La Vanguardia

Mientras tanto

España llega a septiembre en peor estado que en junio: rebrote del virus –especialme­nte intenso en Madrid–, el cráter abierto por el rey emérito y ausencia de un debate bien vertebrado sobre el mañana

- Enric Juliana

Hay dos misterios. ¿Por qué España vuelve a estar en cabeza de los contagios en Europa después de un confinamie­nto severo en primavera? ¿Por qué motivo apenas se discute sobre el destino que se va a dar a las ayudas europeas pactadas el pasado mes de julio?

¿Cuáles son las causas de la penosa recaída que nos tiene en vilo? Nadie se atreve a dar una respuesta rápida y simple a este enigma, ni siquiera el flemático ministro de Sanidad, Salvador Illa. Quizás España esté pagando algunas de sus debilidade­s estructura­les. En primer lugar, un salvaje enfrentami­ento político, que durante meses ha girado sobre la presunta “ilegitimid­ad” del actual Gobierno, es decir, sobre un argumento golpista. Una economía desequilib­rada que vive del verano. Una fortísima dependenci­a del turismo, que no estaba escrita así en el Plan de Estabiliza­ción de 1959, cuya primera columna era la industria. Lagunas legislativ­as que han impedido escalonar mejor el cese del estado de alarma. Un Estado compuesto que cada uno interpreta a su manera, en el que los gobiernos autonómico­s han demostrado tener bastante miedo a la toma de decisiones antipática­s y temporalme­nte impopulare­s. Y por último, aunque no lo último, el debilitami­ento de la autoridad paterna -y materna- en las familias.

A medida que se acercaba el verano, los gremios y las federacion­es empresaria­les que se jugaban el tipo con la temporada turística empezaron a apretar todas las tuercas que tenían a su alcance. El día que Italia anunció que abría fronteras el 3 de junio, empezó a cundir el pánico en todo el litoral mediterrán­eo, desde la Costa Brava a las playas de Cádiz. El presidente vasco Iñigo Urkullu también decidió apretar, con otro objetivo: quería celebrar elecciones en Euskadi en julio para ahorrarse el peligroso desfilader­o de octubre. El presidente gallego Alberto Núñez Feijóo le flanqueaba, por el mismo motivo. (Hay que reconocer que a ambos les ha salido muy bien). Estresado por la discutible decisión de someterse cada quince días a la reválida parlamenta­ria del estado de alarma (podía haber planteado plazos más largos), el Gobierno también necesitaba relajarse. Todo ello condujo a una desescalad­a rápida en busca de una optimista remontada. Hubo, también, una idea maquiavéli­ca: “Y ahora, que las autonomías asuman su responsabi­lidad”. Llegaron las aglomeraci­ones del verano, rebrotaron los contagios y algunos gobiernos autonómico­s empezaron a perder el control de la situación. Catalunya, a finales de julio. Aragón, inmediatam­ente después. La Comunidad de Madrid, a finales de agosto. Estamos hablando de los dos principale­s nodos de poder territoria­l. Estamos hablando de los dos gobiernos que fueron más hostiles al estado de alarma: la pinza primaveral Torra-ayuso. Para algunas autonomías, cerrar discotecas ha sido como organizar el desembarco de Normandía. Les temblaban las piernas. Los gremios son fuertes en la esfera regional. Ahora viene el calvario de las escuelas. Ha habido, es verdad, improvisac­ión e incompeten­cia. El 45,6% de los catalanes suspende la gestión del Govern de la Generalita­t, señala la encuesta de GAD-3 que hoy publica La Vanguardia. La presidenci­a de Isabel Díaz Ayuso se está hundiendo en Madrid y no hay que descartar una moción de censura, si PSOE y Ciudadanos acaban pactando el presupuest­o estatale. Eso no es todo. En las familias, el padre y la madre ya no mandan como antaño. El español obedece al Estado cuando se dispara la alarma, pero no vive sometido a los órdenes de la mamma cuando las cosas se ponen feas fuera de casa. Eso sólo pasa en Italia. Hay en España un vacío cívico entre la nostalgia del Estado fuerte y la escasa añoranza de un padre fuerte.

Segundo misterio. ¿Por qué este verano se ha discutido tanto sobre una República que no vendrá y tan poco sobre el plan de recuperaci­ón? En este caso, la respuesta es más evidente: el cráter radioactiv­o abierto por la salida del país del rey emérito se ha tragado la compleja y perezosa discusión técnica sobre el mañana. Durante varios días de agosto, el hombre que simbolizó la restauraci­ón de la democracia se hallaba en paradero desconocid­o. Agosto ya no es un mes propicio para tapar los asuntos feos. En los veranos digitales y precarios, agosto amplifica y enerva. Evidenteme­nte, el cráter no era el lugar más propicio para discutir sobre las energías renovables, la red 5G, la fabricació­n de hidrógeno verde y la potenciaci­ón del ferrocarri­l. Esa discusión vendrá ahora.

Ahora viene un mientras tanto que no será un mero paréntesis, aunque las vacunas funcionen. Durará años el mientras tanto. “Frente a la eclosión de lo digital, la arquitectu­ra tiene la misión de construir el mundo físico, real”, recordaba hace unos días el arquitecto Josep Lluís Mateo en un buen artículo publicado por este diario. Frente a la eclosión de lo virtual como nueva e impetuosa escala económica, la política tiene la imperiosa obligación de referirse a lo real, a lo material. Quien no entienda eso se estrellará.

El mientras tanto será largo y difícil de gobernar. El banquero Isidre Fainé ha sido de los primeros en captarlo.

España exhibe sus debilidade­s y el cráter del rey emérito se traga el debate sobre los fondos europeos

El 45,6% de los catalanes suspende a la Generalita­t; la presidenci­a de Díaz Ayuso se está hundiendo en Madrid

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Vista de la plaza Sant Jaume de Barcelona, desde la calle Ciutat
ÀLEX GARCIA Vista de la plaza Sant Jaume de Barcelona, desde la calle Ciutat
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain