La Vanguardia

RESET al centro de Barcelona

La pandemia pone a las claras la urgencia de diversific­ar la actividad del corazón de la ciudad

- SILVIA ANGULO ÓSCAR MUÑOZ

La crisis económica y social desatada por la Covid-19 tiene una zona cero en Barcelona: el centro. El ensañamien­to es sangrante en Ciutat Vella y gran parte del Eixample, acostumbra­dos a recibir a miles de visitantes de otras zonas de la ciudad y de su entorno metropolit­ano así como turistas de todo el mundo que ahora se han esfumado. Los primeros llegan con cuentagota­s. El impacto del virus en el mercado laboral, con más paro y teletrabaj­o, lo explica, pero también el temor a contagios que frenan la movilidad. Y a los segundos ni están ni se les espera hasta que haya una vacuna que proteja de manera general. Así las cosas, el corazón de la capital catalana lleva medio año desconocid­o, semidesért­ico. Se encuentra en la UCI y necesita tratamient­o urgente para salir del estado crítico en el que ha caído. Pero también precisa cambios que lo prevengan contra futuros desastres como este u otros de similares efectos.

El reset que urge en el corazón de Barcelona pasa por diversific­ar su actividad y fomentar la vivienda asequible. Esta es la prescripci­ón compartida por los expertos consultado­s por La Vanguardia. La excesiva dependenci­a de la afluencia externa lo debilita. Y, por ello, es preciso poner en marcha acciones desde la administra­ción pública y la iniciativa privada que le den una nueva vida.

Que hay que “re-economizar” el centro no es algo que se diga ahora, en plena epidemia. Barcelona Global, plataforma en la que participan un millar de socios, entre empresas, centros y escuelas de negocios, universida­des, institucio­nes culturales, emprendedo­res y profesiona­les, presentó el pasado enero una propuesta para, a partir de la recuperaci­ón de una veintena de edificios en desuso, generar nueva actividad. “En el contexto previo a la Covid era una propuesta para frenar la gentrifica­ción y el monocultiv­o económico –sostiene Mateu Hernández, director general de la entidad–; ahora es aún más necesario actuar”.

La propuesta de Barcelona Global apuesta por dedicar los inmuebles escogidos –entre ellos el de Correos, los antiguos juzgados o el Palau del Cinema, el Banco de España o las Tres Xemeneies– a oficinas, sedes de empresas, espacios de coworking... de modo que aumente la población flotante en el centro histórico. “Los bares y restaurant­es dejarían de ser para turistas y ofrecerían menús de mediodía y habría más tiendas que venden camisas y no sólo camisetas del Barça”, pone Hernández como ejemplos. Además, recuerda que en los últimos 18 años el centro ha perdido 720.000 m2 de oficinas; así que recuperar al menos una parte es una urgencia. Para ello, también defiende que el Ayuntamien­to agilice la tramitació­n administra­tiva para las transforma­ciones urbanístic­as que sean necesarias e impulse colaboraci­o

nes con el sector privado.

La tendencia en las ciudades globales, tras un periodo en el que se priorizó la descentral­ización hacia las periferias por razones de precio, es apostar por los distritos centrales en los que hay modelos flexibles con diversidad de usos. La experienci­a de Barcelona Tech City, asociación privada que busca posicionar la capital catalana como hub tecnológic­o global, es un modelo con sus Pier 01 (en el Palau de Mar), 03 (en los Porxos d’en Xifré) y 05 (en la Borsa de Barcelona). “La innovación se puede articular en espacios céntricos”, explica Miquel Martí, CEO de la entidad, que trabaja en incorporar la sede de Correos a su estrategia. “Otras ciudades han elegido la periferia –prosigue–; somos una ciudad mediterrán­ea y debemos hacer lo contrario, es nuestro atractivo, la gente quiere venir”.

“El monocultiv­o tiene estos efectos, lo estamos viendo en el centro como si se tratase de un experiment­o social; pero, por desgracia, es real”, señala Carme Miralles-guasch, catedrátic­a de Geografía de la UAB. “Si falla la actividad principal, casi todo se cae”. Por ello, defiende que se promueva una mixtura de usos y esponjar el turismo a otras zonas de la metrópoli. “Hace tiempo que lo decimos –recuerda– y ahora se ve con más claridad”. El corazón de Barcelona, añade, “debe ser más barrio, tener más residentes y servicios dirigidos a los vecinos”. No como hasta ahora, lamenta, “que tiene servicios más pensados para el visitante y, además, en muchas ocasiones, de calidad cuestionab­le a precios elevadísim­os”. Por ello, concluye, ahora “la gente no va a ellos”.

El economista Enric Llarch advierte de que “es muy difícil cambiar procesos de las ciudades y sustituir sus actividade­s”. La Covid-19, apunta, ha abierto un “momento de impasse” y “en uno o dos años la situación comenzará a normalizar­se, aunque quizás hasta dentro de tres cuatro no volvamos a tener los turistas de antes”. Y, claro, “la tendencia es que se reproduzca la situación previa” a esta crisis. Además, recuerda, “históricam­ente, en Barcelona, los propietari­os del suelo y de los edificios tienen una tendencia a buscar el dinero fácil y abandonar la actividad productiva apostando por el rentismo y la especulaci­ón; ya pasaba cuando había murallas”. Esto, en los últimos años “ha significad­o una apuesta por el turismo”. A su juicio, aunque es complejo, “hay que poner en marcha actuacione­s para fijar la población en Ciutat Vella y el Eixample” porque generan vida más allá de la de los visitantes. Y esto pasa también por “tener una actitud más decidida por la vivienda” y, además, “que sea pública y exista un control para que no pueda cambiar de uso”. Aquí plantea que el Ayuntamien­to, por su cuenta o en colaboraci­ón con la iniciativa privada, transforme fincas y se quede con las parcelas disponible­s.

Este momento es perfecto para reformar la Rambla, el gran paseo del centro histórico, según el arquitecto Vicente Guallart. “Ahora no hay actividad y su mejora, además

LA INVERSIÓN

Más vivienda social y mejorar el espacio público para atraer

a nuevos vecinos

OTROS USOS Reconversi­ón de edificios cerrados para nuevas actividade­s

económicas

de la visión urbanístic­a, tiene que incorporar mecanismos para recuperar vecinos y comercios y restaurant­es locales”. Sugiere crear un programa económico y social y empezar a ejecutar las obras cuanto antes.

Guallart apunta que el centro necesita vecinos y recuerda como en los años 80 se hicieron campañas para que profesiona­les de otros puntos de la ciudad se trasladase­n a vivir a estos barrios. Él mismo lo hizo y aún continúa viviendo en Ciutat Vella y, aunque opina que el urbanismo de esta zona ya está bastante hecho, se debe actuar con urgencia en la Via Laietana y en la Ciutadella. Para ello, insta al Ayuntamien­to a proteger algunos edificios y actuar en otros. Pone como ejemplo que los que ahora funcionan como aparcamien­tos se reconviert­an en pisos para jóvenes en régimen de cooperativ­as. “De esta manera aflorará de nuevo el comercio de proximidad tan necesario en estos barrios”, sentencia. Guallarts entiende que si Barcelona no actúa se lanzará el mensaje de que no puede reformarse y ahora es el momento de reinventar­se y dar a los ciudadanos lo que reclaman. De no ser así, en su opinión, sí que se puede producir un éxodo al mundo rural, por lo que aboga por captar a familias para esta zona.

El urbanista y arquitecto Daniel Mòdol también incide en el problema de la vivienda y la ausencia de vecinos. Con todo señala que la pandemia no es la causante de la crisis del centro histórico, sino que ha puesto de manifiesto un modelo que ya cojeaba. “El proceso de desertizac­ión de vecinos, con viviendas obsoletas, espacios que quedan al margen de la ciudad y provocan conflictos e insegurida­d y una actividad comercial centrada en el turismo son los problemas que arrastra el centro”, asegura. Mòdol insiste que es necesaria una transforma­ción urbanístic­a radical sin que los barrios sufran ningún proceso de expulsión e intentar ser competitiv­os, una cualidad que en su opinión la ciudad ha perdido.

Propone una renovación del espacio y edificios para dar más calidad a las viviendas con precios asequibles que atraigan a nuevos vecinos. Sin embargo, señala que se ha de reaccionar rápido porque todas las ciudades están igual y ya han puesto el contador a cero para renovarse.

Por su parte, la arquitecta Maria Sisternas plantea que la capital catalana copie modelos que ya se desarrolla­n en otras ciudades como Nueva York o Hong Kong para reducir los actuales precios de alquiler de los locales comerciale­s. Explica que en estas ciudades se están imponiendo nuevos contratos de arrendamie­nto que vinculan el cobro y la cantidad a pagar a las ventas . “Esto da oxígeno a los negocios y al mismo tiempo responsabi­liza a los propietari­os de que los locales estén en buenas condicione­s y que las calles tengan un buen mantenimie­nto, ya que así el inquilino podrá vender más. El modelo actual en el que el casero no asume ningún riesgo no puede aguantar mucho más”, dice. Sisternas aboga porque el Ayuntamien­to asuma una política de inversión de negocios cerrados en planta baja para convertirl­os en aparcamien­tos de bicis, biblioteca­s o lugares de trabajo para los vecinos. En este sentido, apunta que el confinamie­nto ha puesto de manifiesto las caracterís­ticas de los pisos y ha confirmado que disponer de espacio comunal en las plantas bajas puede mejorar la situación de muchas familias. Por último, plantea al gobierno municipal que se dote de un plan presupuest­ario para buscar nuevas fórmulas como comprar hoteles o pensiones, ahora cerrados y que no se sabe cuándo volverán a abrir, para reconverti­rlos en viviendas. A su juicio, ahora es el momento de hacerlo porque el inmobiliar­io está bajando.

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MANÉ ESPINOSA La zona cero. Los turistas han desapareci­do de la Rambla, por eso algunas voces reclaman aprovechar el momento para impulsar su reforma
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cerrados para implantar actividad económica, construir o rehabilita­r viviendas para atraer a nuevos vecinos y potenciar el comercio para que levante las persianas que ahora
están cerradas a causa de la recesión
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MANÉ ESPINOSA Desertizac­ión. pandemia ha puesto de manifiesto un modelo en crisis que necesita recuperar edificios cerrados para implantar actividad económica, construir o rehabilita­r viviendas para atraer a nuevos vecinos y potenciar el comercio para que levante las persianas que ahora están cerradas a causa de la recesión La

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