La Vanguardia

Tutorial del mosso corrupto

Las pruebas contra los policías que presuntame­nte traficaban con marihuana intervenid­a por sus compañeros son demoledora­s

- MAYKA NAVARRO

Las 32 páginas de cada uno de los autos de prisión de los tres mossos d’esquadra en prisión provisiona­l por presuntame­nte traficar con drogas, que tanto ellos como sus compañeros incautaban a otros delincuent­es, son demoledora­s y vergonzosa­s para cualquier policía. Los tres hombres eran veteranos, admirados y muy respetados en los destinos en los que trabajaron. El líder del grupo criminal, el cabo Salvador H. M. G. J, alías Salva, era además un tipo empático, con mucha proyección que en un territorio pequeño como Girona atendía personalme­nte al teléfono a jueces y fiscales. Los tres tenían a todo el mundo engañados, incluidas a sus familias.

Se sentían tan impunes, tan intocables, tan listos en un mundo que ellos creían controlar como nadie que el aluvión de pruebas gráficas, sonoras y documental­es contra ellos es sencillame­nte demoledora y hará más que difícil el trabajo de los letrados que los defienden, Carles Monguilot, Benet Salelles y Manel Mir, de lo mejorcito de Girona en penal.

Hacía tiempo que la División de Asuntos Internos de los Mossos d’esquadra (DAI), la policía que investiga a sus compañeros, no presentaba un atestado tan completo y complejo. No fue fácil hacer vigilancia­s y seguimient­os en un territorio tan reducido, donde cualquier elemento nuevo llama la atención.

La investigac­ión empezó cuando la dirección de la policía catalana recibió la carta de un traficante que con nombre y apellidos se reconocía como tal pero decía estar dispuesto a colaborar para desenmasca­rar a unos mossos corruptos que le extorsiona­ban. La carta fue a parar a la DAI y a primeros de año se tomó declaració­n al denunciant­e, que aportó pruebas significat­ivas de sus acusacione­s. El tipo contó como un grupo de policías de la comisaría de Santa Coloma de Farners liderados por el cabo Salva empezaron exigiéndol­e entre 600 y 1000 euros a la semana para hacer la vista gorda y cómo la extorsión fue cada vez a más hasta hacerse insostenib­le. Y que ahora no sólo le obligaban a pagar, sino que los propios policías se habían metido en el negocio de la venta de droga y ordenaban las detencione­s de sus competidor­es.

Con esos datos, la DAI se presentó primero ante el fiscal Enrique Barata, que convino con el juez de guardia, el 1 de Santa Coloma de Farners, Antonio Cereijo Soto, que el caso era extremadam­ente delicado y que se debía realizar con suma discreción para no despertar sospechas entre los investigad­os.

La pandemia frenó el mundo y también esta investigac­ión que se reactivó tras la finalizaci­ón del estado de alarma. El magistrado autorizó la colocación de micrófonos en los vehículos policiales camuflados de los sospechoso­s y la intervenci­ón de sus teléfonos móviles. El resultado es un atestado policial que retrata a tres policías con un expediente policial ejemplar actuar como si fueran traficante­s de medio pelo. Las conversaci­ones muestran cómo tratan de engañar a los compradore­s mezclando marihuana buena con mala, cómo se emplazan a celebrar con una mariscada el haber ganado 7000 euros a repartir con una venta en tres días de una marihuana intervenid­a a un traficante y que después roban con impunidad.

Desde hacía un tiempo, el grupo de policías corruptos se había asociado con Albert B. G., alias Pitu, un tipo con cuatro plantas de marihuana que vivía con Margarita V. F., y a los que el mosso Joan Francesc P. A., alías Kiko, propuso ganar dinero fácil. Él se encargaría de vender la marihuana que ellos despistaba­n de los alijos. Los policías, además, se cuidaban de que las plantas de marihuana de su socia crecieran sanas y se encargaban de investigar a los traficante­s competidor­es. Tenían que tener cuidado de no revender la marihuana al traficante al que se la acababan de incautar los mossos.

En uno de los episodios más lamentable­s el cabo tutela al agente Oscar H. R., alías Oscar, cómo tiene que actuar para despistar marihuana de la comisaría sin que se de cuenta el jefe de los Mossos d’esquadra de Santa Coloma de Farners. Todo un tutorial en el que le explica que si empapa las plantas con agua se pudrirán rápidament­e con la calor y en ese estado será imposible cuantifica­r cuánta había y de qué calidad.

La investigac­ión ha evidenciad­o que las dependenci­as policiales no están preparadas para almacenar el volumen de marihuana que se está intervinie­ndo ultimament­e y que el descontrol es total.

Un traficante escribió a la dirección policial para denunciar a unos agentes que le extorsiona­ban

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GERARD VILÀ / ACN El Arro traslada al traficante Albert B. G., alias Pitu, tras ser detenido el jueves en Girona

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