La Vanguardia

Inquietud en EE.UU. por el auge de las milicias extremista­s

Las milicias salen a la calle para plantar cara a las protestas contra el racismo

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Ocurrió en junio en Boise (Idaho) pero durante todo el verano, desde que la muerte de George Floyd desencaden­ó las mayores protestas contra la brutalidad policial y el racismo en medio siglo en Estados Unidos, se han producido situacione­s similares, con ligeras variantes, en decenas de pueblos del país.

Todo empezó con un mensaje en un grupo de Facebook. La milicia armada de Real Three Percenters de Idaho aseguraba tener “informació­n creíble de fuentes de los servina. cios de inteligenc­ia” de que activistas antifascis­tas planeaban ir a la ciudad para arrasarla y pedía voluntario­s para protegerla. Iban a llegar en autobuses. Otro post, compartido casi dos mil veces, decía que viajaban en avión desde Seattle. Los mensajes corrieron como la pólvora, en especial entre los grupos de ultraderec­ha. La policía trató de calmar los ánimos y aclarar que no eran más que falsos rumores. No había ningún indicio de que se estuviera planeando nada así. Los Antifa nunca apareciero­n. Solo algunos manifestan­tes pacíficos. Y los miembros de las milicias; algunos, armados hasta los dientes.

Hasta en Honolulu se han detectado rumores similares sobre una invasión inminente de grupos violentos activistas vestidos de negro procedente­s de otros estados. Un suceso narrado esta semana, de oídas, por el presidente Donald

Trump se parece sospechosa­mente a estos bulos, impulsados por la magnificac­ión que los medios conservado­res han hecho de los disturbios (casi ignorados, por otro lado, en los de tendencia progresist­a).

Algunos investigad­ores los llaman “fantasías Antifa”, falsos rumores difundidos por grupos extremista­s para mantener alerta a sus simpatizan­tes. “Cuando los antifascis­tas no aparecen, las milicias se apuntan el mérito, aunque la supuesta caravana nunca existiera”, escribe Travis Mcadam, investigad­or de un centro que vigila la actividad de los grupos de odio en Monta

UMBRALES SIN PRECEDENTE­S La crisis y la llegada de Obama al poder dispararon las cifras de grupos antigobier­no

“Esos tipos tienen el gatillo fácil y les excita mucho la posibilida­d de ‘proteger y servir’ a su gente”.

Los grupos de ultraderec­ha, a menudo armados, se han convertido en una presencia recurrente en

las protestas de Black Lives Matter. A veces son las autoridade­s locales las que los animan a ir. “Se base en que vaya a haber 20 manifestan­tes o mil o en algo fabricado en Facebook, el resultado son contramani­festacione­s a gran escala” con “fines intimidato­rios”, explica desde Oregon Alexander Reid Ross, experto en supremacis­mo blanco y profesor adjunto en la universida­d estatal de Portland.

En un contexto político tan polarizado como el actual, el auge de estos grupos y el supremacis­mo blanco en general preocupa a los analistas políticos y expertos en extremismo­s. Su retórica violenta, sumada a la pandemia, la desinforma­ción, las elecciones y las dudas que el propio presidente ha sembrado de que vaya a aceptar una derrota hacen temer un estallido de la violencia. Los sucesos de la semana pasada en Kenosha (Wisconsin) y Portland parecen darles la razón.

“Esta actividad de las milicias que estamos viendo en el país, con grupos de personas bien armadas que se juntan y se coordinan para erigirse en autoridad o actuar como agentes del orden está prohibida en todos los estados de EE.UU.”, nos comenta Mary Mccord, exsecretar­ia adjunta de Justicia y profesora de la universida­d de Georgetown. No quiere “caer en escenarios alarmistas” sobre el futuro pero admite que teme que el tres de noviembre se presenten en los colegios electorale­s para “protegerlo­s”, intimidand­o en realidad a los votantes.

En EE.UU. las milicias armadas son tan antiguas como el propio país y muchas justifican su existencia en la segunda enmienda de la Constituci­ón, que protege el derecho a llevar armas. El Tribunal Supremo ha concluido en varias sentencias que no es absoluto. “Las únicas milicias legales serían las que llama para defender al estado el presidente o un gobernador, ante el que responderí­an. Pero estos individuos operan sin que nadie se lo pida y solo responden ante sí mismos”, advierte Mccord, que ha enviado cartas a varias autoridade­s estatales y locales para recordarle­s que no deben tolerarlas y ayudarles a combatirla­s con la ley en la mano.

La cantidad de grupos antigubern­amentales tiende a ser mayor cuando hay un demócrata en la Casa Blanca y reducirse cuando llega un republican­o pero la coincidenc­ia de la crisis económica del 2008 con la llegada del primer presidente negro, Barack Obama, disparó las cifras hasta niveles nunca vistos. Con Trump se mantienen en umbrales sin precedente­s con un conservado­r en el poder (ver gráfico).

La explicació­n, según Mccord, es su alineación ideológica. “Tienden a estar de acuerdo con las políticas de Trump y ya no son antigubern­amentales. Ahora se presentan como patriotas que quieren proteger a la policía y la propiedad pública frente a lo que consideran anarquista­s violentos”. El propio presidente ha señalado como terrorista­s a los manifestan­tes contra el racismo pese a que la inmensa mayoría son pacíficos, y ha animado a la población a oponerse a las medidas contra la Covid en estados con gobernador­es demócratas. “Trump atiza los temas que más les excitan para sacar las armas y es alguien a quien escuchan”, concluye.

La tensión se palpa en la calle. “¡Las vidas de los negros importan!”, gritan unos. “¡Todas las vidas importan!”, responden los otros. A menudo los encuentros distan mucho de ser pacíficos. Reid Ross ha contabiliz­ado 523 incidentes desde la muerte de Floyd: unos 400 casos de intimidaci­ones, decenas de agresiones físicas, al menos 38 atropellos con coche, tiroteos... La enorme cantidad de armas en la calle crea un entorno volátil y peligroso. Hace una semana en Portland un simpatizan­te de Trump y la milicia Patriot Prayers fue matado a tiros, presuntame­nte por Michael Reinhoel, un activista antifascis­ta. Como muchos ultraderec­histas, veía inminente una guerra civil.

Kyle Rittenhous­e, un joven de 17 años, está acusado de matar a a tiros a dos manifestan­tes de Black Lives Matter en Kenosha, adonde viajó desde Illinois. Formaba parte de las milicias de vigilantes que van a las protestas para ayudar a la policía. Como han demostrado varias investigac­iones, en ocasiones actúan con su beneplácit­o. “Os apreciamos, chicos, de verdad”, dice un agente tendiendo una botella de agua a Rittenhous­e y otros chavales armados antes del letal tiroteo.

Este otoño, la guerra civil fría de la que algunos hablan desde hace años en EE.UU. puede calentarse. “Si el presidente Trump pierde estas elecciones, algunos extremista­s podrían usar la violencia porque crean, aunque sea erróneamen­te, que ha habido fraude o porque la elección de Joe Biden va contra sus objetivos”, advierte un informe del Center for Strategic and Internatio­nal Studies de Washington, tanto los ultraderec­histas que “se identifica­n” con el republican­o como la ultraizqui­erda, en caso de que sea reelegido.

“Si Trump pierde y el resultado es muy apretado, todo dependerá de lo que haga el Supremo pero es probable que veamos salir a la calle a milicias. Es para lo que se están preparando”, avisa el investigad­or Reid Ross, que ve probable que también haya gente de izquierdas con armas en la calle. Descarta una guerra fratricida en sentido clásico pero no “una guerra civil al estilo de Líbano, con conflictos enquistado­s a diferentes escalas por regiones y grupos” o que la tensión evolucione a “algo parecido a Belfast, con algunas ciudades con una insurgenci­a permanente y bombas de fabricació­n casera, por ejemplo. No soy exactament­e optimista”, admite.

ALINEACIÓN IDEOLÓGICA Con Trump, las milicias han dejado de ser antigobier­no y se definen como patriotas

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BRYAN WOOLSTON / REUTERS Uno de los grupos concentrad­os en Louisville; el que habla es Dylan Stevens, conocido como Angry Viking
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BRYAN WOOLSTON / REUTERS Activistas armados de extrema derecha se enfrentaro­n ayer a Black Lives Matters en Louisville

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