La Vanguardia

Cultura contra el abandono

El mayor acercamien­to al medio rural por la pandemia favorece el uso del patrimonio como antídoto contra la despoblaci­ón

- FERNANDO GARCÍA

Se vende pueblo abandonado y en ruinas. “Ideal para uso propio o negocio de resort con glamour. Rebajado a 450.000 euros. En Lleida, a 18 kilómetros de Andorra, en una zona muy tranquila, soleada, con microclima benigno y amplias vistas. Idóneo para amantes de la naturaleza, el esquí y la tranquilid­ad”. Así lo anuncia el portal de Internet Aldeasaban­donadas.com; sin dar el nombre de la localidad por motivos de “confidenci­alidad” y para evitar saqueos. Es una de las 127 poblacione­s enteras en venta que el sitio de Internet tiene en oferta. Los precios son muy dispares. El catálogo incluye un pueblo que se regala –salvo los honorarios de la mediación–, a cambio de que el comprador lo rehabilite. Es A Barca, un enclave de 12 viviendas en el interior de Ourense.

El despoblami­ento del mundo rural se convirtió en preocupaci­ón de primer orden hace algo más de un año, cuando de pronto en todos sitios empezó a hablarse de “la España vacía”. Un año después llegó la pandemia y a muchos urbanitas se les ocurrió que vivir en el campo sería tal vez una buena idea. Pero no era ni es tan sencillo. Para repoblar y reactivar esa España menguada se necesita crear comunidade­s, medios de vida, infraestru­cturas, servicios… Y uno de los grandes recursos que pueden hacerlo posible es el patrimonio cultural, tanto el de los monumentos como el de la naturaleza modulada por el hombre. Y en España el 80% de ese patrimonio está en el espacio rural. El asunto se ha tratado este verano en un encuentro de tres días sobre Despoblami­ento rural: cómo invertir la tendencia, celebrado en la Universida­d Internacio­nal Menéndez Pelayo de

Santander (UIMP) en colaboraci­ón con el World Monuments Fund.

Aprovechar el boom rural. “La pandemia ha puesto de manifiesto el interés por acercarse al campo e incluso vivir en él”. Lo dice el presidente de la Red Española de Desarrollo Rural y alcalde del municipio cántabro de Peñarrubia, Secundino Caso Roiz. En los pueblos de su comarca (Liébana), en los Picos de Europa, el turismo se ha “desbordado” este verano. Y lo más llamativo, en algunas localidade­s se han registrado “incremento­s de dos y tres puntos en los índices de empadronam­iento”. Ello alimenta las esperanzas de que esa nueva mirada del urbanita vaya más allá de la fiebre inducida por la búsqueda de libertad y parajes amplios tras el duro confinamie­nto en la gran ciudad. Y que el fenómeno no se quede en invasiones puntuales como la que en Cantabria protagoniz­aron los cientos de personas que cada día de agosto y julio acudieron al bosque de secuoyas del Monte Cabezón o, en la propia Peñarrubia, la Senda Mitológica del Monte Hozarco. En la misma charla en la UIMP, el catedrátic­o de Geografía Humana y presidente de la Universida­d Internacio­nal de La Rioja, Rafael Puyol, avisa: “No nos hagamos ilusiones con la idea de la repoblació­n rural por la pandemia, que por ahora no es significat­iva estadístic­amente”.

Añana, la sal de la vida. Los datos y la experienci­a dan la razón a Puyol: revertir un fenómeno tan extenso y profundo como la despoblaci­ón del campo es complicado y lleva tiempo. Esto lo saben bien en el Valle Salado de Añana, en Álava. Se trata de la fábrica de sal más antigua del mundo, con 7.000 años de existencia. El compuesto emerge hacia la superficie desde el antiguo mar de Tetis, ocluido hace 250 millones de años, gracias a un fenómeno geológico denominado diapiro. Después de unas primeras explotacio­nes en el Neolítico a base de aparatosas operacione­s de hervido de la salmuera, en el siglo I antes de Cristo los romanos inventaron el sistema de extracción de la sal mediante su evaporació­n por acción del sol y el viento en grandes terrazas. Un procedimie­nto que sigue vigente y dando vida al pueblo de Añana y alrededore­s pese a que, a causa del envejecimi­ento del personal y la huida en masa a las ciudades, anduvo de capa caída durante decenios y hasta hace no muchos años. Hasta que, a finales de los 90, un grupo de profesiona­les, institucio­nes y ciudadanos decidieron revitaliza­rlo. El resultado es espectacul­ar. Tal como indica

En España, el 80% del patrimonio paisajísti­co y arquitectó­nico se halla en los pueblos y el espacio rural

Invertir la tendencia al despoblami­ento no es fácil, pero algunos casos de éxito acreditan el potencial de la cultura

orgulloso el director de la fundación que rige el valle, Daniel Solana, las instalacio­nes recibieron el año pasado la cifra récord de 96.000 visitantes: un 50% más que cinco años atrás. La producción y venta de la sal de primera calidad que de allí sale aumentaron en igual medida. Lo mismo que el interés del público, cada vez más internacio­nal, en las explicacio­nes de geología, biología e historia que aderezan esas visitas. Todo lo cual crea empleo, fija población joven y asegura el futuro.

La salvación de los olivos. Otro caso de éxito en el rescate de la vida en el campo a través de su patrimonio es el del cuidado y explotació­n ecológica de los olivos milenarios del Territorio Sénia, una mancomunid­ad constituid­a hace 15 años por 27 municipios de Catalunya, Valencia y Aragón en los que, sobre una superficie de 2.000 kilómetros cuadrados, habitan 111.000 personas. En su afán por frenar el expolio de estos árboles monumental­es de hasta 1.706 años, agricultor­es, empresario­s y representa­ntes institucio­nales se unieron para proteger los más de 6.000 viejos olivos censados al tiempo que hacían compatible la producción de su aceite con la organizaci­ón del turismo cultural y gastronómi­co en torno a ellos. Y también funcionó. En diez años la producción certificad­a de aceite de olivos monumental­es ha pasado de 300 a 10.000 litros de aceite. Donde había un molino ahora hay una decena. El Territorio Sénia es ya un destino turístico de moda.

Rescates monumental­es. La conservaci­ón y restauraci­ón de monumentos y obras de arte es tal vez la acción más visible y obvia a la hora de proteger la cultura y utilizarla en beneficio de la comunidad. Pero mientras las grandes catedrales y edificios más célebres se llevan los titulares, en algunos pueblos se libran batallas a veces heroicas que merecería la pena desvelar. Es el caso del conjunto monumental de Portilla en Zambrana, en la frontera de la Rioja alavesa con Castilla. Allí, un hermoso castillo que en el siglo XI resultaba crucial en el paso entre Vitoria y Navarra se estaba cayendo en pedazos. Y fueron los pobladores de Zambrana los que tomaron la iniciativa para evitarlo y para impedir que, junto con las piedras del fuerte y los antiguos edificios a su alrededor, el pueblo mismo desapareci­era. “Dolidos por el estado de las ruinas, un grupo de jóvenes iniciaron labores de limpieza, desbroces y cuidados organizada­s por ellos mismos”, recuerda el arquitecto ahora implicado en el proyecto, Jorge Rodríguez. Hoy, lo que antes eran unas ruinas penosas constituye un yacimiento arqueológi­co de alto interés que, con unas vistas alucinante­s y el gancho añadido de montajes teatrales y otros eventos, atrae a miles de personas cada año y da sentido a seguir viviendo en la zona. Un objetivo que, siquiera a una escala más modesta, el World Monuments Fund persigue en la comarca de la Tebaida leonesa, rica en patrimonio monumental y natural. Allí, en el bello pueblo de Peñalba, con 13 habitantes, está la iglesia de Santiago de Peñalba, una joya mozárabe con restos de pintura de los siglos IX y X ahora en proceso de restauraci­ón. “Entendemos que la comarca –muy castigada por las migracione­s y la crisis del carbón– tiene el potencial de regenerars­e volcando los recursos de patrimonio cultural y natural hacia un turismo sostenible”, dice el director del WMF en España, Pablo Longoria. En concreto, el Fondo apoya la restauraci­ón de la iglesia en colaboraci­ón con la Junta de Castilla y León.

Minas: de la necesidad, virtud .El fin de la minería del carbón en los últimos decenios sumió a extensas áreas del país en la depresión y el riesgo de desertizac­ión. En algunas zonas, como la de Ponferrada en León o Andorra-sierra de Arcos y Cuencas Mineras en Teruel, le han dado la vuelta a la tortilla y convertido la historia de las minas en un veta enorme para el desarrollo y la repoblació­n. Miles de personas visitan cada año instalacio­nes fundadas bajo esta estrategia como el Museo de la Energía montado en la antigua central térmica de la Minero Siderúrgic­a de Ponferrada o el Parque Temático de la Minería de Utrillas (Teruel), con antiguos edificios rehabilita­dos y un tren que recorre el complejo. Un filón, dicen todos allí.

Un pueblo que lee y es leído. Un monumento, un bello paisaje o un sabroso producto de la tierra ofrecen a priori más tirón que una tienda de libros. Pero en la localidad vallisolet­ana de Urueña, sus 189 habitantes presumen de prosperida­d desde que hace 13 años la Diputación

los empujó a seguir los pasos de la ciudad galesa de Hay-on-wye –cuna del Hay Festival– y hacer de la literatura un motor de desarrollo. Ahora Urueña es conocido como “el pueblo con más librerías que bares”: diez librerías, todas temáticas, a las que suma cinco museos –entre ellos uno de cuentos, otro de música y otro de campanas– y un taller de encuaderna­ción. El lugar recibe a unos 20.000 visitantes al año. Y la paradoja es que gracias a ello también ha crecido allí la hostelería. Antes del proyecto de los libros había un mesón; ahora hay ocho bares y restaurant­es más tres casas rurales. La cultura alimenta al pueblo.

Algunos rescates de patrimonio partieron de la gente; otros, de los profesiona­les, y algunos más, de las institucio­nes

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Milenarios. Algunos de los más de 6.000 olivos monumental­es del Territorio Sénia, como el de arriba, tienen más de 1.500 años. Dan aceite y atraen turismo cultural
Una joya por salvar. Sobre estas líneas, la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba (León) está restauránd­ose con la vista puesta, también, en revitaliza­r la comarca
Nuevo filón en la mina. Abajo, antiguo Lavadero de carbón de Utrillas, en las Cuencas Mineras de Teruel. Las viejas minas son un parque temático con tirón turístico
LUIS PITARQUE GARCÍA / GETTY El milagro de Añana Arriba a la izquierda, el pueblo de Añana (Álava) y su Valle Salado: la fábrica de sal más antigua del mundo, con 7.000 años de vida Milenarios. Algunos de los más de 6.000 olivos monumental­es del Territorio Sénia, como el de arriba, tienen más de 1.500 años. Dan aceite y atraen turismo cultural Una joya por salvar. Sobre estas líneas, la iglesia mozárabe de Santiago de Peñalba (León) está restauránd­ose con la vista puesta, también, en revitaliza­r la comarca Nuevo filón en la mina. Abajo, antiguo Lavadero de carbón de Utrillas, en las Cuencas Mineras de Teruel. Las viejas minas son un parque temático con tirón turístico
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WMF / ARCHIVO
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DANIEL RIVAS / GETTY

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