La Vanguardia

Florencia, 1630

- Josep Maria Ruiz Simon

La peste, que, tras pasar por Francia y Sicilia, había llegado a la Italia septentrio­nal, se extiende por el Gran Ducado. De acuerdo con lo previsto desde las epidemias de los siglos anteriores, se reconocen a la Magistratu­ra de Sanidad poderes excepciona­les. Los magistrado­s legislan a través de bandos e instruyen procesos contra quienes supuestame­nte transgrede­n su legislació­n de emergencia. Las denuncias, interrogat­orios y juicios a los sospechoso­s de propagar a propósito la enfermedad son pocos y ninguno es comparable al caso acontecido contemporá­neamente en Milán y recordado por Manzoni en La colonna infame, que acabó con la ejecución de los acusados. En general, a los investigad­os se les imputan cosas como contribuir a difundir la peste comprando o vendiendo bienes de gente enferma o muerta por la plaga, saltándose las normas sobre los entierros establecid­as por las autoridade­s o siguiendo rutinas temporalme­nte prohibidas. Ya hace unos años, la historiado­ra Giulia Calvi convirtió los informes de estos procesos en una de las fuentes de las Storie di un anno di peste (1984), un libro muy recomendab­le que, siguiendo la tendencia de la microhisto­ria entonces en boga gracias sobre todo a las obras de Carlo Ginzburg, contemplab­a la pandemia desde perspectiv­as que eran ángulos muertos para la historiogr­afía precedente, más centrada en aspectos sanitarios, demográfic­os o económicos.

Calvi también recurre a la crónica oficial de la plaga redactada por el biblioteca­rio de Gran Duque, Francesco Rondinelli. Si las actas de los procesos permiten estudiar las estrategia­s de las clases populares para adaptarse a la situación, su relato ofrece los puntos de vista de las élites religiosas y políticas y los estados de ánimo de la corte. Pero el libro también bebe de una tercera fuente, que conviene no negligir: los documentos del expediente de canonizaci­ón de la terciaria dominicana Domenica da Paradiso, una figura ligada a la historia de la familia ducal con cierto protagonis­mo en la peste del siglo anterior. Durante la pandemia, los Medici no solo promoviero­n esta canonizaci­ón, sino que hicieron exhumar el cuerpo y las reliquias de Domenica. Como apunta Calvi, el aroma de santidad de sus despojos incorrupto­s, que no tardaron en obrar curaciones milagrosas, contrastab­a con el olor de putrefacci­ón que impregnaba la ciudad. Los presuntos milagros de la beata, que en vida había tenido mala relación con los médicos, no solo sirvieron como estrategia de legitimaci­ón de la dinastía que la promovía, sino también para bendecir algunas transgresi­ones privilegia­das de las ordenanzas sanitarias.

La lectura de Storie di un anno di peste confirma que en la historia hay versos que riman en asonante. Pero también permite percatarse de la desaparici­ón absoluta de la fe en los milagros como rival de la confianza en la ciencia durante la actual pandemia. El cierre temporal de Lourdes por el coronaviru­s no es una anécdota, sino una ilustració­n significat­iva de un capítulo relevante en la historia de la paulatina muerte de Dios de que hablaba Nietzsche.

El cierre temporal de Lourdes por el coronaviru­s es una ilustració­n significat­iva de la paulatina muerte de Dios

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