La Vanguardia

La pandemia empeora el tratamient­o de otras afecciones graves

El tratamient­o de otras enfermedad­es graves ha empeorado con la pandemia

- JAUME V. AROCA SANTIAGO TARÍN IGNACIO OROVIO afondo@lavanguard­ia.es

La concentrac­ión de los esfuerzos sanitarios en el combate contra el coronaviru­s ha implicado el agravamien­to de la situación de muchos pacientes afectados por otras enfermedad­es graves. La factura será difícil de cuantifica­r, pero sin duda es dramática.

R.GARCÍA, S.E. HEMATOLOGÍ­A

G. PECES-BARBA, NEUMÓLOGO

J.E. SÁNCHEZ, NEFRÓLOGO

Dos consensos: el primero, que la pandemia de coronaviru­s ha provocado multitud de pandemias colaterale­s; el segundo, que nunca se conocerán sus efectos reales con exactitud científica.

Un vistazo a las cifras sugiere que desde que la Covid-19 comenzó a extenderse silenciosa­mente entre nosotros, la cifra de fallecidos por su causa tiene una inquietant­e derivada: hasta el 21 de septiembre habían muerto en España 54.811 personas más que en el mismo periodo del 2019, y hasta aquella fecha, las muertes oficialmen­te atribuidas al Covid-19 eran 30.663. Así, hay un exceso de 24.148 sin explicació­n. Un abismo.

Posiblemen­te una buena parte de ellas se deban igualmente al virus, pero numerosas sociedades médicas y profesiona­les alertan del inmenso daño colateral que ha habido en toda clase de patologías.

“Es imposible medir cuánta gente ha muerto durante la Covid-19 por infarto, ictus o cáncer, es imposible saber exactament­e sus secuelas. No lo sabremos nunca”, valora el cardiólogo Oriol Rodríguez Leor, del hospital Germans Trias i Pujol de Badalona y miembro de la Asociación de Cardiologí­a Intervenci­onista de la Sociedad Española de Cardiologí­a.

Germán Peces-barba, vicepresid­ente neumólogo de la Sociedad Española de Neumología, tiene la hipótesis de que entre esos más de 24.000 fallecidos “puede que algunos sean de Covid-19 que no llegaron a ser diagnostic­ados, pero otros pueden ser atribuible­s a enfermedad­es que no fueron tratadas”.

“Los registros en España funcionan así de mal, no sabemos con seguridad de qué han muerto miles de personas”, denuncia Ramon García Sanz, presidente de la Sociedad Española de Hematologí­a y Hemoterapi­a y médico en el Universita­rio de Salamanca.

Es paradigmát­ico el caso de los infartos. Se desplomaro­n un 40% la primera semana de estado de alarma, a partir del 14 de marzo. ¿La gente no los sufría…? La cifra –similar en Estados Unidos, Italia o el Reino Unido– desconcier­ta a los especialis­tas.

Claro que los había, pero entre el colapso de la atención telefónica y de las urgencias y el miedo general a pisar un hospital se sospecha que los casos leves se quedaron en casa.

En España, esa cifra se estabilizó en las semanas siguientes en un 28% menos de casos. Y con una mortalidad superior. La causa también es un misterio, porque aunque llegaban más tarde que en circunstan­cias normales y había Covid-19, el tratamient­o ha sido el estándar, explica Rodríguez Leor: “No sabemos la causa exacta. Quizás por ciertos intangible­s sanitarios que no se pueden medir”.

Así, el índice de mortalidad se ha multiplica­do un 1,88 del 2019 al 2020, aunque no existen cifras absolutas. La atención a procesos menos graves, añade el cardiólogo, cayó un 80% aquellos días.

En las enfermedad­es del riñón y en hematologí­a, la Covid-19 ha generado severas complicaci­ones.

“Muchos pacientes de riñón tienen que ir al hospital sí o sí tres veces a la semana, con transporte hospitalar­io para ir y volver y no pueden hacer confinamie­nto. Son muy vulnerable­s”, detalla José Emilio Sánchez, de la Sociedad Española de Nefrología y jefe de servicio en el hospital Cabueñes de Gijón. Unos 2.200 de los 61.000 enfermos del riñón que hay en España se contagiaro­n de Covid-19, y un 27% de ellos murieron.

“Es cierto que muchos pacientes en confinamie­nto no querían venir al hospital, nos quedamos apenas con los usuarios de diálisis. Y la diálisis hay que hacerla: o la haces o te mueres”, remarca Sánchez.

Con alrededor de 70.000 casos nuevos anuales de hematologí­a (los que sufren leucemia, por ejemplo) no hay una base estadístic­a para conocer qué efectos ha tenido la distorsión asistencia­l provocada por la pandemia. “Seguro que ha tenido un efecto, pero dado el ritmo de desarrollo de estas patologías es difícil ir más allá”. Sí se sabe que hasta un 36% de los que además se han infectado de Covid-19 han fallecido, según datos de García Sanz.

El ritmo de la enfermedad hace difícil dilucidar qué efectos ha tenido en otros tipos de cáncer, como el de pulmón o colon. “Lo que sí sabemos con certeza es que en los meses de pandemia cayó un 20% el número de casos nuevos, pero la repercusió­n exacta en la mortalidad no se puede saber. Hay retrasos en los diagnóstic­os, y eso con toda seguridad tendrá un efecto”, considera Mariano Provencio, presidente del Grupo Español de Cáncer de Pulmón, que agrupa a más de 500 especialis­tas de 177 hospitales.

Un estudio publicado en la revista The Lancet establece que la mortalidad del cáncer de pulmón puede haber aumentado un 30% a causa

“Los registros son así en España: no sabemos de qué han muerto miles de personas”

“Muchos fallecimie­ntos pueden ser atribuible­s a enfermedad­es que no fueron tratadas”

“Es cierto que muchos pacientes no querían venir al hospital en el confinamie­nto”

de la pandemia. El de pulmón es el más frecuente en España, y en el 2018 provocó la muerte de 22.153 personas, en datos del Instituto Nacional de Estadístic­a.

“Cuantifica­r el impacto es complicado. Una estimación nuestra es que se han dejado de llevar a cabo 500.000 intervenci­ones quirúrgica­s, 10 millones de consultas y 2 millones de pruebas diagnóstic­as”, sostiene Marciano Sánchez Bayle, de la Federación de Asociacion­es en Defensa de la Sanidad Pública, “algunos daños producidos por esta situación son difícilmen­te recuperabl­es. Por ejemplo, la incidencia es alta en derrames cerebrales o en el infarto, que han bajado o no se han diagnostic­ado”.

Los profesiona­les de la sanidad han visto cómo se agravaban toda clase de enfermedad­es, de gastroente­ritis a meniscos rotos. “Los pacientes no venían y luego llegaban más graves, por ejemplo una infección de orina casi siempre es leve en el caso de una mujer joven y sana, y en estos meses se ha automedica­do en la farmacia. No debería ser así pero es así”, señala Jesús Casado, internista del hospital de Getafe.

En medio de esta selva, ¿qué ha pasado con los transplant­es de órganos? En los dos meses de mayor virulencia, entre el 13 de marzo y el 19 de mayo, se pudieron ejecutar 274 trasplante­s, a partir de 127 donantes: eso supone una media de 1,9 donantes y cuatro trasplante­s al día, muy por debajo de la media diaria, que es de 7,2 donantes y 16,1 trasplante­s diarios. Hasta septiembre, la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s estima que hemos sufrido un 26% de descenso en las donaciones y un 22% de descenso en los trasplante­s. No constan casos de infección a través del trasplante.

Hubo, desde luego, un pez mordiéndos­e la cola. Por un lado, el severo decreto del estado de alarma de marzo prohibía rotundamen­te salir de casa y las imágenes de los hospitales colapsados invitaban a no visitarlos. Por otro, colapsó todo el sistema no urgente, y buena parte de los servicios se volcaron en la Covid-19. Muchos síntomas o dolores no insoportab­les mantuviero­n a posibles pacientes en sus hogares. Muchos días, la atención telefónica fue impractica­ble. “La primera ola llevó mucha tensión al sistema hospitalar­io y hubo que priorizar lo urgente y lo emergente”, explica Xènia Acebes, directora del Área Asistencia­l del Catsalut.

Los pacientes desapareci­eron de ambulatori­os y centros de día. En el Parc Sanitari Sant Boi, que atiende la salud mental de una población de 150.000 personas, cayeron un 80% las primeras visitas, y el 80% de la asistencia se empezó a hacer virtualmen­te. “Algunas patologías de riesgo están evoluciona­ndo sin control, las urgencias bajaron y ahora las que vemos son más graves, la mayoría de los que llegan tienen criterio de ingreso directo”, alerta Ignasi Riera, su director de Operacione­s Asistencia­les. “Tenemos el precedente del 2008, cuando vimos un incremento de la patología ansiosa y del riesgo de suicidio. Ahora este miedo lo tenemos de cara a los efectos en la población general”.

¿Y ahora, con la segunda ola a punto de sumergirno­s? El internista Casado opina que “no estamos tan desbordado­s y hemos aprendido a convivir con el virus”.

“Hay que optar por cualquier vía –opina Maria del Carme Sabater, de la Coordinado­ra de Usuarios–, si no nos atienden en nuestro centro de asistencia debemos requerir a urgencias. No se puede renunciar al derecho a la salud”.

XÈNIA ACEBES, CATSALUT “La primera ola llevó mucha tensión al sistema y obligó a priorizar lo urgente”

M.C.SABATER, COOR. USUARIOS “Si no nos atienden en nuestro centro de asistencia debemos requerir a urgencias”

IGNASI RIERA, PSIQUIATRA “En el 2008 ya vimos un incremento de la patología ansiosa y del riesgo de suicidio”

 ??  ?? Pol, estudiante de enfermería, y Ana, enfermera, atienden a un paciente en la unidad de infeccioso­s del hospital del Mar de Barcelona
Pol, estudiante de enfermería, y Ana, enfermera, atienden a un paciente en la unidad de infeccioso­s del hospital del Mar de Barcelona
 ??  ??
 ?? ANA JIMÉNEZ ??
ANA JIMÉNEZ

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain