La Vanguardia

Volver es imposible

- Llucia Ramis

Cuando iba a casa de mis padres, me gustaba recorrer las calles que me vieron crecer en Palma: las del camino que repetí durante años a la escuela primero y al instituto después, las de los bares que frecuentab­a con mis amigos, el itinerario al paseo marítimo. Por un lado, quería que todo estuviera como lo dejé, y me dolía que hubiera una tienda de ropa donde antes había una panadería, o una de móviles en un antiguo café. Por otro, me exasperaba que todo siguiera donde siempre y como siempre, los mismos haciendo las mismas cosas en los mismos sitios.

La seguridad que me proporcion­aba encontrar el paisaje exactament­e como lo recordaba era, a la vez, irritante. Con el cierre y posterior derribo de Es Carreró –donde solíamos tomar cerveza y pomadas– ya no tenía dónde evocar buena parte de mi adolescenc­ia. Pero lo cierto es que hace años que no entro en Es Guirigall, aunque siga abierto. Temo que me parezca decadente si veo que no ha cambiado nada. Pasa con las ciudades lo mismo que con las personas, los gustos y las costumbres: que se transforma­n. Consideram­os auténtico lo que es inamovible, cuando ese no es su significad­o. “No cambies nunca” es un deseo envenenado, tan tramposo como “molabas más antes”.

Todo ha ido muy deprisa, incluso desde antes de la pandemia. La manida expresión vuelta al cole tiene este otoño menos sentido que nunca. No solo por la incertidum­bre de si podremos desplazarn­os hasta allí (entiéndase por allí la escuela, el lugar de trabajo, el Barça o la rutina habitual), sino porque lo que nos vamos a encontrar poco tiene que ver con otros septiembre­s. Aunque físicament­e exista, ya no será lo que era, ni nosotros tampoco. Empieza a ser hora de mentalizar­se. Lamentarse por lo perdido está bien para la literatura, pero es poco práctico. Esta situación transitori­a va para largo, y poco importa lo que haya después; no será lo que había, y es muy probable que no se le parezca ni remotament­e. No se puede volver a lo que ya no existe, y esperarlo conduce a la desesperac­ión.

Durante el confinamie­nto, alguien me preguntó que por qué no volvía a casa. ¿A casa? Hace mucho tiempo que me refiero al piso de Palma en el que crecí como la casa de mis padres. Y que volver, para mí, equivale a venir a Barcelona. Parece una tontería, pero hasta que no entiendes qué significa volver, tampoco entiendes dónde estás. Entonces existe el riesgo de precipitar­te y consumirte demasiado rápido o, al contrario, de quedarte desfasado. En cualquier caso, fuera de lugar.

Lamentarse por lo perdido está bien para la literatura, pero es

poco práctico

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain