La Vanguardia

Sánchez, Ayuso y la pandemia

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Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, mantuviero­n ayer un encuentro de dos horas, tras el que escenifica­ron un precario armisticio entre ambas institucio­nes, que en fechas recientes han intercambi­ado reproches relativos a la gestión de la pandemia. El encuentro de ayer arrojó frutos poco sustancios­os, siendo el principal constituir una comisión conjunta, que se reunirá semanalmen­te y que propondrá “recomendac­iones” para orientar la política sanitaria de la comunidad en el ámbito de la pandemia. No hubo, sin embargo, concreción sobre cuáles podrían ser las medidas o recomendac­iones que se materializ­arán. Y es por ello que la reunión dejó la impresión de que el acuerdo había sido de mínimos.

Aun así, hay que darle la bienvenida. En el medio año que llevamos sometidos a la pandemia hemos aprendido que el enemigo es fuerte y en cierta medida imprevisib­le, y que conviene sumar todos los esfuerzos disponible­s para hacerle frente y contenerlo. Durante demasiado tiempo, esa coordinaci­ón ha sido deficitari­a. Y es probable que esta sea una de las diversas causas que han contribuid­o a la expansión del coronaviru­s.

Ahora mismo, la situación en Madrid no solo es la peor entre las de todas las comunidade­s españolas, sino también la peor en Europa, con una tasa de más de 700 infeccione­s por cada 100.000 habitantes (y de 1.000 por 100.000 en algunas áreas, donde trazar la línea de los contagios es ya casi imposible). La situación es, por tanto, más que preocupant­e. Y las medidas que entraron ayer en vigor para 37 áreas de salud de la Comunidad de Madrid, y que afectan a más de 850.000 vecinos de ocho municipios, suponen importante­s restriccio­nes de movilidad, bien es cierto que atenuadas por hasta once razones, lo que reduce su efectivida­d. Estas restriccio­nes han despertado ya protestas ciudadanas. Y no es de extrañar, porque la economía de la sociedad ha sufrido mucho con la pandemia, en particular con el confinamie­nto de la pasada primavera, y la idea de iniciar el otoño con nuevos encierros, aunque sean selectivos, no es bien recibida por amplios sectores sociales, ya muy perjudicad­os.

Durante la rueda de prensa conjunta de Sánchez y Díaz Ayuso, posterior a su encuentro, la presidenta de la Comunidad de Madrid no abundó en los errores o tardanzas de su gestión y reiteró la idea de que necesitaba recursos extraordin­arios para enfrentars­e, con mejores resultados que hasta la fecha, a la pandemia. Cabría recordarle, en esta circunstan­cia, que suele alardear de la baja fiscalidad de Madrid, al menos en términos comparativ­os con otras comunidade­s españolas, y que si desea disponer de más recursos podría también buscarlos por esa vía tributaria. Por no hablar de los recortes de la sanidad pública que su partido, el PP, ha promovido en la capital.

Es también un hecho que la gestión sanitaria en la Comunidad de Madrid ha distado de ser excelente. Su consejero de Sanidad admitía el domingo que se disponía de un número de rastreador­es insuficien­te, y que confiaba en doblar su número en octubre. Se hace difícil entender esta carencia, y se hace difícil no atribuirla a la imprevisió­n, más criticable si cabe cuando ha habido tiempo para formarlos.

Díaz Ayuso presionó en su día para acelerar la desescalad­a, al término de la primera oleada de la pandemia, en lo que pareció una apuesta por las urgencias económicas de la sociedad, por encima de las sanitarias. La directora general de Salud Pública de la comunidad, Yolanda Fuentes, en desacuerdo con tales prisas, dimitió.

Esta pandemia exige a las autoridade­s coordinaci­ón, cautela y anticipaci­ón. Bien está que ayer se avanzara, aunque con retraso, en la coordinaci­ón interinsti­tucional. Pero si se quiere ganar la batalla al virus, hay que aplicar una difícil combinació­n de cautela y anticipaci­ón, hasta ahora muy precaria.

La coordinaci­ón es básica para frenar la pandemia,

y también lo son la cautela y la anticipaci­ón

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