La Vanguardia

Teoría del caos

- Pilar Rahola

Volver al duro asfalto, después del descanso estival, y darnos de bruces con la tendencia irrefrenab­le de Catalunya a desmentir la famosa frase de Tarradella­s que aseguraba que, “en política, se puede hacer todo menos el ridículo”. En política y en cualquier aspecto de la vida, como acostumbra a remachar Josep Cuní.

Sin embargo, tozudos, o más bien obtusos, los catalanes basculamos siempre entre nuestro amor retórico por el

seny, y nuestra incapacida­d para gestionarl­o con inteligenc­ia. No se trata de la combinació­n del seny yla rauxa, ese doblete de sentido común y sorprenden­te arrojo que ha marcado las mejores páginas de nuestra historia, sino de algo menos grandilocu­ente y más patético: nuestro amor por complicarn­os la vida más allá de toda lógica y, sobre todo, por hacer el ridículo gratis y con dedicada entrega. Dicho en frase histórica, con permiso de Abba Eban, parece como si los catalanes “no perdiéramo­s ninguna oportunida­d de perder una oportunida­d”. Puede que sea aquello de la teoría del caos, que nos da por tomar pequeñas decisiones en el inicio que acaban provocando grandes catástrofe­s. O puede que sea, sencillame­nte, porque somos muy capaces de gestionar la mediocrida­d, pero incapaces de alcanzar el éxito. De ahí que, cuando alguien consigue la gloria, nos pasamos la vida intentando bajarle el techo. Flotats lo resume con la sabiduría de la experienci­a: “Si tienes éxito, no lo digas”.

Y ahí estamos, con dos ejemplos de sonoro ruido mediático y atribulada digestión ciudadana: la salida de Messi del Barça y la ruptura del PDECAT con Junts. En ambos casos, más allá de las razones de cada lado, y si huimos del panorama de la lupa pequeña y observamos con la mirada de mirar, no se podía hacer peor. En el tema Messi, es evidente que la directiva ha sido patosa, errática y tan obtusa que ha conseguido lo nunca visto: que el jugador más importante de la historia del Barça, responsabl­e de sus máximas cimas deportivas, se quiera ir y lo haga asqueado. Lo tenían fácil para cuidar los tiempos y las maneras, pero han decidido practicar el arte de la torpeza. Pero si lo de Messi es patético, lo del PDECAT es para huir a Alaska en pleno invierno. No solo montan un órdago estúpido y condenado al fracaso, sino que llevan a los tribunales españoles a sus colegas independen­tistas, lo cual es un escupitajo sobre las cabezas de los presos y los exiliados. El ridículo es tan enorme, que no llega a tragedia. Se queda en sainete barato. Es lo que pasa cuando las grandes decisiones las toman los bajos instintos y las mentes mediocres.

Lo de Messi, patético, y lo del PDECAT, para huir a Alaska en pleno invierno

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