El deterioro ecológico catapulta pandemias
La Agencia Europea de Medio Ambiente urge a actuar sobre el origen de las enfermedades emergentes
La degradación ambiental –y, en concreto, la colonización de espacios naturales y el contacto humano con animales que son reservorios de virus y patógenos– es el primer eslabón de la cadena que explica las pandemias de los últimos años. Así lo sostiene un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). El documento alerta sobre cómo el deterioro del medio ambiente está dañando la salud humana. Desde esta óptica, la Covid-19 sería un ejemplo más.
La destrucción de los hábitats forestales en zonas tropicales conlleva que muchos patógenos que antes estaban confinados en lugares inaccesibles puedan ser trasmitidos a la especie humana. Las personas entran en contacto con especies con las que antes no tenían relación; es así como se incrementan las posibilidades de contagiarse con enfermedades de origen animal. Mercados de animales, transporte y globalización luego las propagan.
El origen concreto del Sarsconllevan
COV-2 (localizado inicialmente en el mercado de Wuan) es desconocido, aunque el informe apunta a los murciélagos, “dada la alta prevalencia de coronavirus en poblaciones de murciélagos salvajes y sus similitudes con los virus SARS-COV-2 hallados en humanos”. La transmisión al hombre del coronavirus se da a menudo a través de un huésped intermediario (está por confirmar si fue el pangolín).
El informe resalta que “hay un vínculo claro entre la deforestación tropical y la aparición de virus de origen animal en reservorios de fauna silvestre”. Y resalta que el uso de las tierras para producir alimentos destinados a animales es uno de los factores de esa deforestación.
“El desbroce de bosques para la construcción de carreteras, la minería y la agricultura, junto con la caza de animales silvestres para obtener carne y medicina tradicional, así como el empleo de ejemplares salvajes como mascotas, dan como resultado una mayor frecuencia de las interacciones entre hombrefauna silvestre que pueden proporcionar una plataforma de lanzamiento para nuevos virus en humanos”, señala el informe.
Cambios en el uso del suelo, que
la transformación de ecosistemas naturales en terrenos agrícolas o para el uso urbano, “han ocasionado impactos en la diversidad y abundancia de especies, y favorecido la aparición de especies animales que actúan como reservorios para enfermedades zoonóticos, en particular roedores, murciélagos y aves paseriformes”, se señala.
En los últimos años, han surgido “sistemas de cría intensiva de ganado doméstico en los que los patógenos en humanos y en animales circulan y en algunos casos se amplifican”. La producción intensiva de carne implica la cría de poblaciones de animales genéticamente similares “concentradas en zonas cercanas, a menudo en malas condiciones, lo que fomenta vulnerabilidad a la infección”. Más del 50% de enfermedades infecciosas zoonóticas surgidas desde 1940 se han asociado con medidas para intensificar agricultura, incluidas presas, proyectos
Tres cuartas partes de las patologías infecciosas emergentes se transmiten al hombre desde animales
de riego y granjas industriales. El 60% de las enfermedades infecciosas humanas son de origen animal, mientras que tres cuartas partes de las nuevas enfermedades infecciosas emergentes se transmiten a los humanos desde animales.
El informe recopila los estudios que documentan cómo la exposición a la contaminación del aire parece afectar a la transmisión y las tasas de mortalidad, aunque de un modo aún no bien conocido.
La AEMA defiende el informe The One Health, en el que médicos, veterinarios y expertos reclaman un enfoque multidisciplinar para velar por la salud de los ecosistemas. Piden aumentar la vigilancia de enfermedades zoonóticas en los diferentes hábitats y “comprender el papel que juega la degradación ambiental” en las nuevas enfermedades. “La severidad de la pandemia de Covid-19 debería obligar a renovar los esfuerzos para abordar los factores que impulsan las enfermedades infecciosas emergentes, y en particular la estructura del sistema alimentario y la demanda de proteína animal”, dice la AEMA.