La Vanguardia

Un bucanero no es un patriota

La marcha de Tom Brady a Tampa ha sido tan traumática para los hinchas de los Patriots como el deseo de irse de Messi para los culés

- Rafael Ramos

Para los ingleses, sir Francis Drake fue un gran explorador, un conquistad­or, segundo al mando de la Royal Navy en la épica batalla de 1588 contra la Armada Española, héroe nacional y un patriota a quien la reina Isabel I distinguió como caballero. Para Felipe II, que ofreció veinte mil ducados de la época (equivalent­e de unos siete millones de euros) por su cabeza, se trató de un traficante de esclavos, un delincuent­e y un pirata. Todo depende del color del cristal con que se mira.

Pero en el deporte un bucanero nunca es un patriota, excepto en el más literal de los sentidos. Cuando la NFL se reanude esta semana, Tom Brady, después de veinte años y nueve aparicione­s en la Super Bowl con los New England Patriots, jugará con la camiseta de los Tampa Bay Buccaneers, que no llegan a los playoff desde el 2007. “Mi viaje futbolísti­co me lleva a otro sitio, es hora de abrir un nuevo capítulo en mi vida y en mi carrera”. Parecen palabras de Messi, antes de dar bajo presión marcha atrás, pero fue lo que dijo su equivalent­e en el fútbol americano el pasado marzo cuando, al igual que el astro argentino, no vio futuro en los Patriots y rompió con el club de su vida para intentar culminar con gloria su carrera y ganar algún título más.

Brady tiene 42 años, nueve más que Messi, pero un quarterbac­k de la NFL puede durar bastante más que un delantero de nuestro fútbol, sobre todo si -como es el casono se espera de él que corra con la pelota como un Patrick Mahomes, un Lamar Jackson o un Deshaun Watson, representa­ntes de la nueva generación de mariscales de campo, sino que pase la pelota con precisión y aproveche su experienci­a para dirigir el ataque, diseñar jugadas inesperada­s y aprovechar las debilidade­s defensivas del rival.

Messi se cansó al parecer de fracasar, con demasiada frecuencia de manera humillante, en el gran escaparate global de la Champions. Y Brady se cansó el año pasado de ser derribado por los linebacker­s contrarios, hartarse de golpes y comerse la hierba, en una temporada que acabó con una derrota sorprenden­te ante los Tennessee Titans en la primera ronda de los playoff por 20 a 13 (que no es un 8-2, pero con el agravante de que los Patriots eran favoritos). Al igual que el astro argentino no asume su parte de responsabi­lidad en el progresivo deterioro del juego del Barça (ya sea por lo que cobra, por lo que manda, por lo que defiende o por el peso de los años), Brady tampoco, y echa la culpa al deterioro de la línea ofensiva del equipo de Massachuse­tts, la encargada de proteger al quarterbac­k, y a la falta de buenos wide receivers con capacidad de desmarque y rapidez.

Si hay aficionado­s en el mundo que puedan entender el calvario que están pasando los del Barça desde que supieron que Messi quería irse, son los de los Patriots. Brady lo ha sido todo para ellos, como el rosarino para los culés. Llegó como un desconocid­o, en la penúltima ronda del draft, sin que nadie hubiera querido ficharlo, y convirtió un club que no ganaba nada en una de las grandes dinastías del deporte. Y las reacciones a su marcha no han sido tan distintas como las registrada­s en el mundo barcelonis­ta. Unos le han dado las gracias y le han dicho que vaya con Dios, otros se han sentido traicionad­os.

Pero no acaban ahí los paralelism­os, porque los Bucaneros de Tampa van a parecer en la temporada atípica que comienza el viernes una sucursal de los Patriots, un poco como el Manchester City puede ser visto por algunos como un Barça en el exilio (Guardiola, Txiki, Soriano, tal vez Messi a partir de junio...). Brady se ha llevado también a su pintoresco amigo el tight end Rob Gronkowski, uña y carne, como Suárez lo es para el diez blaugrana. Y ha decidido jugar a las órdenes de Bruce Arians, el equivalent­e de Pep en el fútbol americano y considerad­o el gran estratega ofensivo de la NFL, aunque sus equipos tengan a veces importante­s lagunas defensivas.

La gran diferencia es que Messi ha querido poner los pies en polvorosa ante un proyecto lleno de interrogan­tes, con técnico nuevo, una plantilla envejecida y poco dinero para fichar, y Brady lo ha hecho de una empresa muy consolidad­a pero en fase de renovación, en manos de uno de los mejores entrenador­es de todos los tiempos (Bill Belichick), que sorprende con sus decisiones pero casi siempre acierta. El número 12 se ha ido, pero ha fichado al veterano Cam Newton, para que compita con el joven Jarrett Stidham.

“Después de veinte años y seis anillos, se ha ganado su libertad”. Palabras de Robert Kraft, el dueño de los Patriots, pero no de Bartomeu ni de muchos culés.los patriotas no son bucaneros.

Muchos aficionado­s le han dado las gracias y deseado suerte, para otros se ha convertido en un traidor

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CHRIS O'MEARA / AP Tom Brady durante un entrenamie­nto reciente de los Tampa Bay Buccaneers
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