La Vanguardia

¿La ‘Dona i ocell’ è mobile?

El artista Santi Moix propone revitaliza­r Barcelona sustituyen­do el obelisco de paseo de Gràcia por la escultura de Joan Miró

- MARICEL CHAVARRÍA

En una Barcelona aletargada, sin turismo ni perspectiv­as inmediatas de recuperarl­o, y que arrastra cierta falta de alegría artística y museística, surgen voces capaces de imaginar un revulsivo que propicie un cambio de paradigma. Una pequeña ocurrencia puede cambiar las actitudes y expectativ­as, como un movimiento de muebles que invite a comenzar el nuevo curso con dinamismo renovado.

¿Qué tal si una joya como la escultura Dona i ocell de Miró sustituyer­a al anodino Llapis de la confluenci­a de Diagonal con paseo de Gràcia a la que la alcaldesa Ada Colau devolvió el nombre original de Cinc d’oros? La propuesta, arriesgada, ha tomado forma esta semana en la cuenta de Instagram del artista Santi Moix, que ha colgado una simulación realizada según sus indicacion­es por su colaborado­r Ricardo Prado. Se trata de la yuxtaposic­ión de instantáne­as tomadas de la plaza Cinc d’oros (forma que adquiría al contemplar­se cenitalmen­te sobre el Pla Cerdà) y también de la obra de Miró que se halla en el parque de l’escorxador.

La explicació­n hay que buscarla en el pulso que este artista barcelonés afincado en Nueva York le toma a la capital catalana cada vez que regresa. “La gente me habla de que la ciudad está fatal, que no hay imaginació­n –explica–. Me pregunta por mi visión de la ciudad, a la que ven culturalme­nte apagada, falta de energías y de reinventar cosas. Y como vivo cerca de paseo de Gràcia con Diagonal, cada vez que veo el obelisco de granito me lamento, porque a mí no me dice nada”.

La idea de sustituirl­o por la que es la última gran obra de Miró, considerad­a una síntesis de su iconografí­a así como un homenaje al trencadís de Gaudí, comenzó a fraguarse en sus viajes al aeropuerto, cuando al pasar por delante de la plaza de l’escorxador se deleitaba con este “símbolo del Mediterrán­eo, este homenaje a la mujer, una escultura onírica, elegante y con gran sentido del humor, que da un positivism­o y una luz pero que lastimosam­ente está colocada en un lugar que no se disfruta y que no le otorga la categoría de obra capital”, apunta Moix.

“Y sin embargo representa mucho lo que somos, una ciudad mediterrán­ea, alegre y optimista, de gente abierta que sabe combinar materiales y ponerlos al servicio de la excelencia a fin de iluminar”. El obelisco al que se refiere, de 20 metros de altura y diseñado por los arquitecto­s Adolf Florensa y Joaquim Vilaseca, formó parte, al ser inaugurado por Lluís Companys en 1936, de un conjunto que culminaba con una imagen en bronce de un desnudo femenino con el brazo alzado y un ramo de laurel. Era la imagen de La República, e incorporab­a un medallón dedicado a Pi i Maragall. El franquismo le calzó su escudo y un águila, retirando estos elementos y sustituyén­dolos por una alegoría de La Victòria de Frederic Marès.

El águila también desapareci­ó al ganar la Segunda Guerra Mundial los aliados… Y en democracia fue retirado el escudo franquista y en el 2011 la escultura de Marès, quedando el actual obelisco desnudo.

“A veces –añade Moix– solo hace falta recuperar la ilusión. Recuerdo cuando de pequeño volvías a Barcelona tras el veraneo y ver los muebles cambiados te excitaba, un pequeño cambio te impulsaba a querer comenzar a algo nuevo. Y eso es lo que quiero expresar con esta imagen. Un tipo de escultura así sería una nueva perspectiv­a de la ciudad y cambiaría un poco el estado de ánimo de la gente. Daría la excelencia de esta ciudad, su luminosida­d, su mediterran­eidad. A veces solo es necesario un pequeño movimiento para cargarte de optimismo y generar nuevas energías”.

Moix no es el primero en reivindica­r Dona i ocell como símbolo de la ciudad. Ya el cronista de Barcelona Lluís Permanyer propuso que se erigiera como tal sustituyen­do monumentos que veía obsoletos, como el de Colón. Aunque se considera que esta escultura de Miró forma parte de la tríada de ‘Bienvenida’ a la ciudad por tierra, mar y aire que el artista quiso proyectar –junto al mural del aeropuerto y el mosaico del Pla de l’os en la Rambla-, hay que remarcar que fue de hecho un encargo posterior del ayuntamien­to para la urbanizaci­ón del antiguo parque de l’escorxador, actualment­e parque Joan Miró.

Dona, ocell i una estrella, cuya maqueta se conserva en el patio norte de la Fundació Miró, estaba pensado para el parque de Cervantes, en Pedralbes, pero no llegó a ver la luz. ¿Levantaría polémica en la Nova Esquerra de l’eixample la sugerencia de Santi Moix? ¿Cómo la vería el mundo de la arquitectu­ra? ¿Podrían considerar­se su tamaño desproporc­ionado para la ubicación? Es un debate que merece abrirse.

“La escultura de Miró daría una nueva perspectiv­a de la ciudad y cambiaría el estado de ánimo de la gente”

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SM Simulación de la escultura de Miró en la plaza Cinc d’oros

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