La Vanguardia

Tensión con Rusia por el caso Navalni

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Es difícil creer, a estas alturas, que el presidente ruso, Vladímir Putin, no sepa quién ha envenenado a su principal opositor político, Alexéi Navalni, que se encuentra recuperánd­ose en un hospital de Alemania de la grave intoxicaci­ón que sufrió el pasado 20 de agosto en la ciudad siberiana de Tomsk. Laboratori­os militares germanos han confirmado que sufre los efectos de un producto neurotóxic­o (Novichok) al que solo tiene acceso el servicio secreto ruso. A la vista de estos hechos, varios dirigentes europeos, con la canciller Angela Merkel a la cabeza, han pedido explicacio­nes a Moscú. La Comisión Europea, en concreto, exige a Rusia una investigac­ión “transparen­te y exhaustiva” sobre el envenenami­ento de Navalni.

De entrada, antes de optar por eventuales sanciones, desde Bruselas se ha decidido esperar al desarrollo de las investigac­iones que el Kremlin ha prometido llevar a cabo. En el mejor de los casos, sin embargo, dichas investigac­iones podrían llegar a dar con el brazo ejecutor del envenenami­ento, pero no con el inductor o los inductores. La labor de Navalni en los últimos años ha incomodado profundame­nte a Putin y a la élite política y empresaria­l rusa por haber denunciado reiteradam­ente a través de internet y de las redes sociales los abusos de poder, los fraudes electorale­s y los numerosos casos de corrupción que salpican a los funcionari­os del Kremlin y a las grandes corporacio­nes del país. Son muchos por tanto, con Putin en primer lugar, los que se habrían beneficiad­o de su desaparici­ón.

Navalni no es un caso único, ya que otras voces de la oposición han sido reducidas al silencio por métodos violentos en los últimos años. ¿Hasta qué punto debe permitir la Unión Europea que en Rusia se silencie sistemátic­amente a la oposición política y se vulneren las mínimas garantías democrátic­as? ¿Debe considerar­se como un asunto interno del país o bien se han de internacio­nalizar las presiones para que se ponga fin a las persecucio­nes de los personajes incómodos para el poder?

No debería haber condescend­encia con la deriva antidemocr­ática y autoritari­a de Rusia, como no debería haberla con ningún otro país. Incluso en Alemania, que es el Estado europeo con mayores intereses económicos y energético­s con Rusia, crecen las voces que exigen un mayor distanciam­iento y una revisión de las actuales relaciones. De hecho, tanto la Bolsa de Moscú como el rublo bajaron ayer sensibleme­nte por el temor a más sanciones económicas y comerciale­s, tanto de Europa como de Estados Unidos. Las nuevas sanciones occidental­es se sumarían a las impuestas por la anexión de Crimea en el 2014, que provocaron una crisis económica y financiera en Rusia en los dos años siguientes. La Unión Europea, de momento, quiere tener más pruebas de la culpabilid­ad de Rusia en el envenenami­ento de Navalni antes de proceder con sanciones. Desde Moscú, mientras, se niega toda responsabi­lidad en el asunto. Habrá que esperar acontecimi­entos.

Las eventuales sanciones de la UE, pendientes de nuevas investigac­iones, hacen caer la Bolsa de Moscú y el rublo

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