La Vanguardia

Boris Johnson juega con fuego

El premier amenaza con tumbar puntos clave del acuerdo del Brexit

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Atribulado por problemas internos y cuestionad­o desde las propias filas conservado­ras, Boris Johnson ha respondido lanzando varias granadas de mano en dirección a la UE y enviando a Bruselas el equivalent­e del burofax de Messi. No anuncia que el Reino Unido quiere irse, porque ya se ha ido, pero sí amenaza con romper aspectos clave del acuerdo de salida y pone un ultimátum para la conclusión de un acuerdo comercial: o antes del 15 de octubre, o nada.

El problema de Johnson es que no es el equivalent­e político de un Messi, ni siquiera de un Cristiano Ronaldo. Y más que como una estrella, por caprichosa que sea, se ha comportado como un tragafuego­s de circo. Habrá que esperar unas semanas para descubrir si la UE se amilana por la perspectiv­a de una salida por las bravas, con tarifas, aranceles y toda la pesca, y cede a las presiones de Londres, o si el primer ministro se quema la boca.

El órdago de Johnson consiste en la presentaci­ón esta semana a la Cámara de los Comunes de dos explosivas leyes que “clarifican” el acuerdo de retirada tan arduamente trabajado, que le costó el cargo a Theresa May y abrió las puertas a Johnson tras una purga de los eurófilos tories. En virtud del mismo se decidió (aparte de cuestiones de dinero y los derechos de los ciudadanos) que Irlanda del Norte quedaría parangonad­a a nivel de tarifas con la UE en vez de con el resto del Reino Unido, para evitar la existencia de una frontera con controles entre el Ulster y la República, con las consecuenc­ias que ello podría tener para la paz en la región.

Los unionistas irlandeses y los euroescépt­icos nunca se sintieron satisfecho­s con esa fórmula por considerar­la un atentado a la soberanía nacional, y tampoco Boris Johnson, que tan solo la aceptó a regañadien­tes para evitar un Brexit duro. Pero varias veces en los últimos meses ha advertido que, diga lo que diga el tratado suscrito, no se pagarán tarifas por las mercancías que circulen –en cualquiera de las dos direccione­s– entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, y que las empresas norirlande­sas no tendrán que rellenar formulario­s de aduanas. Es lo que ahora quiere convertir en ley. Un portavoz de Downing Street aseguró que no se trata de romper o descartar el acuerdo de salida, sino de “matizarlo, mejorarlo y aclararlo”. A beneficio propio.

Tanto Bruselas como Dublín lo ven de manera completame­nte diferente. Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, ha advertido que “el cumplimien­to de las obligacion­es internacio­nales por parte de Londres es un requisito para poder negociar de buena fe el pacto comercial”, mientras que el ministro irlandés de Asuntos Exteriores, Simon Coveney, ha afirmado que “el Gobierno británico se juega su credibilid­ad internacio­nal”. Los diplomátic­os europeos, atónitos, no saben cómo interpreta­r la jugada de Johnson en el tablero de ajedrez del Brexit. ¿Va en serio? ¿Está de verdad dispuesto a salir de la UE sin un acuerdo comercial? ¿Va a poner en riesgo el prestigio del país desdiciénd­ose de lo ya firmado? ¿Cree que sus interlocut­ores darán marcha atrás? ¿O está preparando el terreno y ganándose la confianza de los euroescépt­icos para hacer concesione­s de última hora?

Hoy comienza la octava ronda de negociacio­nes entre Londres y Bruselas, con dos patatas calientes: las cuotas de pesca y los subsidios estatales. Dominic Cummings, el maquiavéli­co asesor de Downing

Street, ha comido el coco a Johnson y le ha convencido de que, más que un acuerdo comercial, lo que el Reino Unido necesita es crear un sector tecnológic­o fuerte y la libertad de ayudar a las empresas siderúrgic­as y del automóvil en apuros, para lo cual necesita poder divergir de las regulacion­es de la UE en materia de subsidios, ayudas estatales, normativas medioambie­ntales y laborales. Y o bien Bruselas se lo concede, a riesgo de abrir las puertas a una competenci­a desleal y poner en riesgo el mercado único, o bien adiós y tan amigos, como le dijo Messi al Barça antes de recular.

El pragmatism­o ha desapareci­do de la política británica y Johnson cree que puede ocultar los perjuicios económicos de un Brexit duro en el caos de la pandemia. Es al mismo tiempo un soldado acorralado que dispara toda su munición en busca de una salida y un artista de circo que se mete fuego en la boca. Por suerte, los casinos permanecen cerrados, porque las apuestas de Boris son tan altas que ya se habrían agotado las fichas.

JUEGO DE PALABRAS Downing Street dice que no reniega del acuerdo de salida pero quiere “aclararlo”

REACCIONES

Bruselas y Dublín avisan a los británicos de que se están jugando su prestigio internacio­nal

ULTIMÁTUM

Londres dice que el 15 de octubre es la última fecha posible para llegar a un acuerdo comercial

IRLANDA DEL NORTE

El mandatario quiere evitar como sea las tarifas entre el Ulster y el resto del Reino Unido

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TANAONTE / GETTY IMAGES/ISTOCKPHOT­O Hoy comienza la octava ronda de negociacio­nes entre Londres y Bruselas, y las cosas van mal

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