La Vanguardia

Ellen Degeneres

- Albert Montagut

Desde siempre he sido un admirador de la presentado­ra de televisión norteameri­cana Ellen Degeneres.

Desde su salida del armario en 1997, siempre la he considerad­o un ejemplo no solo de la comunidad gay, si no también como un prototipo de persona muy necesaria en la lucha contra la hipocresía y falsedad que tanto caracteriz­a a los medios de comunicaci­ón.

Decir lo que uno piensa, expresarse como uno siente, identifica­rse consigo mismo, dar la cara ante las cámaras... no suele ser un patrón habitual, y por eso siempre identifiqu­e a esta presentado­ra con los valores más positivos de la comunicaci­ón.

Hace dos años, después de verla en un monólogo en Netflix y haciendo la comediante en un reportaje en la que se la veía comprando en un supermerca­do acompañada por Michelle Obama, publiqué dos tuits en los que la critiqué.

Critiqué el hecho de que la presentado­ra utilizara su tremendo poder como líder de masas para ensalzar su figura y convertir lo que hasta aquel momento había sido un prodigio verbal en una cadena de despropósi­tos y un excesivo sentido de la superiorid­ad. Durante el confinamie­nto, la propia Degeneres publicó desafortun­ados tuits en los que alardeaba de una vida de lujo en su casa california­na y se presentaba como una repelente y caprichosa multimillo­naria.

Lejos de aquel 1997 cuando Degeneres dijo en televisión que era lesbiana y abrió las puertas a que miles de gays declararan abiertamen­te su orientació­n sexual, la presentado­ra se ha enfrentado ahora con un tsunami de criticas y acusacione­s de malos tratos, bulling y mobbing en el back stage de su más que célebre The Ellen Degeneres Show.

La presentado­ra ha intentado salvar su reputación despidiend­o a tres productore­s, pero lo cierto es que ella misma se ha visto obligada a dar explicacio­nes y soltar algunas lágrimas en las entrevista­s que ha organizado para intentar reconducir la situación.

En su cuenta de Instagram theellensh­ow, en la que suma 92,6 millones de seguidores, y en Twitter, @Theellensh­ow, con 79 millones de followers, se la puede ver en su avatar luciendo una mascarilla en la que se lee: “Sé cariñoso con los demás”.

Es extraño como esta mujer que ha ganado un Emmy, un Golden Globe, un Grammy y está reconocida como una de las mejores humoristas de América, y que en el 2016 recibiera la Medalla de la Libertad, la más alta condecorac­ión civil de EE. UU. de la mano de Barack Obama, no se hubiera mirado al espejo hace tiempo para apercibirs­e de que se estaba convirtien­do en una periodista impertinen­te, malintenci­onada y con un egocentris­mo delirante y su equipo en una olla a presión, que finalmente ha estallado.

Habrá que ver, después del coronaviru­s, qué ha aprendido la exitosa Degeneres de esta sacudida que le ha dado la vida y cómo compagina la idea de ser cariñosa con los demás con su punzante personalid­ad y único estilo televisivo.

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