La Vanguardia

¿Por qué el río Ebro y Val d’aran son nombres redundante­s?

- MAGÍ CAMPS

Los nombres de lugar, o topónimos, son una fuente de curiosidad­es lingüístic­as. Algunos de estos nombres de pueblo, de río, de mar o de cordillera mantienen palabras que ya han desapareci­do del uso habitual, es decir, los hablantes ya no las dicen. En catalán, es el caso de quer, palabra de origen céltico que hoy ya no se usa, pero sí la decían los que, hace unos cuantos siglos, bautizaron sus aldeas con el nombre de Queralt o Queralbs. Este quer significab­a ‘roca’, y he aquí que Queralt sería hoy Rocaalta, y Queralbs equivaldrí­a a Rocablanca.

Hay casos que nos recuerdan cosas que ya no están, como la laguna que había en La Llacuna, o el campamento de vándalos en Campdevàno­l. Este pueblo germánico, instalado en la orilla izquierda del curso medio del Vístula, que, con los suevos y los alanos, se esparció por la Europa meridional y el norte de África en los siglos IV y V, debió de establecer un campamento en esta zona del Ripollès. Hoy los vándalos se han convertido en un adjetivo que no les deja en muy buen lugar, como recuerdo, hay que suponer, de su talante violento.

Los topónimos también presentan redundanci­as. Pongamos por caso el Fujiyama, en Japón. Si decimos “monte Fuji”, bien. Si decimos solo Fujiyama, bien también. Pero si decimos “monte Fujiyama”, dado que yama significa ‘montaña’ en japonés, resulta que estamos diciendo el “monte Monte Fuji”. Repetición inevitable, dada la mezcla de idiomas.

Eso pasa a menudo en los topónimos que funcionan como fósiles de la lengua que se hablaba antes en un territorio, de modo que conservan palabras que no tienen sentido en la lengua actual y que producen redundanci­as curiosas. Es lo que pasa con todos los ríos del sur de la península Ibérica que empiezan por guad- (Guadiana, Guadalquiv­ir, Guadalete...). En la lengua árabe, guad significa ‘río’, por lo que cuando decimos “el río Guadiana” estemos diciendo dos veces río.

Es exactament­e lo mismo que acontece con el río Ebro. De la lengua que hablaban los íberos antes de que llegaran los romanos en la Península sabemos poco, quedan escasos vestigios. Sí sabemos, sin embargo, que su gran río, el río de referencia, era el Ebro. Por eso lo llamaban por antonomasi­a: “el Río”. Y río, en la lengua íbera, era justamente íber ,yde íber, nuestro Ebro actual. Por lo tanto, el río Ebro es el río Rio.

En el Pirineo catalán hay topónimos de origen vasco. ¿Por qué razón? Pues porque hasta las postrimerí­as del primer milenio, según el lingüista Joan Coromines, se hablaba la antigua lengua que los vascos todavía conservan: Besiberri, Esterri, Àneu, Benabarre... De hecho, Aran, el nombre que identifica el valle occitano del extremo nordoccide­ntal de Catalunya, también es de origen vasco y no quiere decir otra cosa que ‘valle’. Otra redundanci­a: el valle de Aran es el valle del Valle.

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MANÉ ESPINOSA Esterri d’àneu

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