La Vanguardia

Hay años extraños

Los especialis­tas españoles se derriten en una carrera de vértigo

- SERGIO HEREDIA

–La clave es que no llegara Mario Mola– decía el francés Vincent Luis (31) ante las cámaras.

No sabremos si Vincent Luis sonreía, cosas de la mascarilla, que todo lo tapa. Aunque intuimos que se sentía satisfecho: acababa de reeditar su título mundial de triatlón.

Vincent Luis hablaba, y en ese instante aún había triatletas llegando a meta, y entre ellos el mismo Mario Mola (30), campeón del mundo en tres ocasiones (2016, 2017 y 2018), esta vez vestido de comparsa. Sería el 46.º, a casi tres minutos del ganador.

Había un mundo entre el uno y el otro, un abismo en la modalidad de sprint (750 m a nado, 20 km en bicicleta y 5 km a pie): apenas cincuenta minutos de esfuerzo a 190 pulsacione­s.

Cierto, el grupo de cabeza había hecho su trabajo.

A eso juegan los Brownlee. Ocho hombres habían nadado y habían pedaleado al límite del dolor, cumpliendo las órdenes de los dos británicos, que desde la bicicleta les azuzaban, y abriendo un espacio de 20 segundos sobre el grupo perseguido­r, allí donde avanzaban los españoles (Serrat, 24.º; Alarza, 27.º) , incluido Mola.

–La clave es que no llegara Mario Mola –repetía Vincent Luis. Sus motivos tenía.

En este año extraño, Mola ha regresado a sus orígenes, al atletismo. Había sido séptimo en los campeonato­s de España de cross, en marzo, en los tiempos de la prepandemi­a. Y hace unas semanas, en agosto, había corrido 3.000 m en 8m07s82.

El lector lo entenderá: afrontar el tramo a pie en compañía de Mario Mola era un riesgo.

Así que, a volar.

Todos, al corte.

Los Brownlee echaron mano del manual de instruccio­nes. Nadaron sin contemplac­iones y emergieron un paso por delante del resto. Alistair, doble campeón olímpico, alcanzó la primera transición en cabeza. Jonathan le secundaba. Mola y los españoles llevaban veinte segundos de retraso.

Se formaron dos grupos en la bicicleta, con los Brownlee voceando por delante y los noruegos tirando del segundo carro. Mola y Alarza iban allí, agazapados.

Hubo un destello de luz, tan pronto como los perseguido­res se veían a 13 segundos de la cabeza. Fue un espejismo.

Mola nunca llegó. Descolocad­o y descompues­to, entendió que le esperaba un trabajo colosal. Era demasiado: se dejó ir. Corrió los 5K en 16m52s, a años luz de sus capacidade­s.

Por delante, Vincent Luis (14m38s en el tramo a pie) tomó la iniciativa y fundió a los Brownlee. Alistair, doble campeón olímpico (Londres 2012 y Río 2016), se deformó para acabar noveno. Jonathan se perdió en la inmensidad (31.º).

Pensando en sí mismos, los Brownlee habían trabajado para Vincent Luis, confirmand­o aquello que Javier Gómez Noya (cinco títulos mundiales), ausente en Hamburgo, había predicho:

–No me gusta el formato de este Mundial, todo a una carrera. No me gusta que se dispute en modo sprint. Y no me gusta que falten aquellos países que no habían podido viajar por la Covid-19.

Se refería a canadiense­s, australian­os y neozelande­ses.

LA PERSPECTIV­A DEL GANADOR “La idea era que Mario Mola nunca llegara a la cabeza”, dijo Vincent Luis; Mola nunca llegó

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FOCKE STRANGMANN / EFE Vincent Luis celebra su victoria en Hamburgo, por delante de Vasco Vilaça

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