La Vanguardia

La escisión social

- Fernando Ónega

Con esto sí que no contábamos: con que el coronaviru­s se convirtier­a al final en un factor de escisión o, al menos, de conflicto social. Y ya apunta maneras, como se pudo ver este fin de semana en algunos barrios de Madrid. Lejos de aceptar las restriccio­nes a la movilidad (eufemismo de confinamie­nto) con la resignació­n vista en el estado de alarma, la gente salió a protestar. No son detalles menores que entre los convocante­s figurase Podemos y entre los asistentes estuviesen Isa Serra, portavoz en la Asamblea, y Juan Carlos Monedero. Se confirmaba así lo propuesto por Pablo Iglesias: gobernar es compatible con la acción en la calle. Pedro Sánchez queda como poli bueno que acude solícito a la Puerta del Sol a ayudar, mientras que su socio de gobierno promueve la agitación.

En esas protestas se mostraron todos los argumentos de la izquierda ante la larga, casi eterna, gobernació­n del PP en la Comunidad de Madrid: gobierno conservado­r significa recortes, privatizac­iones, dejación de los servicios públicos, centros de atención primaria cerrados o insuficien­tes, abandono de los sectores sociales más deprimidos. Y detrás de eso, el germen para cualquier sacudida en tiempos de convulsión: la irritación popular motivada por la realidad económica de las zonas afectadas por las medidas dictadas por el Gobierno regional.

Las protestas en Madrid han sido un clamor contra injusticia­s varias, contra una marginació­n

El virus ha desmentido el tópico de que no distingue clases sociales. Es cierto que en su primera oleada mató a ricos, incluso a muy ricos, y a pobres. Pero también lo es que ahora está atacando a los más necesitado­s. Las zonas de Madrid donde se alcanzó la insoportab­le ratio de mil contaminad­os por cada cien mil habitantes son las de menor renta; las que sufren hacinamien­to; las que tienen más empleo precario; las que cobijan a obreros que no pueden practicar el teletrabaj­o; las que rozan la marginació­n, el umbral de la pobreza y la exclusión; las más castigadas por el paro; algunos de los últimos reductos en los que aún se puede hablar de proletaria­do. Son el escenario propicio para cualquier revuelta.

En las protestas hubo gritos y pancartas que no solo reclamaban mejor asistencia y más eficacia o reclamaban la dimisión de Ayuso, sino que calificaba­n las medidas de clasistas, porque solo se aplican a los más desprotegi­dos por la economía, mientras los ricos pueden hacer vida normal. Un ciudadano se desahogaba ante las cámaras: “Nos dejan ir al barrio de Salamanca a servir copas, pero no a tomar una copa”. Otros gritaban que no son un gueto…

No fue una protesta sanitaria. Fue un clamor contra injusticia­s varias y, si uno se pone en la piel de los manifestan­tes, contra una marginació­n. Es imposible saber si ocurriría lo mismo si el Gobierno regional de Madrid fuese de izquierdas. Pero, si viviéramos en otro tiempo de la historia, estaríamos diciendo que se dan las condicione­s para pensar que la Covid-19 es el germen de la próxima revolución.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain