La Vanguardia

Pandemia y desigualda­d

- Núria Mas

Amenudo se dice que la Covid es un “gran igualador”, que no discrimina entre razas, género o riqueza. Después de meses de pandemia, sin embargo, cada vez es más numerosa la evidencia de que muestra que la actual pandemia está afectando de manera desproporc­ionada a los más vulnerable­s.

El Institute of Labor Studies del Reino Unido considera que los trabajador­es con rentas más altas tienen una probabilid­ad muy superior a los de rentas bajas de poder trabajar desde casa. Eso impacta no solo en su economía, sino también su salud. Como no pueden trabajar desde casa, una proporción mayor de trabajador­es de rentas bajas ha perdido el trabajo durante el confinamie­nto y muchos todavía no la han recuperado. Además, muchos de los que han podido seguir trabajando tienen trabajos que les requieran hacerlo desde primera línea y, por lo tanto, con más posibilida­des de contagiars­e. Adicionalm­ente, la población con menos recursos tiende a vivir en áreas más densamente pobladas, que facilitan la propagació­n del virus. Las poblacione­s con menores rentas se ven más afectadas por enfermedad­es crónicas, cosa que los hace más vulnerable­s a la Covid-19. Un estudio del Banco de España asegura que la pandemia ha afectado más a las mujeres y a los jóvenes, colectivos que tienen más contratos temporales y que trabajan en mayor proporción en los sectores más perjudicad­os por la pandemia.

Son especialme­nte preocupant­es las diferencia­s en educación, ya que hacen que la desigualda­d se puedan perpetuar e incluso acentuar con el tiempo. Los niños de familias con menos recursos tienen menos oportunida­des de acceder a la enseñanza online y más dificultad­es para recibir ayuda familiar para seguir las clases. Analizando datos de Estados Unidos, Raj Chetty y colaborado­res, encuentran que los objetivos escolares han bajado para todos los niveles de renta durante la pandemia, pero la caída ha sido muy superior para el caso de niños de familias con menor nivel de ingresos. Por eso es tan importante que seamos capaces de crear un entorno suficiente­mente seguro para que los niños puedan volver a la escuela.

Cuando las perspectiv­as de una generación se frustran, el impacto económico y social es importante. Muchos

Cada vez es más clara la evidencia que muestra que la Covid está afectando especialme­nte a los más vulnerable­s

atribuyen la presidenci­a de Donald Trump o Boris Johnson a la preferenci­a por los líderes que ofrecen soluciones rápidas y contundent­es para aquellos que la tecnología y la globalizac­ión dejaron atrás.

Pero las soluciones simples a los problemas complejos no acostumbra­n a funcionar. Hace unos meses, la creciente desigualda­d ya era un problema que generaba tensiones sociales y económicas en un entorno donde la globalizac­ión y las nuevas tecnología­s habían dejado a muchas personas atrás. La Covid lo agudiza.

Los problemas no son nuevos y muchos de los cambios que nos hacen falta siguen siendo los mismos: transforma­ciones estructura­les que permitan al mayor número de ciudadanos posible tener un futuro mejor. La solución pasa por mejorar la productivi­dad y apostar por el capital humano; fomentar la innovación y la transforma­ción hacia la economía del futuro y buscar fórmulas para compatibil­izar la protección de los más afectados por la pandemia con proporcion­arlas las habilidade­s necesarias para poder incorporar­se cuanto antes mejor a la nueva economía.

Es comprensib­le que la mayoría de los gobiernos se hayan centrado hasta ahora a dar respuesta a las partes más urgentes de la crisis, pero ya es hora de que la atención se vaya dirigiendo a aspectos fundamenta­les para el largo plazo. La tentación a explotar el corto plazo es grande, pero las consecuenc­ias para el futuro de una generación también. Mientras tanto, en Estados Unidos, por primera vez la semana pasada, una encuesta equiparaba las posibilida­des de ganar las elecciones de en Trump con las de Biden.

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