Trump asalta el Supremo
En un último servicio a la independencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos, poco antes de morir el pasado viernes, la magistrada Ruth Bader Ginsburg –una de las juristas más relevantes y carismáticas del país– dictó una nota a su nieta en la que expresó que su más ferviente deseo era no ser sustituida hasta que un nuevo presidente del país tomase posesión. Eso, además, sería lo más democrático, ya que también reflejaría la voluntad más reciente de la ciudadanía, que el próximo 3 de noviembre irá a las urnas para elegir a nuevo inquilino de la Casa Blanca para los próximos cuatro años.
Donald Trump, sin embargo, tras expresar públicamente sus condolencias por la muerte de la insigne jurista, tardó muy poco en anunciar que de inmediato propondría una sucesora. Su nombramiento estaría asegurado gracias a la mayoría republicana del Senado.
El deseo póstumo de Ginsburg, por tanto, no ha servido para nada. El presidente Trump considera que es él quien –en estos momentos– representa todavía la voluntad popular y quien debe designar a la persona más indicada para cubrir la vacante.
Lo que está en juego es la orientación conservadora o progresista que puede tomar el Tribunal Supremo en los próximos años o decenios. La instancia más prestigiosa y poderosa del país está formada por nueve jueces, todos ellos con carácter vitalicio. Cinco de ellos fueron nombrados por presidentes republicanos, el último también por Trump, y ahora la sucesora de Ginsburg –Trump ya ha dicho que será una mujer– haría el número seis y los progresistas quedarían en franca minoría, con solo tres.
Trump quiere evitar que Ginsburg, líder incontestable del sector judicial progresista, designada por Bill Clinton en 1993, pueda ser sustituida por otro magistrado del mismo perfil en el caso de que él perdiera las elecciones presidenciales frente a Joe Biden. Por ello se ha dado prisa en declarar que esta misma semana, antes del domingo, propondrá una candidata. La mayoría conservadora en el Tribunal Supremo es clave para los republicanos, sobre todo si Trump es derrotado, ya que se asegurarían –con una mayoría incontestable– su influencia en esta alta magistratura, que tiene la última palabra en asuntos clave para Estados Unidos. El derecho al aborto, el control del uso de armas de fuego, la sanidad pública o el papel de la religión en la vida pública son algunos asuntos, entre otros, sobre los que podría dictar o revisar la jurisprudencia.
Algunos destacados senadores republicanos han coincidido con los demócratas en calificar de antidemocrática la designación de la sustituta de Ginsburg antes de las elecciones presidenciales. Pero no parece que puedan ser suficientes para truncar la ratificación por el Senado de la juez que sea nominada por Trump como sustituta de Ginsburg. El propio Trump no contempla ese escenario. Su rival, Joe Biden, le acusa abiertamente de ejercer un abuso de poder brutal.
El presidente de Estados Unidos afianzará la mayoría republicana en el tribunal
antes de las elecciones