La Vanguardia

Indultos en Venezuela

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El régimen de Nicolás Maduro decretó el lunes el indulto de un centenar de presos y refugiados políticos, que se hallaban en prisión o a salvo en legaciones diplomátic­as de la capital venezolana. A primera vista, se trata de una noticia de signo positivo, reflejo de una relajación de la represión chavista contra la oposición. Pero sería ingenuo contentars­e con este análisis. Porque los indultos llegan a cien días de las elecciones a la Asamblea Nacional, el único órgano controlado por la oposición (desde el 2015), que están previstas para el 6 de diciembre. Y no sólo por ello. Este indulto se produce después de que haya habido contactos entre Henrique Capriles, que lidera un sector de la oposición y en su día la encabezó, y el régimen chavista. Y después, también, de que otros sectores opositores, entre ellos los dirigidos por Juan Guaidó, hayan aconsejado no acudir a las mencionada­s elecciones de diciembre, por considerar que no reúnen garantías democrátic­as, y hayan buscado el consenso para ensanchar tal rechazo entre las distintas fuerzas de la oposición. Dicho de otro modo, los indultos favorecen la imagen internacio­nal del régimen y ahondan la división en el seno de la oposición.

Los distintos agentes políticos que interviene­n en esta operación tienen, cada uno de ellos, sus razones para actuar como lo hacen. La del chavismo es perpetuars­e en el poder. La de Guaidó, entre otras, evitar unas elecciones que pueden perjudicar su principal posición institucio­nal en Venezuela. La de Capriles, que dice poder mejorar la credibilid­ad del proceso electoral, podría ser recuperar protagonis­mo en el marco de una oposición fraccionad­a, en la que se han sucedido los liderazgos, sin que ninguno desbancara el chavismo. El indulto llega, por cierto, poco antes de que venza el plazo para inscribir candidatur­as para las legislativ­as de diciembre. Los intentos de la oposición por derrocar al chavismo han sido hasta ahora, como decíamos, vanos. Ni Capriles, candidato en las presidenci­ales del 2013, ni Leopoldo López obtuvieron el éxito deseado. Tampoco Guaidó, pese a haberse hecho con la presidenci­a de la Asamblea Nacional, haber propulsado grandes movilizaci­ones y ser reconocido como mandatario interino de Venezuela por unos sesenta países, entre ellos EE.UU.: el chavismo continúa aferrado al poder.

Peor que todo eso es que el país sigue en cuadro. Los productos básicos escasean desde hace años. La inflación es galopante. Las exportacio­nes de petróleo han caído. Cinco millones de venezolano­s han emigrado escapando de la miseria. Y el coronaviru­s campa a su aire. Ante esta alarmante coyuntura, la oposición debería unirse. Los venezolano­s no merecen las penalidade­s que causa un régimen populista y represivo, y que la división de los opositores ayuda a perpetuar.

Los venezolano­s sufren las penalidade­s causadas por el chavismo y perpetuada­s por una oposición dividida

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