Un museo para la nostalgia
Artesa de Lleida preservará el fondo popular El Baratillo de Lleida
La memoria siempre predispone a la nostalgia por el tiempo perdido y en este territorio personal juegan un papel clave los recuerdos de la infancia. En Lleida, son varias las generaciones de gente con más de 40 años cumplidos que coincidirán en señalar un comercio de la calle Major, cerrado hace 40 años pero que todavía permanece en la memoria de la gente. Se trata de un bazar, El Baratillo Leridano, que hasta su cierre el año 1979, destacaba entre todos los comercios, por su enorme impacto visual, con una fachada de la que colgaban pelotas de goma hinchables de vivos colores, algún que otro autómata y juguetes de todo tipo que provocaban emoción y alegría entre los niños y niñas que paseaban por la calle con sus padres. A ras de suelo, junto al aparador, su propietario, un personaje muy popular, Josep Soler, el Josep del Baratillo, instalaba cada mañana una hilera de pequeños pianos de madera que atraía a los más pequeños que se distraían arrancándoles notas musicales o dando vueltas a la manivela de un organillo a su medida. El Baratillo era uno de los emblemas visuales más populares de la ciudad y sus juguetes colgantes inspiraban a pintores y fotógrafos, ilustraban postales, carteles o los reportajes que diarios y revistas dedicaban a Lleida.
Co la muerte de Josep Soler, las pelotas, los autómatas y los pequeños pianos de madera, desaparecieron de la vida cotidiana de los leridanos, pero en el interior del edificio se seguía guardando un tesoro, centenares de juguetes de todo tipo y condición que pasaron a manos del comerciante vecino, Manuel Gigó, propietario de una sastrería también muy popular, La Elegancia. “Queríamos ampliar el negocio pero cuando entramos en el inmueble nos encontramos con montones de juguetes, algunos en muy mal estado, pero también por estrenar. Fue entonces cuando se me ocurrió la idea de que todo aquel patrimonio no debía salir de Lleida y la posibilidad de crear un museo para preservar la memoria de lo que significó El Baratillo para Lleida”. Manuel Gigó explica la historia en el interior de una nave industrial en un polígono de las afueras donde guarda, clasifica y también repara los juguetes.
La visita al almacén es una experiencia que te devuelve a la infancia. Debajo del letrero original del bazar que Gigó conserva hay colocados algunos de los pianos de madera. “En esas teclas está el ADN de miles de conciudadanos”, afirma. Hay juguetes de antes de la guerra, como caballitos de cartón con ruedas, muñecas, triciclos de madera, cocinas, cochecitos y algún que otro tambor. En El Baratillo se vendieron juguetes hechos con madera, pero también se nota la evolución que los grandes fabricantes de la época (Payà, Rico, Geyper) aplicaron a sus productos. Así hay numerosos juguetes de latón, como una moto que despierta el interés de los coleccionistas o una gran noria de Mecano. En un rincón descansa un pequeño teatro de títeres que lleva el nombre de Herta Frankel, rodeado de juguetes fabricados en plástico como un Tiburón Citroën, pero también muñecas de Marisol, el Pato Donald, Popeye el Marino con su pipa de caña y la familia Telerín, los peques que avisaban de la hora de irse a la cama.
Gigó ha pasado 40 años guardando los juguetes, obsesionado con la creación de un museo que ha pasado por la Paeria sin que fructificara ningún proyecto. “Son muchos los leridanos que se lamentan de que esto no se pueda exponer y también muchas las ofertas que he rechazado porque mi voluntad es que esto se quede en Lleida”, afirma. Ante la imposibilidad de abrir un museo en la capital, Gigó aceptó la oferta del alcalde de Artesa de Lleida, Pere Puiggròs, de habilitar un edificio en este pueblo distante sólo ocho kilómetros. Los juguetes de El Baratillo encontrarán por fin una casa de acogida que se calcula puede abrir el año 2022.
El equipamiento con las piezas de la tienda que cerró puertas en 1979 podría estar disponible en el 2022