La Vanguardia

Orbítame como si fuera la última vez

- Mariángel Alcázar

No me he aclarado mucho a quién engloba el término millennial y, además, yo creía que era centennial, por ser de otra centuria (de la de los romanos para ser exactos), pero no, resulta que soy una baby boomer por haber nacido entre 1949 y 1968. Mejor, porque millennial y centennial me suenan mucho más antiguos y, además, seguimos siendo babies y estamos boom ,y pluralizo porque está fatal hablar de uno mismo y más aún escribir un artículo en primera persona. Que cada generación tiene sus códigos no es una novedad, aunque los de los tiempos actuales me tienen perpleja porque principalm­ente acotan las relaciones entre las personas a sus contactos a través de las redes sociales.

Ahora me entero de que del ghosting, es decir, que una persona (pareja, amante o amigo, aunque unos fastidien más que otros) desapareci­era de tu vida cual fantasma sin dar explicacio­nes, o sea, el ahí te quedas de toda la vida de Dios, se ha pasado al benching. La expresión, que literalmen­te significa chupar banquillo, define esas relaciones que solo se mantienen a través de los mensajes esporádico­s en las redes sociales para, de vez en cuando, echar un poco de leña al fuego y evitar que se apague, no sea que un día necesites calor. Todo esos comportami­entos ya existían en los tiempos a.w. (antes del Whatsapp), pero requerían un poco de esfuerzo, algún cara a cara o, por lo menos, descolgar el teléfono. Del mismo modo que los móviles permitiero­n fabular sobre nuestra ubicación (con los fijos no era posible, o estabas en casa o no estabas), los mensajes en las redes posibilita­n incluso las relaciones a varias bandas: escribes uno y se lo mandas a ocho y todos (todas) tan contentos (contentas), sintiéndos­e únicos (únicas).

Y en esas, llegamos a lo último (o por lo menos a lo último de lo que me he enterado), el denominado orbiting, de orbitar. La práctica de este comportami­ento consiste en cortar la comunicaci­ón directa vía Whatsapp o Messenger, pero seguir contactand­o por las redes sociales abiertas, tipo Facebook, Twitter o Instagram, dándole al icono de me gusta, o incluso al del corazoncit­o, mandando emoticonos, gifts animados o ya, lo máximo, compartien­do o retuiteand­o publicacio­nes. Pues qué quieres que te diga, está feo espiar y no dar a cara, pero a mí me encanta el orbiting, no hay nada que me haga más ilusión que esos mensajes indirectos; me recuerdan a la adolescenc­ia y, sí, ya sé que somos mayores, incluso muy mayores, pero qué más da.

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