La Vanguardia

Barcelona ante el peligro

- Josep Miró i Ardèvol

El primer trabajo de economía urbana que dirigí estudiaba las consecuenc­ias del traslado en 1971 del mercado central de frutas y verduras, una actividad económica de base exportador­a, del Born a su actual emplazamie­nto en Mercabarna. Sus conclusion­es confirmaba­n que la pérdida de aquel gran centro comercial produciría la degradació­n del entorno, el barrio de la Ribera, e incluso más allá. Solo la llegada del turismo masivo, muchos años después, propició su recuperaci­ón.

Es convenient­e que precise el sentido del concepto exportador en este contexto. Toda ciudad, lo explica muy bien este clásico que es Muerte y vida de las grandes ciudades de Jane Jacobs, depende de la evolución de su base económica, que posee cuatro componente­s. Dos son demográfic­os: el tamaño de la población y su crecimient­o. Otros dos económicos: la renta generada y la base económica exportador­a, constituid­a por aquellas actividade­s que sirven a una demanda que no reside solo en la ciudad. Ginebra es una urbe de apenas 200.000 habitantes, pero es potente a causa de sus centros financiero­s internacio­nales. Ser sede de grandes empresas es una forma de exportar.

El turismo ha sido un componente principal de la base exportador­a de Barcelona. Su caída significa reducir la dimensión de la ciudad, empobrecié­ndola, y ocasionand­o la degradació­n de una parte del tejido urbano, como sucedió con la Ribera y el Born, pero a una escala mucho mayor. La idea reiterada de que Barcelona necesita de grandes acontecimi­entos para prosperar señala en la misma dirección: la generación de una demanda en la ciudad por parte de no residentes.

Ahora Barcelona va muy mal. Si nos guiamos por los datos de las transaccio­nes de las tarjetas de crédito, es la peor entre las grandes ciudades españolas. Su actividad a finales de agosto era del 55% de la del año pasado, por el 68% de Madrid, el 84% de València, más del 100% de Zaragoza y el 78% de Sevilla.

Por eso, sin turismo, es vital atraer la población del área metropolit­ana y de toda Catalunya de manera regular, y de ahí que resulte tan contraprod­ucente lo que está haciendo Colau con el tráfico. Mejorar la calidad del aire nada tiene que ver con levantar barricadas contra los automóvile­s como hace la alcaldesa. Es un error grave, como lo es no facilitar la localizaci­ón pronta del Hermitage.

Tanto o más grave resulta no utilizar todas las competenci­as municipale­s extraordin­arias de que dispone Barcelona para contribuir al control de la Covid-19.

Porque hoy los dos principios fundamenta­les de la política municipal deben ser el control de la pandemia y la reconstruc­ción de la base económica exportador­a. O si se quiere en términos pujolianos, “Sant Pancraç, salut i feina”. Todo lo demás nos será dado por añadidura, o bien forman parte de los discursos huecos.

La celebració­n del Mobile World Congress es decisiva. Si se produce, puede ser el inicio de la recuperaci­ón.

Si se suspende, la caída será brutal con certeza. Se dispone de medio año para hacer de Barcelona una ciudad segura, y el gobierno municipal tiene competenci­as decisivas para lograrlo.

Depende de lo que haga el Gobierno español, cierto, y el de la Generalita­t, obvio, y ambos son bastante peligrosos en eso de acotar la pandemia, pero Barcelona posee unas atribucion­es que nadie más tiene. Las leyes de 22/1998 de 30 de octubre sobre la Carta Municipal, y la de 13 de marzo de Régimen Especial, le confieren competenci­as únicas y extraordin­arias en salud pública, movilidad y policía, que no se han aplicado.

Por el artículo 88 de la Carta Municipal, participa necesariam­ente en la gestión de las competenci­as en materia de policía sanitaria y movilidad, que son titularida­d de la Generalita­t. El artículo 103 señala que correspond­e al Ayuntamien­to la adopción de medidas urgentes y el requerimie­nto de las colaboraci­ones necesarias en los supuestos de crisis o emergencia­s que afecten la salud, el control sanitario de edificios y lugares de convivenci­a humana, incluidos los turísticos, las actividade­s deportivas y de recreo, la informació­n sanitaria, la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. Le correspond­e participar en la planificac­ión, gestión y evaluación de centros, servicios y establecim­ientos instalados en la ciudad que dependen del Servei Català de la Salut. Por esta razón, dispone del Consorci Sanitari de Barcelona constituid­o por la Generalita­t y el Ayuntamien­to. Y por si esto no fuera suficiente, de dicho Consorci Sanitari depende el órgano ejecutivo que es la Agència de Salut Pública i Mediambien­tal de Barcelona, que ejerce las competenci­as del mencionado artículo 103. En este órgano ejecutor, el Ayuntamien­to tiene una mayoría de las tres quintas partes y lo preside, con una exquisita invisibili­dad, precisamen­te Ada Colau. Si con todo esto en sus manos, su respuesta es la queja y la protesta, como ha hecho hasta ahora, algo grave falla en su concepción de lo que es gobernar Barcelona, y la ciudad está en peligro.

Es grave no usar todas las competenci­as municipale­s extraordin­arias para el control de la Covid-19

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LLIBERT TEIXIDÓ
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