el tipo escalando y esquiando. Demasiado riesgo para nada de provecho. “Aquí lo de subir montañas por gusto no se entendía, hasta que no me saqué el título en la escuela de Benasque, en el 2000, y empecé a trabajar de guía no recibí la aprobación familiar”, apunta camino del Bony Blanc.

Baró compagina el alpinismo de alto nivel en destinos de todo el mundo con su trabajo como formador de aspirantes a guías, en el instituto de la Pobla de Segur, aunque el pasado septiembre tuvo que hacer un parón tras el grave accidente que sufrió en Cavallers, también en la Vall de Boí. Un gran bloque de roca se desprendió mientras escalaba y le impactó en la espalda rompiéndol­e ocho vértebras y doce costillas. “Me operaron y en mayo me sacaron los hierros de la espalda, ya casi estoy al 100%. Todo ha ido muy bien gracias a la rapidez de los rescatador­es, al equipo médico, a mi fisioterap­euta y a los ánimos de la gente. Sí, tengo dolor, pero va a menos y eso es esperanzad­or”, cuenta con optimismo mientras nos preparamos para empezar la ruta en el concurrido Planell d’aigüestort­es, a unos 1.825 metros. Aquí, solo pueden llegar los taxis que salen de Boí y los vehículos autorizado­s.

El legado románico, la naturaleza y los cielos estrellado­s conforman un infalible reclamo que atrae a la Vall de Boí a turistas de todo el mundo, excepto este año en que ha sido el visitante de proximidad el que ha llenado los alojamient­os. Baró lleva toda una vida explorando los Pirineos y al atardecer puede disfrutar desde su casa de un primer plano de la iglesia de Sant Climent, un viaje al siglo XII.

A primera hora de la mañana del jueves 6 de agosto los excursioni­stas ya empiezan a tomar el Planell d’aigüestort­es, pero nada más enfilar por el sendero en dirección a la sierra de las Mussoles, junto al barranco de los Llacs, el gentío desaparece. Poco después, asoma el Avet de la Cremada, del que se dice que tiene el tronco de mayor perímetro de Catalunya, de unos ocho metros en la base, en un paraje azotado hace tiempo por un incendio. Seguimos hasta los prados junto al Palancó de Llacs, donde las vacas salen a nuestro encuentro. Al comprobar que no les traemos su preciada sal vuelven a sentarse mostrando su indiferenc­ia. La misma escena se ha repetido en diferentes prados alpinos, en otras salidas para realizar esta serie.

La silueta de la sierra de las Mussoles ya se divisa y, a la derecha, el Bony Blanc, que se asciende por la Canal Seca hasta el collado, a 2.625 metros. A un lado está nuestro objetivo y al otro, el Bony Negre .

Baró, de 40 años, empezó a encaramars­e por las paredes graníticas de la Alta Ribagorça siendo adolescent­e, de la mano de la generación de escaladore­s que se asentó en la Vall de Boí hacia mediados de los noventa. En realidad, es el primer alpinista que ha dado este municipio. Recuerda con cariño a quienes considera sus primeros maestros, entre quienes están Mari Carmen Magdalena Coco y su marido, Cesc Eguia. Coco formó parte de la primera cordada femenina española, con la malograda Míriam García, que culminó la mítica The Nose, en el Capitán (Yosemite), en 1986.

Las cumbres de este sector del parque nacional nos deparan vistas sobrecoged­oras del macizo de los Besiberris, del Gran Tuc de Colomers, el Aneto..., con el plus de no tener que compartir el momento con más excursioni­stas ávidos de selfies. Ni empujones, ni gritos. Un balsámico silencio.

Este formador de guías en la especialid­ad de alta montaña y roca es un buen conversado­r. De hecho, uno de los factores que considera importante­s a la hora de elegir sus proyectos de alpinismo es poder mezclarse con la población local, sea en Perú, Argentina, la India o Nepal. Motiva más irse a tomar una cerveza con los lugareños que tirarse semanas en un campamento base en medio de ninguna parte.

Esta es la primera vez que se adentra en el terreno del Bony Blanc en verano, un pico, junto al vecino Bony Negre (2.724 m.), que ha hollado no pocas veces en invierno. “Es una zona muy buena para practicar el esquí de montaña, es un clásico”, precisa. En los meses más fríos se intuye que algunos montañeros se deslizan por estas laderas. En agosto, ni un alma.

Nuestro cicerone avanza a paso rápido y tras llegar arriba regresamos por la misma ruta.

Todavía no puede hacer planes de expedicion­es pero esta semana ha tenido una satisfacci­ón, ha encadenado una vía de dificultad, una 7b+, y ya ha vuelto a acompañar a montañeros como guía. Con permiso del virus, en septiembre prevé retomar las clases con sus alumnos de la Pobla de Segur.

Ni empujones, ni gritos, ni selfies; un balsámico silencio es un plus que ofrecen muchos picos de la Vall de Boí

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ROSA M. BOSCH Oriol Baró suele esquiar en invierno en el Bony Negre y el Bony Blanc, desde cuyas cimas se disfruta de espectacul­ares vistas en solitario
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