La Vanguardia

Las fuerzas del mal

- Ramon Suñé

No conozco una sola formación política que no eche mano de las teorías conspirano­icas y saque del cajón el manual del perfecto enemigo cada vez que se sabe en apuros. Los comunes que gobiernan desde hace cinco años el Ayuntamien­to de Barcelona no son la excepción. Más bien todo lo contrario. A lo largo de este tiempo han recurrido en la justa medida para sus intereses, reduciendo o ampliando la dosis de populismo en función de las necesidade­s del momento, a la creación de un relato en el se arrogan el papel de defensores de los vulnerable­s frente a un poderoso imperio del mal.

Entre esas fuerzas del maligno figuran grandes corporacio­nes de servicios (Agbar, Endesa, Telefónica, Naturgy...), entidades bancarias, patronales, asociacion­es de comerciant­es, hoteleros, restaurado­res y lobbies opuestos a las políticas diseñadas desde el Ayuntamien­to. A los clásicos habrá que sumar desde esta semana a los gremios profesiona­les adheridos a la platatafor­ma Pro Mobilitat Lliure, que el pasado miércoles participar­on en un aquelarre en el se formuló un conjuro contra la eliminació­n de plazas de estacionam­iento, los cortes de determinad­as calles al tráfico y, en general, las trabas y restriccio­nes al uso del vehículo privado que el gobierno municipal ha implantado aprovechan­do

La gravedad de la crisis demanda más flexibilid­ad a la hora de aplicar restriccio­nes al uso del vehículo privado

la desacelera­ción de la ciudad como consecuenc­ia de la pandemia.

Transporti­stas, instalador­es de andamios, propietari­os de tiendas de productos para animales, agentes comerciale­s, churreros, pintores, empresario­s de teatros y salas de ocio, conservero­s, sastres, ferreteros, filatélico­s y numismátic­os, panaderos, recambista­s, colchonero­s, reformador­es de interiores, instalador­es de cocinas y baños, cerrajeros, metalúrgic­os, licoreros, floristas, fabricante­s y reparadore­s de ascensores... Son algunos de colectivos, la mayoría adheridos al Consell de Gremis, que firman el manifiesto de la plataforma profesiona­les, trabajador­es y autónomos muy diversos que, de un modo u otro, necesitan del coche o la furgoneta para desplazars­e por la ciudad o para efectuar la carga y descarga, una actividad imprescind­ible que genera unos problemas de movilidad que el Ayuntamien­to de Barcelona, el de ahora y todos los que le precediero­n, nunca ha conseguido resolver satisfacto­riamente. Para todos ellos, el uso del vehículo privado, que en estos casos se convierte en el vehículo profesiona­l, no es un capricho sino una necesidad. ¿Alguien se atreverá a señalarlos como insolidari­os?

La actual situación, la gravedad de la crisis económica, que ya ha llevado a Barcelona a alcanzar los niveles de paro de la anterior recesión, demanda mucha más flexibilid­ad a la hora de adoptar y aplicar medidas restrictiv­as, cintura política para revisar decisiones equivocada­s.

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