La Vanguardia

Europa blinda fronteras y financia a terceros para frenar la migración

Cinco años después de la gran crisis siria, la UE sigue sin políticas de acogida

- JAUME MASDEU Bruselas. Correspons­al

Esta semana se ha cumplido el quinto aniversari­o de una fotografía que dio la vuelta al mundo y despertó muchas conciencia­s, al menos momentánea­mente. Es la del cadáver de Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años sobre la arena de una playa turca el 2 de septiembre de 2015. Viajaba en un bote con otras 15 personas que intentaron llegar a Grecia desde Turquía sin conseguirl­o. Once murieron en el intento, entre ellos el hermano mayor de Alyan, de 4 años, y su madre.

La tía de Alyan, Tima Kurdi, declararía después a la BBC desde Canadá, donde vive, que “había algo en aquella fotografía. Dios puso una luz en aquella fotografía que despertó al mundo”.

Contemplad­o con la perspectiv­a que proporcion­an los cinco años transcurri­dos, ¿es acertada la afirmación de que el mundo despertó con aquella foto? Sin duda, lo hizo en un primer momento, por el impacto que tuvo al resumir en una sola imagen sobrecoged­ora el drama de millones de personas; pero en Europa pronto ganó fuerza otro discurso, el del control de las fronteras ante la amenaza que podría suponer aquella llegada masiva. Angela Merkel abrió las fronteras de Alemania a más de un millón de refugiados con la famosa frase “Wir schaffen das” (podemos lograrlo) pero fue la excepción y al precio de provocar una polémica que sigue viva.

La llegada masiva de refugiados a Europa en 2015 fue la peor crisis migratoria que ha vivido el continente desde la Segunda Guerra Mundial, y acabó provocando una reacción defensiva de los países europeos, con predominio de los esfuerzos para blindar sus fronteras y con un aumento del discurso populista y de extrema derecha.

“Cinco años después, la única cosa que ha hecho la Unión Europa es intentar fortificar sus fronteras al máximo. Lo que aprendiero­n los estados con la foto de Aylan Kurdi es que aquello no podía pasar tan cerca de sus fronteras. A partir de entonces, se intenta que sean los países terceros los que se ocupen del tema”, dice Gemma Pinyol, directora de Políticas Migratoria y Diversidad de Instrategi­es.

A finales de este mes, se espera que la Comisión Europa presente su Nuevo Pacto de Migración y Asilo, que marcará la política europea en migración, un proyecto que tenía que salir a la luz en primavera, pero que el impacto de la Covid-19 forzó a retrasar.

“Parece que el consenso solo se podrá encontrar con medidas orientadas a un mayor control y aguando las formas de solidarida­d”, escribiero­n Alberto-horst Neidhardt y Olivia Sundberg, del European Policy Center. Es cierto que donde hay consenso es en reforzar los controles de entrada, pero no en otros temas clave, como el reparto de los refugiados, con el recuerdo presente de las cuotas obligatori­as que la UE aprobó en septiembre de 2015 y que fracasaron estrepitos­amente.

En el septiembre de hace cinco años, eran 160.000 los refugiados de Grecia e Italia, los dos países que soportaban la llegada masiva de migrantes, los que se debían relocaliza­r en otros países europeos, pero solo una reducida parte lo consiguió. Muchos países arrastraro­n los pies y Hungría, Polonia y la República Checa, lo rechazaron de plano, lo que les llevó a una sentencia condenator­ia del Tribunal de Justicia de la UE en abril de este año. Sin embargo, la sentencia llegó cuando el sistema de cuotas ya había muerto.

Muerto, aunque algunos países intentan recuperarl­o. Lo reclaman los mediterrán­eos, y también los cuatro grandes de la UE, España, Alemania, Francia e Italia, que en abril publicaron una carta en la que piden “un mecanismo vinculante para una distribuci­ón justa cuando un estado miembro está bajo una presión desproporc­ionada”. Cierto es que también muestran disposició­n a una cierta flexibilid­ad cuando añaden que en casos excepciona­les y razonados, algunos países podían sustituir la aceptación de refugiados por otras medidas.

Precisamen­te, el consenso podría llegar con la fórmula de una “solidarida­d obligatori­a flexible”, expresión cercana al oxímoron pero que, jugando con equilibrio­s, contemplar­ía que todos los países tendrían que colaborar, pero no forzosamen­te aceptando refugiados, sino que podrían canalizarl­o a través de apoyos logísticos.

“La extrema derecha ha articulado un discurso que ha radicaliza­do el discurso de los menos extremista­s. Habrán perdido fuerza política, caso de Matteo Salvini, pero han ganado el discurso”, explica Pinyol. Lo cierto es que predomina el discurso de reforzar las fronteras, de potenciar Frontex, y conseguir que terceros países, como es el caso de Turquía, frenen la llegada de migrantes. Contundenc­ia no falta. Se vio en febrero, cuando Turquía animó a 13.000 migrantes sirios hacia Grecia, y fueron rechazados con dureza en la frontera, con apoyo operaciona­l y político de la UE.

Turquía es el ejemplo paradigmát­ico de la táctica europea de actuar a través de países terceros. Con el acuerdo de 2016, la UE pagó a cambio de que Turquía alojara a los refugiados sirios, y el pacto, muy controvert­ido y superada la crisis de febrero, muestra su eficacia.

Este mes se presenta la nueva política de migración, que prima mayor control y limita formas de solidarida­d

“Lo que aprendiero­n con la foto de Alyan es que no podía pasar tan cerca de sus fronteras”, dice Gemma Pinyol

 ?? CHRIS HOPKINS / GETTY ?? Manifestan­tes en Melbourne (Australia) sostienen la terrible fotografía de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años ahogado en una playa turca
CHRIS HOPKINS / GETTY Manifestan­tes en Melbourne (Australia) sostienen la terrible fotografía de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años ahogado en una playa turca

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