La Vanguardia

Qué gran fotógrafa pasó del glamur de la moda a la crudeza de los mataderos

- FERNANDO GARCÍA

Pablo Picasso, Coco Chanel, Josephine Baker, Maurice Chevalier, Gustav Klimt, William Somerset, el emperador Carlos I de Austria o los Rothschild fueron algunas de las figuras que posaron para ella. Su nombre no es muy conocido más allá de Viena, que es donde nació en el año 1881 dentro de una familia judía bien relacionad­a dentro de la burguesía y los mundillos del arte y la moda. No en vano el primer impulso de la joven fue hacerse actriz o diseñadora, pero su padre, abogado, se lo puso cuesta arriba.

El progenitor de nuestra protagonis­ta sí que la ayudó a forjarse un futuro como fotógrafa cuando ella, tras comprarse una Kodak durante unas vacaciones en la Costa Azul, empezó con sus primeros pinitos. Las conexiones de papá le abrieron puertas para retratar a los famosos del momento. En 1909, apenas dos años después de haber abierto su primer estudio fotográfic­o bajo el nombre de Madame D’ora, el pintor Gustav Klimt le encargó un retrato. Y la gran diseñadora Emilie Louise Flöge, pareja del artista, se puso delante de su cámara. Lo mismo que la compositor­a y en su día amante de Klimt, Alma Mahler, que también fue pareja del arquitecto y fundador de la Bauhaus, Walter Gropius, el escritor Franz Werfel o el pintor Oskar Kokoschka.

La fotógrafa de la que hablamos se llamaba Dora Kallmus. En palabras de su biógrafa, Monika Faber, ella “fue la primera en retratar a estrellas de la danza, el teatro o la pintura fuera de su elemento –algo que ahora es habitual en todas las revistas pero entonces era nuevo–, así como en mostrar a la aristocrac­ia en actitudes poco convencion­ales”.

Cuando Josephine Baker visitó Viena en 1928, el parlamento austriaco celebró un debate de varios días para decidir si la bailarina debía actuar o no y la Iglesia católica ofreció una misa para que los vieneses expiaran el pecado de ir a verla. Pues bien, ese año Baker posó desnuda para Kallmus en el que sería uno de sus mejores retratos. Madame D’ora se había establecid­o años antes en París, donde fue contratada por la biblia de la moda, la revista L’officiel, y trabajó asimismo para Vogue o Harper’s Bazaar.

Fue en la capital francesa donde vivió gran parte de su vida y donde fotografió a gran parte de los diseñadore­s y artistas de los años 20 a 50. El último retrato se lo hizo a Picasso en 1958. Para entonces ella había iniciado ya un giro radical, lejos del glamur de la moda y la farándula. Primero documentó gráficamen­te la situación en los campos de refugiados en Viena y Salzburgo, donde se hacinaban prisionero­s liberados de campos de concentrac­ión. Después empezó a fotografia­r mataderos de animales. Era su forma de denunciar la brutalidad.

Kallmus murió en su país en 1963. Su obra fue a parar a manos de un coleccioni­sta. Hubo que esperar a los años ochenta para que Monika Faber descubrier­a una partida de 5.000 fotos y empezara a reconstrui­r su historia. Una carrera brillante y poco reconocida.

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