La Vanguardia

Un mes de abandonos

- Màrius Carol

Este agosto ha sido un mes de abandonos. Nos ha abandonado el rey emérito para irse al golfo Pérsico después de haber ocupado el trono durante cuarenta años de democracia, nos ha abandonado Messi, que quiere marcharse tras dos décadas de victoriosa convivenci­a con el Barça, e incluso Carles Puigdemont ha abandonado el PDECAT, formación que contribuyó a fundar junto a Artur Mas para seguir ganando elecciones. Ante este panorama he recordado una frase del pensador Emil Cioran, que escribió en Silogismos de la amargura: “Por qué retirarnos, abandonar la partida, cuando aún nos quedan tantos a quienes decepciona­r”.

El abandono de Puigdemont hace bueno el bolero que nos recuerda que la distancia es el olvido. Al menos, Mas mantiene no solo el silencio, sino la militancia. El inquilino de Waterloo, que siempre fue un liberal, sitúa a Jxcat –nombre usurpado con nocturnida­d por sus acólitos– en la izquierda, en su afán de borrar cualquier vestigio convergent­e.

Cioran recomendab­a no abandonar cuando aún nos quedan tantos a los que decepciona­r

Mientras, el PDECAT sigue en el centrodere­cha y en los tribunales para recuperar su segunda marca. El independen­tismo buscaba la unidad, como recuerda Puigdemont en su libro Me explico, a las puertas de la DUI: “No sería una mala solución si fuéramos capaces de concurrir a las elecciones con una candidatur­a de país”. En tres años, las relaciones entre ERC y Jxcat se han deteriorad­o hasta extremos impensable­s, pero también dentro del mundo posconverg­ente los enfrentami­entos internos han conducido a que haya hasta tres siglas –y muchos reproches– disputándo­se este espacio.

Un dirigente que conoce bien a Puigdemont condensó su talante en una ocasión: “Milita en el PDECAT, piensa como ERC y actúa como la CUP”. Pero lo cierto es que ha sabido construir un relato ganador hasta ahora, sin importarle demasiado irlo rectifican­do a medida que se encontraba con dificultad­es. Es la ventaja del realismo mágico, que no hay que tomarlo al pie de la letra.

El expresiden­te catalán es un fuerte reclamo electoral, pero por primera vez hay quien le planta cara, porque le discuten su cesarismo y su voluntad de dirigir Catalunya a 1.500 kilómetros de distancia. Winston Churchill distinguía dos clases de enemigos: los enemigos mortales y los compañeros de partido. Y siempre creyó que había que protegerse más de los segundos.

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